Si nos guiamos por lo que dijo la presidente Boluarte en su reciente mensaje a la nación, de aquí a fin de año se reunirá en algún momento el Consejo Nacional del Trabajo (CNT) para discutir –“técnicamente”, por supuesto– un posible aumento del sueldo mínimo. La idea, sin embargo, de definir técnicamente el sueldo mínimo envuelve una circularidad de la que solo se puede salir con un acuerdo político, por no decir arbitrario.
La idea es que el sueldo mínimo, fijado en S/1.025 mensuales desde mayo del 2022, se ajuste por el aumento en la productividad y la inflación acumulada desde entonces. El problema es que no existe una medida independiente de la productividad. La única manera de estimarla es observando las remuneraciones que se paga en el mercado.
Las remuneraciones del mercado reflejan lo que una persona más con determinadas especialidad y experiencia puede contribuir al valor agregado –el margen entre las ventas y las compras de insumos– de sus potenciales empleadores. En los libros de texto, esa contribución es igual a la productividad física multiplicada por el precio del producto. Eso nos da la pauta de lo que tendría que hacer el CNT: tomar con una mano el aumento de la productividad física y con la otra el aumento del nivel de precios, barajar y ¡listo! Pero la productividad física solamente es medible en algunas ocupaciones; no en todas. No podemos contar los consejos de un abogado de la misma manera que contamos cuántas muelas saca una dentista. De algunos empleados, como los gerentes de compras, no se espera que produzcan más, sino que ayuden a gastar menos.
A pesar de la inevitable subjetividad del caso, no nos cabe duda de que un empleador –en el sector privado, al menos– trata de hacer su mejor estimación de la contribución que podría hacer un trabajador antes de ofrecerle un sueldo. Dicho de otra manera, las remuneraciones de mercado son la auténtica medida de la productividad de los trabajadores con determinadas habilidades y experiencia. La tarea que se pretende encomendarle al CNT es la de “second guess” a los gerentes de personal o a los mismos dueños de las empresas: adivinar qué es lo que realmente piensan sobre la productividad de los trabajadores o, peor aún, decirles qué deberían pensar.
El sueldo mínimo es, en el fondo, una decisión política. Abandonemos la ilusión de que se lo puede definir técnicamente.