Por Carlos Cabanillas
La estrategia del candidato es clara: no exponerse demasiado ante los medios, sobre todo los tradicionales. “¡Para Canal N y América Televisión no existo!”, escribe en su Facebook. “Felizmente existen las redes sociales”. Y lo acompaña con el hashtag #BastaDePrensaBasura.
Una táctica diametralmente opuesta a la de su campaña del 2018, cuando la cobertura de su absolución del Caso Bustíos desinfló su candidatura tres días antes de la votación. Pero como en el Perú la historia siempre se repite como farsa, hoy, en pleno setiembre del 2022, Urresti nuevamente es aspirante a la alcaldía de Lima en medio de un juicio por homicidio por el Caso Bustíos.
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Hay hasta tres personas que le ven la agenda. Ninguna contesta. Un camarógrafo escuchó que estaría en San Juan de Lurigancho. Son las 2 p.m. del lunes 12 de setiembre. Una batucada interpreta “Yo tengo fe” con letra cambiada (“Marca la P, que vamos a ganar…”) mientras la portátil salta. Una señora lo carga en peso. La imagen da vueltas por sus redes, buscando la viralización. La escena recuerda a otra donde una señora carga a Belaunde y a una más reciente donde un tipo levanta a Obama.
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“El día 16 el señor López tiene que presentar en el juzgado las pruebas contundentes por haber dicho que yo he matado al señor Bustíos y que ultrajé a una señora”, dice Urresti. “Si no, tendrá que pagar S/34 millones de indemnización que irán para las ollas comunes”. Un día antes, en el debate de Latina, ya había anunciado la querella por difamación. “El señor López en seguridad es un cerdo a la izquierda”, vuelve a rematar. “Es un misógino que insulta a las mujeres. No puede con Compupalace y va a poder con Lima”.
Al día siguiente, el martes 13, repite la historia en Villa María del Triunfo. “¿Urresti es? ¡Seguridad!”, dicen por el megáfono. Capturar 200 choros al día. Seis mil delincuentes por mes provenientes de los 800 puntos de robo que hay en Lima, de acuerdo al mapa del delito. Alquilar 600 motos, comprar el día de franco de mil ternas y levantar cuatro megacomplejos de seguridad y justicia. Le preguntan por la cultura, pero habla de la seguridad en las huacas.
Luego pregunta cómo se llamaba esa bailarina que hacía trabajo social en el arenal. ¿Y cuál era ese instituto de cocina? Es un candidato de un solo tema. “Seguridad, seguridad y seguridad”, insiste. Simple y directo. Y su público aplaude. Termina troleando. “Ya no habla de reservistas, porque se creía Antaura gorda. Que vaya a alcohólicos anónimos”. Su video en Facebook resume lo más saltante. “El amo del troleo está de vuelta”, se titula. “¡Épico!”
No es casual que se considere el amo del troleo. Porque no es solo el candidato que más dinero ha invertido en pauta publicitaria de Facebook. También es el que más gasta en publicaciones que atacan a sus rivales (es decir, a López Aliaga). En solo siete días su página oficial había invertido S/10 mil, como reveló este Diario en un informe del pasado 10 de julio. Y si se suma su campaña presidencial del 2021, la cifra total supera los S/200 mil. Extraño, considerando que ese 2021 dijo que “al señor Luna no le acepto ni un sol para mi campaña”.
Esta es una campaña pos-Odebrecht: judicializada, difamatoria y menos onerosa. Y gran parte de la campaña digital de Urresti se ha caracterizado por ‘rebotar’ insultos y armar videos con cerdos, caminando por la delgada línea del agravio. ‘Porky’ respondió con algo de lodo, pero los RT del Twitter de Urresti tocaron temas privados. A ver si el Tribunal de Honor del Pacto Ético Electoral también tuitea.
El miércoles se apareció en Villa El Salvador. Megáfono, batucada, Palito Ortega, abrazos y besos. Repite sus propuestas y ataques. Brevemente les saca lustre a sus galones. No es el único militar retirado en las encuestas, si incluimos a Antauro Humala. La política nacional se ha llenado de uniformes y sotanas. Nada contra el padre Omar o los exmilitares en el Congreso, pero ya Freud explicó cómo en cada crisis de representación política entran “las masas artificiales” –el Ejército y la Iglesia– como último reducto de credibilidad. El uniforme pesa. Y por eso anuncia a su jale, el comandante PNP Jaime Urtecho, ‘La Iguana’. Más que ser alcalde, pareciera que Urresti aspira a ser alcaide de Lima.
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El jueves no hay actividades, pero la cita del viernes es en el 11° Juzgado Penal de la primera cuadra de la Av. Iquitos. Su abogado, Alexander Leiva Calderón, lo espera en la puerta, junto a periodistas de Latina y América Televisión. Leiva es su representante desde febrero del 2021, luego de que Vanessa Alfaro renunciara a la defensa de Urresti tras un escándalo de intento de compra de testigos. “Mi interés reputacional como abogada y sanmarquina está por encima de todo”, dijo ella al dimitir.
La Corte Suprema anuló la sentencia que absolvió a Urresti y dispuso que se realizara un nuevo juicio oral. La última audiencia fue el pasado 9 de setiembre. Y el 20 de este mes, la sala decidirá si incorpora como prueba la declaración de Isabel Rodríguez Chipana. Chipana no solo afirma que Urresti participó en el asesinato del periodista Bustíos, el 24 de noviembre de 1988, sino que luego la habría violado. Se prevé que un Urresti alcalde renunciaría ante una sentencia o una convocatoria a elecciones presidenciales. Lo que ocurra primero. El alcalde reemplazante sería José Luna Morales.
Hay dos reporteros más en la escena, pero no dicen de qué medio son. Tampoco saludan. “Nosotros solo seguimos al candidato”, dice uno de ellos, novel representante de la prensa alternativa de Urresti, siempre crítico del establishment mediático y político. A media cuadra del juzgado la camioneta Nissan negra de José Luna Gálvez se detiene. Saco azul, pantalón de vestir y zapatillas blancas. El candidato ha cambiado el buzo y el polo por un atuendo más sobrio.
El uniforme de campaña lo retomará el sábado 17, cuando vuelva a visitar San Martín de Porres luego de 15 días. Su rostro luce más fresco y lozano. No fue a la cita electoral en el Colegio de Arquitectos Regional de Lima. Antes de que salga a declarar, llegan los periodistas de “Cuarto poder”. “Lamento muchísimo que el señor López esté usando el dolor de la familia del señor Bustíos”, dice el candidato.
“Imagínense, ustedes, vecinos y vecinas, que alguien en su desesperación por buscar votos, muestre la foto de su papá o mamá muerto por el COVID-19, narrando lo que sufrió, cómo murió... Eso es inhumano y terrible”. La prensa lo interpela. El candidato no oculta su fastidio. Responde sobre seguridad, pero evita las preguntas sobre el Caso Bustíos. Los periodistas insisten, pero él elude y retruca. “¡Saca a Castillo!”, le gritan. “¡Sácalo al burro!”. Pero él no habla sobre el presidente.
Atrás quedó el candidato presidencial que decía que Castillo representaba a Sendero Luminoso. “La primicia es la siguiente”, anuncia. “Se va a abrir un juicio oral contra el señor López Aliaga por una querella de difamación agravada en un juzgado unipersonal”, explica. “Lo que significa que su sentencia debe salir en 10 o 12 días, por lo que el señor López quedaría inhabilitado de la campaña de acuerdo a la ley”. Y con esa jugada, busca equiparar a su rival en eso de tener procesos pendientes.
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