Catedral de San Basilio. Es un templo ortodoxo localizado en la Plaza Roja de Moscú, en Rusia. Fue construido entre 1555 y 1561 y diseñado por el arquitecto Póstnik Yákovlev. Llama la atención por sus coloridas cúpulas y su diseño de influencia renacentista y moscovita. (Foto: Shutterstock)
Catedral de San Basilio. Es un templo ortodoxo localizado en la Plaza Roja de Moscú, en Rusia. Fue construido entre 1555 y 1561 y diseñado por el arquitecto Póstnik Yákovlev. Llama la atención por sus coloridas cúpulas y su diseño de influencia renacentista y moscovita. (Foto: Shutterstock)
Iván Alonso

Aprovechando el momento rusófilo que atraviesa el país por la clasificación al mundial, el Fond Ekonimichyeskogo Obrazovaniya v Pyatnitsu (la Fundación para la Educación Económica de los Viernes) ha preparado para nuestros lectores un perfil de sus más destacados economistas, aunque algunos nacieron en territorios que fueron parte del imperio ruso, pero que hoy pertenecen a otras naciones, y otros adoptaron otras nacionalidades después.

Tres economistas rusos han ganado el Premio Nobel. Primero fue Simon Kuznets, en 1971. Kuznets, un profesor de Harvard, estudió y midió, como nadie lo había hecho hasta entonces, las causas y consecuencias del crecimiento económico. Uno de sus hallazgos (que eventualmente destruyó al keynesianismo) fue que la tasa ahorro, esto es, el ahorro como proporción del ingreso, es sorprendentemente estable, en distintos países, a lo largo del tiempo y que no hay mayor diferencia entre las tasas de ahorro de las familias ricas y las familias pobres.

En 1973 el premio fue para Wassily Leontief, también de Harvard. Leontief fue el creador de la “matriz insumo-producto”, un cuadro que relaciona, a través de “coeficientes técnicos”, las cantidades de los distintos insumos que son necesarias para producir toda la variedad de cosas que produce un país. Era el sueño de los planificadores económicos, hasta que el tiempo demostró que la competencia y el espíritu empresarial podían volver obsoletos esos coeficientes sin que los planificadores se dieran cuenta.

Pero antes de que eso sucediera, también fue premiado en 1975 Leonid Kantorovich, de la Academia de Ciencias de Moscú, por sus estudios sobre la planificación económica. Kantorovich fue el inventor de la programación lineal, una técnica matemática para encontrar la máxima producción posible a partir de un número limitado de insumos. A falta de un mercado libre en el que los distintos productos e insumos pudieran negociarse a precios determinados por la oferta y la demanda, esta técnica generaba unos “precios sombra” que los comisarios de producción podían utilizar para calcular las utilidades de sus planes de producción y así guiar mejor sus decisiones. Las economías socialistas igual fracasaron.

El más importante de los economistas rusos es, sin embargo, Eugen Slutsky (1880-1948). La “ecuación de Slutsky”, uno de los pilares de la teoría económica, descompone la reacción del consumidor ante un cambio en el precio de un artículo de consumo en dos efectos: uno que adecúa el patrón de consumo a los precios relativos, sustituyendo ciertos artículos por otros que se hacen más baratos o menos caros (el arroz por el pollo, digamos); y otro que modifica el patrón de consumo cuando la caída en el precio de un artículo aumenta el poder adquisitivo (más carne y menos pollo) o viceversa.

Pero entre todos los economistas rusos el que tiene para nosotros un lugar especial es Aaron Director (1901-2004), quien fue durante años el profesor de economía de la facultad de derecho de la Universidad de Chicago y puede ser considerado, con justicia, el fundador de la disciplina conocida como “law and economics” o análisis económico del derecho. Director y sus discípulos combatieron intelectualmente las doctrinas económicas en las que se basaba la legislación antimonopólica y que servían y sirven más, hasta ahora, para atacar a la competencia que para defenderla.