Desde que fue estrenado en Londres, en el 2005, la versión musical de “Billy Elliot” ha sido llevada con éxito por los escenarios del mundo. Tras la puesta en el teatro de West End, en el 2008 el montaje llega a Broadway, donde se ganó no solo los aplausos del público sino también el de la crítica especializada. Diez años después Los Productores realizaron la versión peruana de la obra. Esta fue dirigida por Juan Carlos Fisher y Vanessa Ferro como directora adjunto. Sin saberlo, ese primer trabajo en el teatro con un elenco mayoritariamente infantil se convertiría para Ferro en la preparación que necesitaba para dar el salto al importante circuito teatral de España, nada menos que con la misma aleccionadora puesta. Desde octubre del 2021 el Teatro Victoria de Barcelona acoge ocho veces por semana a “Billy Elliot, el musical” bajo la dirección de nuestra compatriota.
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Cruzar el charco
Era inicios del 2020 y nada hacía presagiar que un virus nos obligaría al encierro. Ferro se desempeñaba como codirectora de “Pantaleón y las visitadoras, el musical” cuando el destino puso a David Serrano en su camino. El guionista es uno de los escritores españoles más importantes de los últimos años y fue el encargado de hacer la adaptación de la obra que por entonces se montaba. “Él llegó a ver los ensayos generales, vio mi trabajo y de pronto me preguntó ¿te irías a España a quedarte como directora residente de “Billy Elliot”? Acepté algo sorprendida y luego de unos meses me llamó la productora Som Produce y confirmó el interés para que continuara la dirección en Madrid”, cuenta Ferro. La pandemia hizo que el proyecto se truncará, pero luego se concretó la temporada en Barcelona, ciudad donde hace un mes la puesta superó la función número mil en España.
"Aquí se sorprenden cuando les digo que las temporadas en Lima no duran más de tres meses. ¿Y, entonces por qué la hacen?, me preguntan. Mi respuesta es la más cliché del mundo: por amor al arte”.
La estadía en la península ha significado un largo aprendizaje para Ferro que, además de contar con un reparto de 90 personas -alrededor de 30 adultos y 60 niños- y una orquesta de 10 músicos que toca en vivo, ha debido adecuarse a los cambios propios de la profesión en ese país. Por ejemplo, según reglamento los niños no pueden tener más de dos funciones a la semana, eso explica que el elenco sea numeroso, pero además que el ensayo sea muy disciplinado y constante. “Diariamente tenemos sobre el escenario 30 actores, pero hay que jugar con varias combinaciones. Aquí existe, además, la figura del ‘cover’ y ‘swing’, que son actores que se saben varios papeles por si sucede alguna eventualidad y deben entrar a escena. Todo aquí está por lo menos duplicado y hasta triplicado”, precisa.
La temporada de “Billy Elliot” en Barcelona concluirá en mayo, tras ocho meses. Ese tiempo es el mínimo que se necesita para recuperar la cuantiosa inversión que requiere un montaje de esta magnitud. Aunque las comparaciones son odiosas, Ferro menciona que la realidad del teatro musical en Perú es totalmente diferente. “Aquí se sorprenden cuando les digo que las temporadas en Lima no duran más de tres meses. ¿Y, entonces por qué lo hacen?, me preguntan. Mi respuesta es la más cliché del mundo: por amor al arte”. Sucede que, como ella precisa, el público para este tipo de obras en nuestro país es limitado. “Llegar a tres meses en Perú es bastante, porque no tenemos público acostumbrado a ver estos espectáculos. Pero hemos ido creciendo de a poquitos porque antes la temporada duraba la mitad o hasta menos”.
Como se sabe, “Billy Elliot” destaca por su contenido y el gran mensaje que difunde: la historia de un niño que quiere bailar ballet y se enfrenta los prejuicios de una sociedad machista y homofóbica ha calado hondo. Al respecto, Ferro precisa que siente que la obra ha colaborado con un granito de arena en temas tan importantes como la tolerancia, y el respeto a las diferencias. “Ver a niños tratando de dar giros luego de ver la función es emocionante”.
Ferro ha confirmado también que trabajar con chicos es muy gratificante. Ver su empeño y disciplina, dice, es una delicia. Aunque la obra no está dirigida exclusivamente a los pequeños, la pueden ver desde los ocho años y la entienden a la perfección. “Servirnos del teatro para educar me parece un gran privilegio”, precisa. Y es por esa senda que espera continuar.
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