El rostro del niño que mira las espaldas de Lolo y Manguera coincide con el que ha visto aterrizar alienígenas: no puede ser que los ídolos del fútbol peruano sean, por fin, la dupla goleadora de un equipo nacional, y haya que pagar solo dos soles de la época para verlos. La selección vendrá luego, un año después, pero esta tarde, domingo 18 de marzo de 1934, las dos tribunas de madera donadas por el Gobierno Británico para el Stadium Nacional se llenarán de hinchas de traje y señoras con sombreros cloché que los siguen. Nadie escondía aún chatas de ron en los calzoncillos ni bengalas en las medias. El espectáculo se anuncia en las portadas de los diarios El Comercio y la Crónica. Es un esperado match.
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Y esas tribunas se llenarán, básicamente, para ver al club Universitario de Deportes, del Toro Astengo y los hermanos Lolo y Arturo Fernández, pero sobre todo para entender el milagroso tiempo que les ha tocado vivir a los jóvenes de los años 30: el Cañonero y Manguera Villanueva, padre del aliancismo, jugarán juntos por primera con la camiseta crema en la capital. “Hoy se presenta la ‘U’ reforzada”, titula La Crónica, en un tipografía sencilla, que no resume a la altura la magnitud de este hito de nuestra vida futbolero/republicana. Lolo y Manguera juntos, riéndose el primero, seriote el segundo, inocentes frente al evento cósmico que se realizará desde las 4 y 20, y del que solo queda esta fotografía como prueba del milagro. La postal del domingo en que se alinearon los planetas.
Felizmente no se usaban números en la espalda: habrían tenido que coser dos 9.
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Alto como un edificio, la nariz de boxeador y el color aliancista de toda la vida, Alejandro Villanueva vivió muy poco para todo lo que hizo. Tuvimos suerte de que el escritor Guillermo Thorndike -leer aquí- fuera su contemporáneo, pues de otro modo no habríamos podido dimensionar el brillo de su juego y su gambeta. Vivió a prisa, según dicen sus biógrafos. A los 35 años, había hecho lo que otros no hacen ni en cien. El 11 de abril de 1944, es decir, diez años de aquel partido que jugó como refuerzo de Universitario frente a la selección de la Liga del Callao, partió a la eternidad y con su viaje, fundó las bases de lo que hoy, con orgullo, sus hinchas llaman aliancismo.
Una página de 1944 del Archivo Histórico de El Comercio resume con justicia a este hombre de 1.90m con pies de bailarina: “Es una figura nacional, lo fue continental y hasta mundial”.
Cinco veces campeón con Alianza Lima —aún hoy se discute el título nacional de 1934—, dos veces goleador del torneo local y con presencias en el Mundial del 30 y los Juegos Olímpicos de Berlín, podría ser el perfil de sus redes sociales, si viviera hoy. Eso también era Manguera. Pero la estadística le quedaba corta, pues le sobraba inventiva: cuando era necesario hacer una pared, ‘Escalera’ hacía dos. Y si el centro llegaba alto, él prefería la pirueta. Así, inventó y reinventó la ‘Alejandrina’, su variante personal de la chalaca, esa pirueta que en ESPN o Fox Sports todavía se empeñan en llamar, con cierta ignorancia, chilena. Ese fue su sello de fábrica. Lástima que no casi no existan videos sobre él.
Vive en Melbourne pero es peruano. Hincha del fútbol como pocos, incluso coleccionista, Darío Mejía publicó hace unos meses en sus redes sociales las páginas de La Crónica donde se daba cuenta de este hecho, entonces normal -que un aliancista refuerce a la 'U'- y que hoy abriría discusiones absurdas en twitter. "Todos esos jugadores de la U -me cuenta- acababan de regresar de jugar en Europa formando el Combinado del Pacífico, integrado por jugadores peruanos y chilenos. La U reforzada jugó contra un combinado del Callao el domingo 18 de marzo de 1934. Te adjunto La Crónica del 18 y el 19 de marzo de 1934". Y esta es la página.
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¿Qué puedo escribir sobre Lolo? Quizá acusar a mis abuelos de no haber guardado —como su Biblia— los diarios que hoy busco en ferias de libros y cachinas, cada sábado a la mañana.
Digamos algo de arranque, no como ley sino para discusión: el fútbol produce cracks —por natura—, los jugadores construyen líderes —en el mejor caso, capitanes— pero es el hincha, el romántico y su locura, el que no conoce límites, el fuego que determina quién llega a ser un ídolo y quién no.
No es de ahora: ídolos deportivos se construyen en el Perú desde que se empezó a jugar al fútbol. Lolo Fernández es la gran prueba, que murió en 1996, está vivo.
Dicho esto, el caso Lolo Fernández en el Perú es único e irrepetible. Por pertenecer a una época que nunca más volverá —el amateurismo, los hombres prestados a un hobbie, el fútbol como amor y no como trabajo—, porque fue el primer futbolista que rompió las reglas tácitas entre hinchas —aliancistas de La Victoria o chalacos del León Porteño se llamaban, entre sí, “Lolistas”, es decir, admiradores de Lolo— y por este recuerdo nacional sobre su estampa a los 20 y a los 40 años, sus goles en campeonatos locales y ese primer título Sudamericano para el Perú de 1939 que lo tuvo de goleador. Su mensaje de fidelidad, en video de Litman Gallo Gallito, aquel de que solo jugaba por cariño, por amor a la camiseta, obliga a repensar si en verdad existió.
El 27 de agosto de 1933, Universitario emprendió una gira por el Viejo Continente con 14 jugadores de su plantilla, entre ellos «Lolo», reforzado con jugadores de @ClubALoficial (2), Atlético Chalaco (2) y de @ColoColo (4). El famoso, «Combinado del Pacífico». 🇵🇪🇨🇱#108deLOLO pic.twitter.com/41QA6IdtMs
— Universitario (@Universitario) May 20, 2021
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Esos dos señores, que entonces, 1934, tenían 21 y 26 años respectivamente, alinearon aquel domingo en Lima en un contexto amistoso que tenía un breve pasado que ya está en los libros: el 27 de agosto de 1933, Universitario inició una gira por el Viejo Continente con 14 elementos de su plantel, y el refuerzo de dos jugadores de Alianza Lima, dos de Atlético Chalaco y cuatro de Colo Colo. El famoso Combinado del Pacífico. Según consignan los archivo oficiales del club crema, esta selección jugó 34 partidos y Lolo anotó 27 goles, entre los rivales, al Sparta de Rotterdam, al Celtic, al Montpellier. Con una camiseta alba, sin escudo y muy posiblemente fabricada por la casa inglesa Gath & Chaves y ST. Margaret, que producía camisas de cuello y botones en Argentina y Uruguay, y se importaban hacia distintas partes de América. “Esta tarde, en el Stadium Nacional —escribe La Crónica el domingo 18 de marzo— se presentará la ‘U’ con tres refuerzos que llevara a su jira (sic) a Europa: Valdivieso, Villanueva y Luco. Va a enfrentar al Equipo del Callao, seleccionado por su Liga, y aún cuando faltará Saldarriaga que se lesionó en el último día de entrenamientos, se estima que el cuadro porteño opondrá resistencia y tiene opción al triunfo...”.
El redactor de aquella nota no se equivocó: fue 5-3 a favor del equipo chalaco.
¿Cómo formó Universitario reforzado? El Comercio publicó ambas alineaciones en la página 19 del domingo 18. En el caso de la ‘U’, fue la siguiente: “Valdivieso —el Mago—; Soria, Fernández; Astengo, Arce, Denegri: Luco, Villanueva, Fernández, Alegre y Pacheco”. El sistema de la época, 2-3-5. Dirigió el señor Luis Carrillo, mientras que en el preliminar, 3: 30 p.m., se enfrentaron los equipos de Segunda División Alianza Risso y Atlético Peruano. Lo más precioso de la previa, sin embargo, fue la fotografía de Juan Valdivieso, el arquero aliancista, vestido con unas medias y short negro, además de una camiseta marga larga con cuello en V, y una franja oscura bordada en el pecho. “No tenemos ninguna camiseta, ni sus boinas; solo sus documentos emitidos por el Tercer Reich de los Juegos Olímpicos de Berlín”, me explicó hace poco don Luis, su hijo, no con poca molestia por lo cruel que son el tiempo, la humedad y las polillas. Valdivieso era, para entender su importancia en esta ‘U’ reforzada, uno de los dos futbolistas a los que Manguera Villanueva protegía, por jóvenes, por buenos, y por su conciencia de que una vida bohemia podría desviar sus carreras. “Mi abuela me contaba —recuerda don Luis, el hijo y ex ministro de Estado— que Manguera lo recogía temprano y lo regresaba igual temprano a la casa. Solo confiaba en él”.
El otro era Lolo, testigo de su matrimonio.
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El partido que los juntó con camiseta crema terminó en derrota, pero eso es solo una anécdota. De hecho, para la historia, para los ‘Lolistas’ y los íntimos que aman a Manguera, el partido debió terminar en el arranque, nada más. “A los 4 minutos —dice el reporte de La Crónica— un buen trabajo de Villanueva puso en juego a Lolo. Este recibió la pelota con el pecho, bajándola a sus pies para terminar con un tiro bombeado, fuerte, y de admirable ejecución, que batió a Huby”. Y luego remata: “A esta altura, Villanueva es el magnífico delantero a quien se admira”. Ni siquiera puedo imaginar lo que serían ambos hoy con redes sociales. Lolo tendría millones de seguidores en Twitter, Manguera sería trending todos los domingos. Un año después, entre noviembre y diciembre de 1935, Alianza Lima visitaría Chile en la que es probablemente la gira internacional más exitosa de su historia: jugó siete partidos, el Mago Valdivieso atajó cuatro penales y Lolo, el cañonero crema, fue el goleador del cuadro blanquiazul con cinco tantos.
Cuando Lolo marcó de penal el tercero de su equipo de toda la vida, empezó a llover. El sudor, las lágrimas: todo podía confundirse.