Carlos López Degregori presenta su nuevo libro "99 púas". [Foto: El Comercio]
Carlos López Degregori presenta su nuevo libro "99 púas". [Foto: El Comercio]
José Carlos Yrigoyen

Anécdotas siniestras, formas etéreas que se pierden en la bruma, seres que han dislocado su yo para transfigurarse en personajes sórdidos y admonitorios. Estos son los elementos que nutren la extraña y dilatada obra de Carlos López Degregori (Lima, 1952), que de ser catalogada como un desconcertante esfuerzo marginal frente a las tendencias hegemónicas de la poesía peruana de los años setenta y ochenta, ha pasado a ser considerada como una de las más sólidas de su generación. Cuarenta años después de haber publicado su primer libro, Un buen día, aparece 99 púas, antología que resulta una ocasión idónea para revisitar los poemas representativos de ese pequeño y cruel universo que López ha edificado pacientemente.

Como todo territorio amplio y diverso, esta poesía ofrece etapas disímiles, ejecutadas con distinta fortuna. Sin duda la más importante es la primera, que empieza con el breve pero contundente Las conversiones (1983) y se clausura con Aquí descansa nadie (1999), alcanzando su mayor pico creativo en Cielo forzado (1988). En esos libros López Degregori nos invita a conocer historias de un mundo deteriorado en el que cada objeto es un símbolo marcado por la magia y la desolación, así como parcelas de ambigüedad y dolor habitadas por entidades míticas que inevitablemente siguen “un rastro fatídico”. Su centro de enunciación está cubierto por una sombra gótica y misteriosa que en vez de ocultar, sugiere, y de este modo potencia un discurso sembrado de lóbregas epifanías.

Roger Santiváñez regresa a la librería, cada uno con un nuevo libro. [Foto: El Comercio]
Roger Santiváñez regresa a la librería, cada uno con un nuevo libro. [Foto: El Comercio]

Sus siguientes libros —Retratos de un caído resplandor (2002) y Flama y respiración (2005)— manifiestan una indagación metafísica y la búsqueda de un asombro amparado en lo inasible y nebuloso; sin embargo, la ejecución de estos proyectos resbala en el retoricismo y hasta en la obviedad contra la que había luchado, casi siempre con éxito, en sus poemarios iniciales. La tercera etapa de la poesía de López es mucho más interesante, aunque también es una vuelta al redil: reaparecen la fascinación por los acontecimientos insólitos, el desdoblamiento de la personalidad, la subversión de los significados, si bien es cierto que desde una perspectiva en la que se ahonda la hórrida visión de sus poemas más reconocibles.

Otro curtido poeta que acaba de publicar es Roger Santiváñez. Su más reciente colección se titula Melagrana y es parte del ciclo que inauguró con Eucaristía (2004). Desde ese libro Santiváñez ha optado por trabajar un proyecto en el cual las ideas y la conversacionalidad han sido reemplazados por lo que él llama “la música surgida de la materia verbalis”. Sin duda esta decisión le ha deparado algunas conquistas estimables —no solo el referido Eucaristía, sino también Labranda o Sylva— pero también es cierto que hay un riesgo en mantener entrega tras entrega un aliento basado en ese precepto y no en pocas ocasiones el canto del poeta desfallece en el mero juego de palabras o en una versificación artificial o ampulosa.

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POESÍA

99 púas
Carlos López Degregori
Editorial: Esdrújula, 2018.
Páginas: 281
Precio: S/ 69.00

Con Melagrana podemos apreciar un poco de ambas cosas. Este es el décimo libro que Santiváñez publica apoyado en los ritmos y requiebres del neobarroco latinoamericano, y es lógico que a estas alturas caiga en la reiteración y lo formulaico, tanto desde lo formal como desde lo temático. Alguno de esos poemas me parece haberlos leído más de una vez en sus libros anteriores —sobre todo los que apelan a la callada contemplación de cielos límpidos y paisajes pacíficos y bucólicos— y eso no solo resta sorpresa y brillo a la lectura sino que hace cuestionar la explotación de una veta que parece haber brindado ya lo mejor de sí.

Y, sin embargo, Santiváñez tiene siempre algo bajo la manga para deslumbrarnos. En esta ocasión puedo mencionar dos poemas que deberían estar sí o sí en cualquiera de sus futuras antologías: “Mitología” e “Idilio”, donde la voz salvaje y erótica de sus primeros poemas —aquellos de la revuelta cobijada por la bandera negra de los ochenta— resurge con todo su fuerza y ardiente candor: la muestra palpable de que el chico que se declaraba con la mirada todavía tiene algo que decirnos.

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POESIA 

​Melagrana

Roger Santiváñez 
Editorial:
Casa vacía, 2018.
Páginas: 82
Precio: S/ 40.00

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