Iván Alonso

Es difícil detener un que avanza a 200 kilómetros por hora, como se supone avanzará el que el Gobierno quisiera construir entre e . Ese tren arrancó en el 2016, cuando el expresidente Pedro Pablo Kuczynski viajó a China, no sabemos si llevando o trayendo la idea. El viaje de la presidente Dina Boluarte ha hecho sonar la sirena otra vez. Recientemente el Ministerio de Transportes y Comunicaciones anunció que se ha aprobado la “viabilidad” del proyecto. El siguiente paso es la elaboración del expediente técnico, que debe arrojar una estimación detallada del costo de construcción, sin la que no se puede decir si el ferrocarril realmente es o no es viable. Económicamente viable, queremos decir; políticamente viable, es otra cosa.

El estimado inicial (o “guesstimate”, como dicen los gringos) es que el ferrocarril costará US$6.500 millones. ¿Vale la pena gastar esa cantidad de plata cuando hay ciudades que no tienen agua las 24 horas del día? Saquemos lápiz y papel.

Imaginemos que el tren no consuma combustibles ni electricidad; que no tenga operarios; que no necesite repuestos. Solamente para recuperar la inversión en un horizonte de 50 años, con una rentabilidad del 8%, que es la valla puesta por el Ministerio de Economía y Finanzas para los proyectos de inversión pública, el ferrocarril tendría que generar ingresos de US$530 millones al año, casi un millón y medio de dólares al día. Uno puede ir de Lima a Ica en ómnibus por S/40, un viaje que toma cinco horas, así que difícilmente pagará más S/70 (o US$20) por ir en tren, aunque se ahorre dos o tres horas de viaje. Para llegar al millón y medio de dólares, se necesita 75.000 pasajeros diarios: 37.500 de ida y 37.500 de vuelta.

Por el peaje de Jahuay, en Chincha, pasan 6.000 vehículos diarios. Poco más de la mitad son vehículos livianos. Del resto, una parte son camiones; y los camioneros, naturalmente, no viajan en tren. A todo dar, viajarán 100.000 personas diariamente entre Lima e Ica y viceversa. ¿Es verosímil que el 75% deje su carro en su casa o se baje del ómnibus para subirse a un tren que le va a costar el doble? No, no lo es. ¿Cuánto tendría que crecer el volumen de pasajeros año a año, partiendo de una base más baja, para que el tren se justifique? Seguramente más rápido que el propio tren.




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Iván Alonso es Economista