A Ricardo Badani no le gusta la prensa y por eso no tuvo hijos. Al menos esa fue la causa decisiva. Su desconfianza se hace evidente desde el momento en que nos abre la puerta de su casa –amplia, iluminada–, donde vive con sus seis esposas en Chosica. “Hoy en día se cree que la familia son los hijos y eso es estúpido”, añade. La suya la conforman Lola, Gaby, Beatriz, Elsa, Ninfa y Melissa. Ellas son su familia y ellas son familia.
En su casa han instalado una pequeña planta que produce yogures artesanales con leche de vaca, que llega a su puerta dos veces a la semana proveniente de una granja cercana. Debe estar recién exprimida o la devuelven: aquí todo es o blanco o negro; no hay grises. También hacen postres clásicos para su venta al público; dos de las esposas los suelen llevar a ferias instaladas por la zona durante los fines de semana. Les está yendo bien con el negocio.
Cada aspecto en el acuerdo –no legal, aunque Ricardo Badani confiesa que le gustaría poder casarse amparado por la ley– que existe entre los siete funciona a través de reglas basadas en el concepto de jerarquía; “son jerarquías múltiples que se entrelazan”, explica él. “Todas se sujetan a mí. Ese es el principio. La única diferencia entre las reglas de las mujeres y la regla del hombre está en que a mí me toca proteger y a ellas les toca ser protegidas”, asegura intentando parecer paternalista. Sin embargo, su filosofía esconde un machismo inaceptable en estos tiempos. “Esto incluye un componente especialmente importante: protegerlas de ellas mismas porque son mujeres. Te guste o no te guste, hay una diferencia entre los géneros, aunque las feministas no lo quieran reconocer. Hay una base neurofisiológica absolutamente demostrada [a Badani le gusta usar palabras largas] porque la mujer tiende a mezclar lo racional con lo emotivo, y cuando se altera puede hacer cosas que la pongan en riesgo o que la dañen”, sostiene. En el mundo de Ricardo Badani el tiempo se ha quedado estancado.
Aunque no para todo: a través del blog que lleva su nombre, Ricardo conduce, actualmente, citas por Skype con parejas o personas que tienen curiosidades sobre algún tema en particular. “No todo es sexo”, insiste. Pero suele serlo. Así ha sido su vida desde la primera vez que su historia lo catapultó a la fama más mediática tras su llegada de Chile, lo cual lo llevó a ocupar incontables espacios en prensa (incluida nuestra portada, en 1997) hasta tener un programa televisivo de efímera duración. Erotismo y sexualidad son conceptos que no parecen querer abandonarlo, aunque sus días se conduzcan ahora con más tranquilidad.
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