‘El limpiador’ es una película -la mejor que se ha producida en Perú para quien escribe- premonitoria: un virus azota el país y como consecuencia las ciudades lucen desiertas. Solo transitan algunos oficios esenciales, como el del personal sanitario que da título al filme; ellos deben desinfectar las casas de los fallecidos. En solo 8 años esta distopía cinematográfica se volvió costumbrismo y regaló una escena magnífica: el protagonista, Eusebio (Víctor Prada), lleva a un niño huérfano (Adrián Du Bois) a un Estadio Nacional vacío y le relata un partido que ambos deben imaginar.
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Este bello y triste homenaje al fútbol expresa perfecto aquello que los aficionados sentimos durante la cuarentena, así como lo que viviremos, presumiblemente, durante las condiciones que sucedan al aislamiento social. El fútbol cumple múltiples funciones: tribales, formativas, distractivas, económicas. Pero quizás la más acusada, la más imprescindible, sea la emocional. Una buena parte de la población de la Tierra se puede quedar en casa un mes, siempre y cuando haya un mundial que ofrezca dos o tres partidos diarios. La reclusión sin fútbol es doble castigo para el hincha.
Cada julio, con el receso de las ligas europeas, hay un amago de abstinencia. Sin embargo, la privación se compensa con otras disciplinas, otros deportes, otros balones, y se mantiene el consuelo del fútbol local. Hoy, periódicos y televisoras rascan y extienden el concepto de aquello que antes no cubrían:
- ¿Ajedrez en línea?
- ¿Por qué no?
- ¿Son los gamers los nuevos atletas de alta competencia?
- ¡Gran enfoque!
- En Bielorrusia todavía hay fútbol profesional.
- Siempre fui hincha del Bate Borisov.
- ¡Cumple de Chumpi!
- ¡Compro!
No es culpa de los periodistas, sino de la realidad. Con el archivo en modo sobreexplotación lo que queda son residuos informativos que, en algunos casos, en vez de satisfacer el hambre lo acentúan. La última variante es el trascendido de crisis interna. Sin los goles de fin de semana, que son al fin y al cabo el cemento que estructura a los grupos y les da propósito a las plantillas, los clubes son organizaciones vaciadas de sentido en el ámbito profesional. Los jugadores aceptarán o no la reducción de sueldo, pero el problema es que sin esos honorarios su estadía en tal o cual país, ciudad o institución es absurda. ¿Por qué alguien haría el sacrificio del recorte voluntario si solo está ahí por el dinero? La pandemia da demasiado tiempo para pensar y ninguna compensación semanal a cambio.
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En ligas más precarias como la peruana ocurre lo propio, pero en escala mayor: sin ingresos por taquilla, con la evidente renegociación de los contratos de patrocinio, con una FPF sancionada por irregularidades en las ventas de entradas y con la previsión de un año con tribunas vacías para la selección, ¿de qué nos preocupamos primero? Por ahora, solo de algo: la pelota no rueda y todos sufrimos.
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