“El candidato de la verdad y las buenas costumbres resultó ser algo así como un gilero monse que con su travesura ha golpeado a los aplicados morados”. (Foto: GEC).
“El candidato de la verdad y las buenas costumbres resultó ser algo así como un gilero monse que con su travesura ha golpeado a los aplicados morados”. (Foto: GEC).
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > RENZO SALAZAR
Patricia del Río

No es la primera elección a la que llegaremos sin saber quiénes serán los ganadores. Cuando dejaron de publicarse encuestas para la Alcaldía de Lima en el 2018, no teníamos idea si ganaría el alharacoso de Daniel Urresti, el esquivo Renzo Reggiardo o el modesto Jorge Muñoz. El actual alcalde de Lima cosechó votos casi sin haber aparecido en medios, básicamente porque sus adversarios perdieron los suyos.

¿Qué desanimó a los limeños de votar por un candidato como Reggiardo, que había capitalizado el tema de la seguridad ciudadana? Pues su condición de candidato fantasma. No confrontar a sus rivales en los medios y faltar al debate electoral provocaron desconfianza en el ciudadano. A Daniel Urresti, lo hundió ganar el juicio (hoy anulado) de la muerte del periodista Hugo Bustíos. Los gritos desgarradores de los deudos reclamando justicia espantaron a un electorado que buscaba orden, no prepotencia. En el 2010 a Lourdes Flores se le fue el sillón municipal de las manos por culpa del poto, y Nadine Heredia, que nunca postuló a nada, perdió el amor del pueblo por razones hasta ahora confusas, pero que tuvieron que ver más con haberse embutido de chocolates Godiva, que con actos de gran corrupción que se conocieron más tarde.

Hay razones obvias por las que a un líder político se le voltea el santo: hoy las palabras ‘Odebrecht’ y ‘aló, hermanito’ son como el abracadabra que abre las puertas de la desgracia. Toledo, Castañeda, Keiko Fujimori, Susana Villarán, Ollanta Humala, por poner los ejemplos más sonados, han pasado al grupo ‘plancha quemada’ por razones más que justificadas.

Pero están los otros, los nuevos líderes que trabajan por posicionarse en el espacio que ha dejado vacío la política tradicional, a los que les puede caer la quincha por las razones más insospechadas. Personajes como , Salvador del Solar, George Forsyth o cualquiera que tenga pinta de presidenciable para el 2021 han pasado al grupo de los vulnerables, de los que serán escudriñados por sus rivales, que no perderán la oportunidad de ventilarles los trapos sucios o ponerles la cáscara de plátano para que se resbalen.

¿Es el pequeño incendio de Julio Guzmán un caso terrible o gravísimo? No, pero se convirtió en una hoguera incontrolable porque el candidato de la verdad y las buenas costumbres resultó ser algo así como un gilero monse que con su travesura ha golpeado a los aplicados morados.

Los afectados pueden seguir especulando sobre teorías conspirativas o echándole la culpa a la prensa de todo, pero es bueno recordar que en la era del “sonríe que te estoy filmando” nada se puede ocultar, y si a eso le sumamos que el ciudadano no está dispuesto a pasar por agua tibia al que navega con bandera de corrupto ni al que lo hace con bandera de cojudo, pues resulta que rechazar un chicharrón o que se te queme un corazón pueden cambiar el rumbo de una candidatura. Así estamos.

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