En septiembre de 2013, mientras iba camino a una audiencia con el entonces heredero al trono de Arabia Saudita, Salman bin Abdulaziz, no podía evitar pensar en mi anterior visita a este país.
Había sido en 2004, mientras Salman bin Abdulaziz era gobernador de la capital Riad, un comando armado atacó al equipo de la BBC del que yo era parte. En el ataque, yo quedé herido de gravedad y el camarógrafo Simon Cumbers murió debido a las balas.
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A mí me contaron que el príncipe me había visitado en el hospital, pero no lo recuerdo porque estaba en un coma inducido.
Ahora, Bin Salman es rey. Un rey con una salud frágil. Incluso en 2013 se notaba que le costaba moverse y hablaba con dificultad.
Pero, mientras avanzaba hacia la audiencia, apenas noté la presencia de un hombre sentado detrás de mí y que sin llamar mucho la atención tomaba notas en una libreta.
Asumí, erróneamente, que se trataba de un jefe de gabinete o un secretario privado del entonces príncipe heredero. Una vez terminó la audiencia me acerqué y le pregunté quién era.
“Soy el príncipe Mohamed bin Salman. Soy abogado. Usted acaba de hablar con mi padre”, me dijo de manera sencilla y sin pretensiones.
Ese joven, de apenas 28 años, se convertiría en uno de los hombres más poderosos del planeta. Y, a la vez, uno de los más controvertidos que el mundo árabe ha conocido.
Caso Khashoggi
El 2 de octubre de 2018, poco después de ingresar al consulado de Arabia Saudita en Estambul, el periodista -y fuerte crítico de Bin Salman- Jamal Khashoggi fue reducido por un grupo de agentes de la inteligencia saudí enviado desde Riad. Lo asesinaron, lo desmembraron y finalmente hicieron desaparecer su cuerpo.
Miles de personas han muerto por la guerra que ha devastado Yemen, muchos a causa de ataques aéreos de la coalición liderada por Arabia Saudita. Y cientos de voces críticas de MBS, como se lo conoce a Bin Salman, han desaparecido en prisión.
Pero tuvo que ocurrir la particularmente violenta muerte de Khashoggi para que el mundo se tornara en contra del príncipe heredero.
El gobierno de Arabia Saudita ha negado la implicación del príncipe en el crimen. En Occidente, muchas agencias de inteligencia creen que MBS sabía lo que iba a ocurrir con el periodista.
De hecho, de acuerdo a algunos reportes, la Agencia de Inteligencia de EE.UU. (CIA, por sus siglas en inglés) cree que él mismo ordenó el asesinato.
Y aunque el propio príncipe ha dicho que “asume toda la responsabilidad” por lo que ocurrió, eso no es lo mismo que aceptar la culpabilidad, que él y su gobierno continúan negando.
Una pieza clave en todo este misterio es uno de los exconsejeros más cercanos a MBS: Saud al Qahtani, expiloto de la fuerza aérea de 41 años.
Hasta que fue retirado de su trabajo, poco después del asesinato de Khashoggi, él fue una de las personas más cercanas al príncipe dentro de la corte real.
Según reportes de inteligencia, Al Qahtani coordinó un riguroso monitoreo de ciudadanos sauditas dentro y fuera del país, y para ello usó un software invasivo.
Dicho programa le sirvió para intimidar y amenazar a través de las redes sociales a personas críticas de MBS o del gobierno.
Hacia mediados de 2017, con blogueros sauditas y activistas por la democracia y por los derechos humanos en la cárcel, Khashoggi sabía que estaba en peligro.
En junio de 2017, cuando MBS se convirtió en el heredero de la corona, Khashoggi huyó del país y se exilió en EE.UU.
El periodista, que tenía 59 años al momento de su muerte, siempre se había dicho un patriota saudita.
Poco después de su salida de Arabia Saudita, comenzó a escribir columnas en The Washington Post en las que criticaba el estilo de gobierno de MBS.
Fuentes cercanas al príncipe señalaron que esos escritos lo habían irritado bastante.
Otra cosa que lo preocupó fue el plan de Khashoggi de lanzar un movimiento de libertad de expresión en el mundo árabe. Y lo veía como una amenaza: era uno de los periodistas más prominentes de Medio Oriente.
La historia de Arabia Saudita está llena de casos en los que aquellos considerados disidentes en el extranjero son secuestrados, llevados a Riad y puestos "en cintura" de nuevo.
Pero nunca asesinados. Y mucho menos fuera del país.
La muerte de Khashoggi dentro del consulado en Estambul se convirtió en un escándalo internacional.
Al principio, el gobierno saudí negó cualquier relación con el caso. Después dijo que se había tratado de una “operación no autorizada” en la que agentes sauditas se habían excedido en sus funciones.
Pero los organismos de inteligencia de Occidente no dudan en señalar que se trataba de una operación que involucraba, si no a MBS, sí a su círculo más cercano.
Y cuando EE.UU. sancionó a 17 personas presuntamente involucradas en el hecho, Saud al Qahtani estaba en el primer lugar de la lista.
Sin embargo, hasta la fecha, no hay una evidencia irrefutable que vincule a MBS con el crimen.
Solo, tal vez, que según un documento de The Wall Street Journal, Al Qahtani y MBS intercambiaron al menos 11 mensajes de texto antes, durante y después de que Khashoggi fue asesinado.
Pero dejemos algo en claro: en los países del golfo Pérsico, donde viví y trabajé, no existe nada parecido a una “operación no autorizada”. Nada, pero absolutamente nada, se hace sin el visto bueno de la gente en el poder.
En agosto de 2018, antes del asesinato, Al Qahtani había escrito un tuit en el que decía: "¿Creen de verdad que tomo decisiones sin antes consultarlas? Soy un empleado y un ejecutor de las órdenes del rey y el príncipe heredero".
Un agente de inteligencia británico fue más claro: "Es inconcebible que MBS no supiera nada de eso".
Pero a pesar de los mea culpa del príncipe y el gobierno, lo cierto es que los reportes afirman que aunque Al Qahtani fue removido de su puesto no ha sido detenido por ninguna autoridad saudí.
“No lo han llevado ante una corte, pero continúa involucrado en temas de ciberseguridad”, le dijo a la BBC una fuente cercana al círculo del príncipe.
El gobierno saudita llevó a juicio a 11 personas involucradas en el asesinato, pero nueve meses después siguen sin conocerse condenas o castigos o siquiera una señal de cuándo el juicio va a terminar.
Pese a las sombras sobre los castigos y la justicia, son pocos los que dudan del daño que el "caso Khashoggi" le ha hecho a la imagen de MBS y del país en general.
¿Una Arabia Saudita más suave?
A las afueras de Riad se vive una fiesta gracias a un concierto del famoso DJ francés David Guetta. Los asistentes son jóvenes vestidos a la moda occidental.
Una mujer maneja un lujoso vehículo, como forma de ejercer su recién adquirido derecho a conducir, y se estaciona cerca de un lugar donde la gente se deleita con un concierto de Black Eyed Peas y Enrique Iglesias.
Esta es la nueva Arabia Saudita decretada por su príncipe heredero MBS.
Para cualquier persona que haya visitado el país hace unos años, esta transformación es impresionante.
Antes era un lugar donde la Mutawwa, la policía religiosa, cerraba cafés y ordenaba apagar la música en las tiendas.
Pero desde que MBS se convirtió en el príncipe heredero, y con el apoyo del rey Salmán, se ha intentado cambiar esa imagen gris del país.
Y nunca antes ese cambio le gustó tanto a Washington y a la Casa Blanca en particular.
Desde entonces, Arabia Saudita ha fortalecido aún más las relaciones con EE.UU. y Donald Trump escogió al reino saudita como su primer destino a visitar tras asumir la presidencia. Viajó allí en mayo de 2017.
Y su yerno, Jared Kushner, estableció una estrecha relación con MBS.
Buscando aplicar un "islam moderado", MBS ha permitido recitales en público e incluso la celebración de una misa copta.
En el ámbito local, su popularidad es enorme, especialmente entre la juventud, que no se había logrado relacionar con los monarcas que les llevaban casi 50 años. MBS tiene apenas 34.
"Ha sido un líder muy esperado. No se había visto un príncipe con su carisma desde su abuelo, el rey Abdulaziz", dijo el abogado Malek Dahlan.
Pero un exdiplomático británico que ha tratado bastante con MBS y que prefiere mantener en reserva su nombre, es claro en su definición:
“MBS tiene esa extraordinaria confianza en sí mismo. Es como una llama solar. Simplemente explota en ideas y energía. Pero a la vez, puede ser demasiado confiado y tiene en sí una actitud un poco amateur”.
Pero también hay una veta siniestra en todo eso.
La disidencia
Si se trata de definir la actitud de MBS para impulsar sus reformas, se podría decir que al hombre no le gusta la disidencia.
Blogueros, clérigos, militantes feministas, representantes de ambos bandos políticos, todos han terminado en la cárcel bajo las leyes que no permiten ni un ápice de disenso o discusión.
En su informe anual, la organización internacional Human Rights Watch reveló que "las autoridades sauditas intensificaron sus arrestos arbitrarios, juicios sumarios y condenas de disidentes pacíficos y activistas en 2018, incluida una represión coordinada a gran escala contra el movimiento por los derechos de las mujeres".
¿Pero no es el mismo príncipe quien le otorgó a las mujeres el derecho a conducir?
Sí. Pero lo que MBS quiere es que los cambios vengan de la corte real, no de una revolución popular.
Un ejemplo de ello es Loujain alHathloul, una joven que pasó su cumpleaños número 30 en la cárcel.
¿Su crimen? Luchar por el derecho de las mujeres a conducir y el de reducir el control que tienen los hombres en Arabia Saudita sobre el destino de las mujeres.
Ambas cosas se consiguieron. Pero es posible que a MBS le haya molestado el hecho de que las mujeres que habían luchado por ello se llevaran el crédito que él quería para sí.
Al Hathloul fue arrestada en mayo de 2018 y organismos internacionales han acusado al gobierno de torturar a la joven.
Pero la administración saudí ha negado tales acciones. Durante una entrevista con la cadena estadounidense CBS, el príncipe heredero señaló que se encargaría personalmente de investigar dichas acusaciones.
Más de 30 países hicieron un llamado para que Arabia Saudita saque de la cárcel a las activistas. Algunas de ellas fueron dejadas en libertad bajo fianza. Y tanto EE.UU. como Reino Unido afirman que han planteado exigencias en tal sentido al más alto nivel.
Pero sus familiares indican que, en agosto de 2019, funcionarios sauditas se acercaron a la joven en prisión y le exigieron que firmara un documento que descartaba que la hubieran torturado. Ella se negó.
Y no son solo las mujeres. También hay hombre en la cárcel por su activismo.
En septiembre de 2018, los fiscales sauditas anunciaron un castigo de cinco años de cárcel y una multa de US$650.000 para quien fuese sorprendida compartiendo cualquier contenido en redes sociales que, de acuerdo a las autoridades, afecte la moral pública.
Y MBS lo acepta, de alguna manera. En entrevistas ha admitido que muchas personas están en prisión, pero señala que ése es el precio necesario que se paga cuando se lleva adelante una reforma de esta envergadura.
Pero, ¿cómo un hombre prácticamente desconocido hace seis años, se convirtió en la figura más poderosa de Medio Oriente?
“Hijo de la tierra”
Nacido el 31 de agosto de 1985, Mohamed bin Salman creció como la mayoría de los casi 5.000 príncipes que hay en el país: en un mundo de confort y privilegio.
Como uno de los 13 hijos del rey, su infancia transcurrió en los custodiados palacios de Riad. Sirvientes, cocineros, conductores, todos dispuestos para su servicio.
Algunos describen a MBS como un estudiante aplicado, cuidadoso a la hora de tomar apuntes, pero Rachid Sekkai, quien vivió en el palacio y fue tutor del príncipe, señala otra cosa: que le gustaba pasar más tiempo con los guardias del palacio que un salón de clases.
"Se notaba que podía hacer lo que se le antojaba", dijo Sekkai.
Algo llamativo de MBS es que cuando su padre le ofreció la oportunidad de irse a estudiar fuera -como hace la mayoría de los príncipes, que viajan a Reino Unido o Estados Unidos-, él la rechazó.
En cambio, terminó graduándose en derecho en la Universidad Rey Saúd.
Esta inusual decisión marcó en cierta medida su destino.
Por una parte, muchos lo aceptaron como "un hijo de la patria". Pero a la vez, no solo su inglés es bastante pobre sino que además perdió la capacidad de poder entender la mentalidad occidental, una mirada que otros príncipes adquieren durante sus estudios en el exterior.
Otra característica llamativa es que, mientras en Arabia Saudita no es raro que un hombre tenga hasta cuatro esposas, MBS solo tiene una. Y respecto a su familia, el príncipe es bastante celoso de su vida privada.
Entonces, ¿cómo pasó de ser un abogado de bajo perfil a un poderoso príncipe?
La respuesta está en una combinación de poderes políticos, protección paterna y carácter individual.
Después de pasar varios años como un miembro del gobierno, donde su padre lo tenía en puestos importantes, en 2015 MBS comenzó a elevar su perfil.
La muerte del rey Abdulá, en enero de ese año, significó el paso del reino a las manos de su padre, el rey Salmán, que accedió al trono con 80 años de edad.
Y en ese momento, en el que podía tomar cualquier decisión que quisiese, puso a MBS en cargos fundamentales como ministro de Defensa y jefe de ministros de la Real Corte.
Entonces, Arabia Saudita comenzó a lidiar una crisis en el sur del país.
En Yemen, el grupo rebelde de los hutíes marchó hacia Saná, la capital, derrocó al presidente y tomó el control de la parte occidental del país.
Los hutíes tienen unos vínculos ideológicos y religiosos con Irán que Arabia Saudita no ve con buenos ojos.
En 2015, sin consultar con la mayoría de los otros miembros de la realeza y sin darle aviso a los aliados, MBS inició una guerra contra los hutíes liderando una coalición de 10 países.
La razón oficial fue la de restablecer el gobierno reconocido por la ONU en Yemen.
La razón extraoficial fue enviar un mensaje a Irán: Arabia Saudita no iba a permitir un gobierno financiado y controlado por ellos en su frontera sur.
Arabia Saudita pensó que sería una guerra express con una victoria segura.
Pero se ha convertido en un conflicto sangriento que ha devastado gran parte de Yemen.
Un conflicto que ha dejado cerca de 20 millones de personas afectadas por la guerra.
Al principio, sus aliados -como Estados Unidos, Reino Unido, entre otros- mostraron su apoyo decidido.
Pero el conflicto se ha desviado. La ONU ha dicho que gran parte de las muertes civiles en Yemen han sido causadas por los bombardeos de la coalición liderada por Arabia Saudita.
Los hutíes también han sido acusados de crímenes de guerra, de sembrar territorios con minas antipersonales y retener la ayuda humanitaria.
Desde el inicio del conflicto se ha hecho un llamado para que se detengan los crímenes contra los civiles. Yemen se ha convertido en la crisis humanitaria más grave en el planeta.
Poder y percepción
Pero fue el 20 de junio de 2017 cuando cambió la historia para MBS: el príncipe heredero en ese momento, Mohamed bin Nayef (que había sido nombrado por el monarca en 2015), fue llamado por el rey Salmán para ordenarle que renunciara a su título en favor de MBS.
En Arabia Saudita, el poder del rey es absoluto. No se discute. No hay debate.
Entre MBS y el rey Salmán se había conjurado un limpio golpe real sin derramamiento de sangre.
Con el poder en la mano, el ya príncipe heredero se dedicó a reformar el país.
En noviembre de 2017, se ordenó el arresto de 200 prominentes príncipes acusados de corrupción. Todos fueron encarcelados en el lujoso hotel Ritz Carlton de Riad.
Críticos de MBS señalaron que la movida no tenía tanto que ver con los actos de corrupción de los príncipes, como con el deseo de neutralizar a cualquier persona que pudiera desafiarlo.
La mayoría de los príncipes pertenecía a la rama de la alguna vez poderosa familia que descendía directamente del rey Abdulá.
De ese modo también logró poner los tres cuerpos de seguridad del país bajo su control: la Guardia Nacional, el Ministerio del Interior y el Ejército.
El poder de MBS parece absoluto.
Pero sus movimientos resultan paradójicos: mientras en el extranjero se preguntaban si era seguro hacer negocios en Arabia Saudita al ver a los príncipes encerrados, en el ámbito local se escuchaban los aplausos a lo largo y a lo ancho del país.
A pesar de que Arabia Saudita es el principal exportador de petróleo en el mundo, gran parte de su población vive en la pobreza. Así que ver a los príncipes encerrados, aunque fuera en un hotel, le granjeó varios seguidores.
Otro plan clave para MBS es diversificar la economía del país para no depender del petróleo.
Y su plan, llamado Visión 2030, es bastante ambicioso.
Además de la ambición de convertir a Arabia Saudita en un centro de negocios que conecte a Europa, Asia y África, y abrir el país al turismo, hay otro proyecto fundamental.
Se llama NEOM, una ciudad futurística en la esquina noroeste del país, cerca de Egipto, Israel y Jordania.
En los mismos lugares donde se volvió héroe Lawrence de Arabia durante la primera Guerra Mundial, se pretende construir una megaciudad a un costo de US$500.000 millones.
Y que tenga todo lo que se espera de una ciudad del futuro: robots, drones, inteligencia artificial y hogares alimentados por paneles solares.
Se espera que comience a funcionar hacia 2025.
Pero existen varias dudas en torno al proyecto.
"No es un proyecto realista. NEOM ha sido siempre una fantasía y es un indicativo de la distancia entre la ambición y la realidad que caracteriza la forma en que MBS mira al mundo", le dijo un economista que conoce el proyecto a la BBC.
NEOM se continúa construyendo, pero no a la velocidad esperada.
Y la muerte de Khashoggi tiene mucho que ver con eso.
Las consecuencias
Ahora, en Occidente, quien alguna vez fue visto como un visionario y reformador, es ahora ampliamente rechazado, al menos en público.
"El asesinato de Khashoggi puso a Arabia Saudita en el 'Club de los Asesinos'. Puso a MBS en la misma categoría de Gadafi, Hussein y Al Asad. Un club al que el reino nunca perteneció", le dijo a la BBC un analista de la región, que como la mayoría de las personas prefiere reservarse su nombre.
En forma privada, los negocios continúan. La economía saudita es muy grande y los contratos son demasiado lucrativos para que los empresarios en Occidente los rechacen.
El presidente Trump, entre tanto, permanece como un aliado inamovible.
El Congreso ha intentado sin éxito detener las ventas multimillonarias de armas, pero Trump las ha bloqueado, tanto por razones estratégicas como financieras.
El enorme mercado saudita, junto con su valor estratégico percibido como un baluarte contra el expansionismo iraní, significa que las críticas del gobierno probablemente siempre serán moderadas.
Pero la evidente desaprobación en Occidente a los problemas de derechos humanos de Arabia Saudita ha tocado un nervio sensible en Riad.
Los sauditas están tratando de cambiar el tono.
La nueva enviada a Washington es la princesa Reema bint Bandar al Saud, la primera embajadora del país y una sofisticada empresaria que lleva años viviendo en Estados Unidos.
Reema será el rostro público de la diplomacia saudita en una capital donde los congresistas cuestionan seriamente la validez de la asociación entre Estados Unidos y Arabia Saudita.
Pero los sauditas también están explorando activamente las relaciones con otros socios estratégicos, con Rusia, China y Pakistán, ninguno de los cuales plantea preguntas incómodas sobre los derechos humanos.
En el transcurso de los últimos meses, algunas declaraciones y acusaciones condenatorias han salido a la superficie, especialmente de los funcionarios de inteligencia de EE.UU.
Y la relatora especial de la ONU Agnes Callamard recuerda que las sospechas occidentales aún recaen en MBS por haber ordenado personalmente el asesinato de Khashoggi.
Callamard se mantiene firme en que él debe ser considerado responsable del asesinato.
Sin embargo, en casa, las acciones de MBS están subiendo.
"Hable con cualquier persona entre 16 y 25 años y lo ven como un héroe. Les encantan los cambios socioculturales que está trayendo, haciendo retroceder el poder de los fundamentalistas religiosos", dijo un analista de la situación en el golfo.
Hay pocas señales de que bajo MBS, Arabia Saudita esté a punto de hacer algún movimiento real hacia la democracia. Cualquier cuestionamiento público, y mucho menos críticas, hacia la familia real y sus políticas conlleva el riesgo de encarcelamiento.
Durante años, MBS ha disfrutado del respaldo absoluto de su padre, el rey Salmán, y no hay desafíos evidentes para su gobierno.
Dentro del círculo de la Corte Real de MBS existe la opinión de que la tormenta en Occidente sobre su presunto papel en el asesinato de Khashoggi eventualmente se olvidará.
Probablemente tengan razón.
En muchos aspectos, MBS es Arabia Saudita. No es demócrata, no es reformador político; para muchos, es simplemente un dictador.
Pero MBS es, sin duda, un modernizador económico y social.
Y a los 34 años sabe que cuando muera el rey, podría acceder al trono del país más grande de Medio Oriente no solo durante una década, sino durante los próximos 50 años.