Como Pedro Peralta y Barnuevo, tiene algo de jurisconsulto, de astrónomo y de poeta. Y como él también, podría merecer perfectamente el sobrenombre de ‘El Inabarcable’. Pero no el de ‘Doctor Océano’. Porque el ex presidente Alan García, presionado por algunas investigaciones periodísticas, ha debido apresurarse esta semana a admitir que no ostenta doctorado alguno. Y en realidad, tampoco es que se haya apresurado tanto, porque durante décadas toleró que lo presentasen en actos públicos y ceremonias atribuyéndole el título en cuestión, sin que se le moviese una ceja.
Cabe aclarar, no obstante, que el paso por los claustros académicos no es la única forma de acceder al referido grado. Las universidades y las sociedades en general se reservan el privilegio de concederlo también a personas que hayan destacado en el cultivo de alguna disciplina, arte o ciencia en particular, sin haber asistido a clases o atravesado por el trance fatigoso de los exámenes. Y así, en varias facultades de Literatura, Vargas Llosa es merecidamente doctor, como fue doctor también en las canchas el inolvidable Eloy Campos. ¿No existirá entonces algún terreno en el que García se mueva con una solvencia tal que haga inevitable anteponer nuevamente a su nombre la fórmula a la que ahora ha tenido que renunciar? Seguro que sí. Como dicen los mexicanos, es cuestión de echarle un pienso.