"Mostrar tantas imágenes de violencia indiscriminada es también un acto de violencia". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Mostrar tantas imágenes de violencia indiscriminada es también un acto de violencia". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Alonso Cueto

Si algún día los historiadores quisieran revisar la historia de estos años, basándose solo en sus noticieros televisivos matutinos, dirían que nuestro país fue un auténtico infierno. En casi todas las pantallas matinales la sucesión de imágenes de robos, violaciones, asesinatos, es infinita y reiterada. Es obvio que estas imágenes cumplen un rol de denuncia fundamental, pero rara vez los noticieros se preguntan sobre sus causas. Nos dan una noticia sobre el vuelco de un ómnibus pero no nos ofrecen un informe sobre la situación de las carreteras en la provincia afectada. Nos hablan de un feminicidio pero no sobre las circunstancias sociales, la cultura del odioso machismo, que llevan a un hecho de ese tipo. Buscan impresionarnos (aunque con tanta repetición, muchos ya estarán cansados), pero no a pensar más allá del hecho. En estos casos la televisión fomenta espectadores primarios y elementales.

Es muy probable que se haya llegado a la conclusión de que lo que da rating es la , lo que no es una razón para echar mano solo de ella. Los noticieros no deberían ser un vehículo para escarbar el morbo del espectador sino un espejo temporal en el que podemos conocer y entender el mundo, más allá de nuestras barreras. Todo el mundo, y no solo el más violento y primario.

Por supuesto que hay excepciones. Vi una de ellas hace unos días, cuando el noticiero matinal del Canal 7 mostró la historia de una señora mayor, monolingüe y quechuahablante, que se había perdido en una calle transitada de Lima. Un policía que no la conocía pero que intuía su problema se acercó a ella y le habló en quechua ayudándola a orientarse. El noticiero del 7 también presentó este miércoles un informe sobre nuevos empresarios del calzado para la campaña escolar llenos de sugerencias respecto de sus productos. Como estos, nuestra realidad abunda en ejemplos que muestran la solidaridad, la y el impulso al progreso, planificado o espontáneo. Es posible que algunos piensen que esos episodios no generan sintonía, pero no estoy tan seguro. Recuerdo una publicación en un diario que hablaba de los “héroes anónimos” en distintas ciudades: enfermeras, maestros, policías, con sus historias. Era una de las más leídas.

Si los estudios de márketing indican que es cierto que solo la violencia produce rating, algunos noticieros matinales son el circo romano moderno. Si bien el circo romano, creado por el rey Lucio Tarquinio Prisco, albergaba carreras con cuadrigas, también incluía peleas de gladiadores, que resultaban una exhibición de salvajismo, celebrada por la multitud. Allí también se echaba a los cristianos algunas veces para ser devorados por los leones. Los emperadores necesitaban estas exhibiciones para calmar las ansias de la gente. Esa misma práctica se extendió a las ejecuciones en la plaza pública en muchas capitales europeas, que siempre atraían mucho público (algunas familias llevaban algo para comer mientras veían una ejecución). Un ejemplo fue el uso de la guillotina que el señor Joseph Guillotin, médico y diputado francés, propuso en 1789 para suavizar las ejecuciones, en vista de que el hacha no siempre era efectiva. Irónicamente, monsieur Guillotin se oponía a la pena de muerte. Su nombre, sin embargo, quedó asociado a su uso indiscriminado. ¿La televisión de hoy sigue la lógica popular de un circo romano y una plaza de guillotinas?

Aunque es cierto que muchos periodistas y directores de noticias se inhiben de mostrar escenas escabrosas, mostrar tantas imágenes de violencia indiscriminada es también un acto de violencia que no refleja la variedad del mundo ni nos ayuda a comprenderlo. A ver si alguien nos da un poco más de variedad.

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