(Foto: El Comercio)
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Angus Laurie

El Perú no tiene una buena trayectoria en términos de la protección de árboles. En la primera reunión de los regidores de Lima, en 1535, declararon que “ninguna persona, vecino ni morador podría cortar ningún árbol”. Hoy en día, después de haber talado todos en la zona del Centro Histórico, está prohibido plantar árboles en las calles.

El árbol denominado quina también fue tan importante para la identidad del país que lo pusieron en el escudo en 1825, solamente para talarlos casi hasta su extinción. Dieciséis de las 20 variedades del árbol están extintas hoy en día.

Dicho esto, quizás no fue tan sorprendente escuchar al gerente municipal de Barranco decir que los ficus de la avenida Pedro de Osma “fueron plantados hace 120 años y debieron ser cambiados cuando cumplieron 50”. Sin embargo, el tiempo le da más valor a los árboles, no menos.

En esta columna he resaltado varias veces el valor de los árboles urbanos en un esfuerzo para defenderlos de las autoridades municipales. Más que ser solamente agradables a la vista, los árboles trabajan duro por la ciudad. Ellos limpian el aire, bajan el ruido, dan sombra, reducen el viento y suben el valor de los predios cercanos a ellos. Para las zonas de alto riesgo de inundaciones y deslizamientos, los árboles podrían tener un rol importante en absorber el agua, reducir la erosión y disminuir el riesgo de deslizamientos.

En el caso de Pedro de Osma, los árboles juegan un rol importante al definir el carácter del distrito. Son bellos y hacen que la ciudad también lo sea. Así, mejoran la calidad de vida y ennoblecen a todos quienes pasan por allí. Son irreemplazables por el tiempo que tienen y el cuidado invertido en ellos durante tantos años.

Ahora, Barranco ha solicitado la opinión de la Municipalidad de Lima para ver si deberían retirar los ficus de Pedro de Osma. Ojalá que Lima entienda mejor el valor patrimonial de los árboles y que se hagan todos los esfuerzos posibles para salvarlos.

Pero más allá de la decisión de Lima, es urgente que existan instrumentos de gestión que puedan sistematizar el mantenimiento, cuidado y la protección de los árboles en lugares como Pedro de Osma, para salvaguardarlos de la incompetencia de las municipalidades y de las empresas constructoras.

En Inglaterra, por ejemplo, la “Orden de protección de un árbol” es un documento que ayuda a conservar árboles especiales. Son el equivalente para los árboles a la declaración de un edificio como monumento histórico. Los árboles protegidos están evaluados sobre la base de cinco criterios que incluyen su talla y forma, su valor como una amenidad, su valor cultural e histórico, su relación con el paisaje urbano, y su contribución con el carácter de una zona de conservación. Justamente, todos los valores que cumplen los ficus en Pedro de Osma.

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