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Martín y su pena, una crónica de Fernando Vivas sobre el expresidente Vizcarra condenado por corrupción
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No es la primera vez que pasamos por un trance similar. Ya hemos acompañado a otros ex presidentes en sus audiencias finales, a tal extremo que hemos desarrollado un morbo ante la catástrofe presidencial único en el mundo. Barbadillo tiene un espacio en nuestro corazón, como si fuera la región electoral número 28.
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Ni siquiera es la primera vez que Martín Vizcarra va preso. Ya pasó 22 días en prisión preventiva entre agosto y setiembre pasado. Incluso fue peloteado: por unos días lo pasaron a Ancón II y de allí lo retornaron a Barbadillo.
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Héctor Villalobos analiza a fondo los hechos políticos que definen la agenda, cada miércoles.

El gobierno de Boluarte entró en trompo al tener en sus manos a la bestia negra que protegió y promovió a sus enemigos caviares. En cambio, con José Jerí es distinto. Tras la lectura de la sentencia vimos a Martín acompañado por la policía, sin marrocas, con una cadencia y un respeto tales que parecía que lo chalequeaban en su tránsito hacia un destino feliz y no hacia el candelero penal.
Quedan abiertas las especulaciones sobre si el gobierno de Jerí, su accesitario en el Congreso (ingresó cuando Vizcarra fue inhabilitado en el 2021, justo antes de la juramentación de los congresistas), ha sido gentil con su antecesor.
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No hay que tener un pensamiento conspirativo para pensar así, pues se trataría de una cortesía tolerable en nuestro presidencialismo. Un presidente puede dar órdenes discretas a la PNP en beneficio de un colega, ahorrándole vergüenzas. Lo que Jerí no puede ni se atrevería a hacer es interferir con la justicia a favor del enemigo jurado de la coalición parlamentaria que lo respalda. Ese papel lo tiene otro.
La narrativa de liberar a Martín a través de un indulto ya la lanzó el vizcarrismo semanas atrás, junto con la candidatura presidencial de Mario. Él tendría, si sale elegido, la ‘noble misión’ de liberar al hermano preso como no lo hizo el ex presidente Ollanta Humala con su hermano Antauro, a pesar de que sus padres se lo suplicaron. Nuestro presidencialismo suele resbalar al melodrama judicial y penitenciario, y tuvo su pico en el 2019 con el suicidio de Alan García antes de ser detenido. Ya estamos curtidos, pero todavía nos impactan estas cosas.

Reo en campaña
Quien no puede estar curtido, porque una pena de 14 años es insoportable, es Martín. Además de la narrativa citada, todo el aparato de Perú Primero (PP)se movilizará para liberarlo. Judicialmente tiene varios recursos por delante para bregar por disminuir la pena, anularla y, en el mejor de los casos para PP, absolverlo. La absolución, eso sí, se estrella contra un muro probatorio.
La lectura de sentencia abundó en pruebas de la coima de S/. 1.3 millones que recibió de ICGGSA por el Hospital de Moquegua y la de S/. 1 millón que pagó Obrainsa por el proyecto de irrigación Lomas de Ilo. En total, S/. 2.3 millones de coima en solo dos proyectos durante su gestión de gobernador moqueguano entre el 2011 y el 2014.

Un par de años luego de su gestión regional, Martín fue fichado como candidato a vicepresidente por PPK. No pidió estar en la lista congresal, quería tentar suerte en el Ejecutivo. Una vez que ganó PPK, pidió el ministerio de mayor ejecución presupuestal en obras, el MTC. Y pidió otro ministerio, el de Vivienda, para Edmer Trujillo, su ex gerente del GORE moqueguano. Para personajes políticos como Vizcarra, ganar un porcentaje del valor de una obra pública es parte tolerable del establishment, del ‘club’ constructivo, de su personalidad.

Y se puede pasar piola si se es un ejecutor eficiente y la inversión se complementa con apuestas de largo aliento. Sucedió con él cuando ganó las palmas magisteriales por la performance educativa de su región. En su caso, el porcentaje robado era de 2%, según la delación de Obrainsa. O sea, para una obra que valió S/. 50 millones, hagan su regla de tres y sale justo el millón que cobró según la sentencia.
La narrativa de la víctima del pacto mafioso incubado en el Congreso que Martín disolvió seguirá con él en la cárcel y con Mario en medios, redes y plazas. A su jale electoral de ex GORE sureño peleado con el establishment limeño, se suma ahora el carbón de la victimización. Así como muchos creen que a Castillo no lo dejaron gobernar y cayó por una celada conspirativa; otros tantos sostienen algo similar respecto de Vizcarra, con el distingo de que este mostró más eficiencia en su gestión. Incluso la pandemia tan mortal en el Perú, se ve -por el vizcarrista puro- como una tormenta que golpeó mucho pero no hundió el barco que capitaneaba Martín.
Murieron bastantes pero ‘yo me salvé’ se dice a sí mismo el elector crédulo y el activista que apenas recuerda el Covid y que ayudará a Mario a parecerse a su hermano y socio empresarial -¿se viene la judicialización de la sangre?- Martín.










