"El primer problema aparece cuando se trata de responder qué es exactamente lo que distingue a los humanos de otros animales".
"El primer problema aparece cuando se trata de responder qué es exactamente lo que distingue a los humanos de otros animales".
Daniela Meneses

Una de las dificultades del debate público sobre las corridas de toros y peleas de gallos es que tres temas aparecen juntos, cuando en realidad deberían pensarse por separado: si el debería o no prohibir estos eventos; si se trata o no de manifestaciones culturales; y cómo entendemos el estatus de la vida y las capacidades de los . Después de todo, alguien puede pensar, por ejemplo, que los animales están sufriendo, que no se trata de una manifestación cultural, y que aun así el Estado no puede prohibirlos dado que esto sería una intervención más allá de sus atribuciones. O que el concepto de sufrimiento no aplica realmente a los animales, que estamos ante una manifestación cultural, y que el Estado debe prohibirla en tanto atenta contra la dignidad humana. No digo que todas las posturas sean igual de justificadas, pero sí que ganaríamos claridad yendo punto por punto.

Gran parte de la discusión pública se ha centrado en el rol estatal y el carácter cultural del evento, pero poco se ha dicho sobre el estatus de los animales (a pesar de que es uno de los puntos desarrollados en el proyecto de sentencia del). En realidad, sin embargo, podríamos usar este caso para comenzar a repensar nuestra relación como sociedad con otros seres vivos.

Hay una pregunta presentada por Robert Nozick que se ha quedado conmigo desde hace muchos años: si es que vinieran seres de otra galaxia, ¿estarían justificados a hacer con los humanos lo que quisieran? No se trata, por supuesto, de una pregunta práctica (“¿todavía?”, según Nozick), pero sí de un ejercicio que el filósofo estadounidense presenta para hacernos pensar “¿qué es aquello que en tanto personas nos distingue de los animales, y que implica que limitaciones estrictas se apliquen a cómo se puede tratar a las personas, pero no a los animales?”.

El trabajo de la especialista en ética animal Lori Gruen sirve para entender el panorama de la discusión actual sobre el estatus de los animales. Gruen da cuenta del argumento del “excepcionalismo humano”, una idea según la que nosotros –al estar psicológica e intelectualmente distintanciados de los animales– no tenemos responsabilidad ética hacia ellos. Para muchos proponentes de esta perspectiva, esto no quiere decir que un trato cruel a los animales sea moralmente neutro, sino que este tipo de conductas es éticamente condenable en tanto “reflejan un tipo de personalidad que muchas veces permite que una persona actúe de manera no ética hacia otros humanos”.

El primer problema de esta postura, dice Gruen, aparece cuando se trata de responder qué es exactamente lo que distingue a los humanos de otros animales: “resolver problemas sociales, expresar emociones, comenzar guerras, desarrollar culturas […] Resulta que ninguna de estas actividades es de manera tajante exclusivamente humana”. Hay diferencias importantísimas entre humanos y animales, por supuesto, pero en cierto sentido se trata más de un asunto de grado. Y, en cualquier caso, nos damos con la segunda dificultad: tratar de justificar el que los humanos tengan más valor que los animales. “La habilidad de usar herramientas, la posesión de una teoría de la mente, poder planear a futuro, tener sentido del humor […] todo requiere habilidades cognitivas características de un adulto promedio humano. Pero no son capacidades que todos los humanos tengan. Y algunos animales las tienen, muchas veces en formas menos sofisticadas”.

Para Gruen, entonces, la conclusión de que no haya una capacidad exclusivamente humana que justifique que solo nuestras pretensiones importen es que aparecerán conflictos entre humanos y animales. Y para resolverlos hay diversos marcos, como el utilitarismo, la visión desde los derechos, la ética feminista y el enfoque de las capacidades.

No tengo espacio para desarrollar estos puntos, pero espero que la idea quede clara: no sería tan fácil argumentarle a un ser de otra galaxia por qué puede organizar corridas de toros y peleas de gallos, pero no de humanos.