Editorial El Comercio

La presidenta debería ser cuidadosa con sus declaraciones, sobre todo en esta coyuntura. Ante la debilidad que afecta a su gobierno por las demandas de distintos sectores para que renuncie, diversas voces relevantes expresan cotidianamente su respaldo a la sucesión constitucional que ella encarna y al principio de autoridad llamado a sostenerla en el poder.

No se trata necesariamente de expresiones de simpatía política hacia ella, sino de muestras de responsabilidad cívica de parte de quienes entienden que la subsistencia del orden institucional es más importante que las afinidades o distancias que se pueda tener con quien ocasionalmente lo representa. Esa es la razón de que, desde el , el , la prensa –entre ella, – o múltiples sectores de la opinión pública, se emitan mensajes de apoyo a su permanencia en el cargo. Si ella diera un paso al costado –como exigen por la vía del chantaje quienes durante las últimas semanas han bloqueado carreteras, destruido bienes de todo tipo y buscado el enfrentamiento con las fuerzas del orden–, las cosas estarían peor de lo que están y el caos absoluto, a la vuelta de la esquina.

Pero mientras esto ocurre, la jefa del Estado emite señales equívocas con relación a lo que ocurre en distintas regiones del territorio nacional, incluida la capital. Este martes, por ejemplo, ante la notificación de que grupos de manifestantes venidos desde el sur del país se proponen en los siguientes días, ella declaró: “, sí, pero en paz, en calma”. “Y los espero en la Casa de Gobierno para poder dialogar sobre las agendas sociales que tienen”, añadió. A todas luces, un doble desacierto.

Por un lado, la idea de “tomar” Lima o cualquier otra ciudad tiene obvias connotaciones de ocupación y sometimiento forzoso de los habitantes de la metrópoli. Si no, los que amenazan con llevar adelante acciones como esas no habrían escogido ese nombre para la asonada que preparan. Ni en broma, entonces, la mandataria debería decir a esas movilizaciones que las “llama” a cumplir con su amenaza. Es cierto que aclaró que debían hacerlo en paz y en calma, pero esa es una parte del discurso que se pierde bajo la estridencia de lo que la precede.

A ese primer desatino, además, la gobernante agregó el anuncio de que los “esperaba” en Palacio de Gobierno para dialogar sobre sus agendas… Cuando es claro que la protesta tiene que ser impedida de llegar a la sede del Gobierno, por el riesgo que ello entrañaría de que se den episodios de violencia como los que hemos visto en las últimas semanas alrededor del centro y emblema del ejercicio constitucional del poder. Proclamar, en consecuencia, que los esperará allí es entregarles a los manifestantes más hostiles el argumento perfecto para tratar de avanzar hacia la Casa de Gobierno y luego victimizarse cuando la policía, como es de suponer, les bloquee el paso.

Es innegable que resulta menester buscar el diálogo con quienes tienen demandas distintas a las de la renuncia de la presidenta y el cierre del Congreso, pero hay que identificar primero a sus representantes y no simplemente decirles a quienes los han traído hasta Lima con un plan de otra naturaleza que “tomen” la ciudad y marchen hasta la sede del Gobierno.

El discurso que emana de nuestras autoridades en este sentido tiene que ser unívoco: las ciudades no se toman, bajo ningún argumento, y el diálogo tiene que producirse en un espacio específicamente creado para ello, no a gritos en las calles. Se trata, en suma, de una declaración a todas luces desafortunada de la mandataria, pero nada más.

Finalmente, es importante recordar que las leyes peruanas protegen manifestaciones como las que tendrán lugar hoy, pero estas deben ser pacíficas y no afectar a quienes en ejercicio de su derecho también deciden no tomar parte en estas, ni tampoco atentar contra la propiedad privada o pública. Y en cuanto a la policía, esperemos que se conduzcan también con la proporcionalidad que la situación amerita. No podemos repetir los episodios de violencia que hemos visto en las últimas semanas.

Editorial de El Comercio

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