La portada del martes 2 del diario Sport, de Barcelona, la ocupó un individuo sin camiseta azulgrana, de saco y corbata. No estaba marcando un gol, nunca jugó al fútbol, sí algo de basquet, aunque no en el Barça sino en la contra, el Espanyol, del cual era socio. Ese hombre, responsable del área de baloncesto del club de Kubala, Cruyff y Messi, terminó, por esos absurdos que a veces suceden, en el sillón presidencial del FC Barcelona, un transantlático deportivo. Y, dicho por consenso unánime de los hinchas, configuró la peor gestión al frente de la institución en 122 años de historia. Quizás la peor que este deporte recuerde. Es Josep María Bartomeu. Batió el triste récord de Martí Carreto, quien en 1953, teniendo contratado a Di Stéfano, lo dejó escapar para que fichara por el Real Madrid. Ya sabemos la catástrofe futbolística que ello significó.
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El título de tapa es impactante: “Bartomeu detenido”. En fotos pequeñas, otros tres directivos arrestados junto con él, sus brazos ejecutores. La fiscalía los imputó en el llamado caso “Barçagate”. Al margen de dejar al club acéfalo, quebrado moral, económica y deportivamente, de ser eyectado de su cargo por una moción de censura que, en tiempos de pandemia -o sea en cuarentena- y con los medios de comunicación ignorándola lo más posible, reunió casi 21.000 firmas para removerlo, con el “Barçagate” se superó a sí mismo.
En febrero de 2020, la Cadena SER de Cataluña denunció que el FC Barcelona había contratado a una empresa -I3Ventures- un servicio de difamación a gran escala para desprestigiar en las redes sociales y en los medios a opositores (el expresidente Joan Laporta, gran candidato a ganar las elecciones del club hoy domingo), a periodistas críticos, a Pep Guardiola y a los propios futbolistas, sobre todo a Messi. A la vez, para ensalzar la figura de Bartomeu y defender sus fichajes (Coutinho, Griezmann, Dembelé), fiascos monumentales que entre pases, comisiones y contratos le costarán al club casi 900 millones de euros. Sin contar otras decenas de transferencias elevadísimas, oscuras y ruinosas, y de pagar salarios alocados: Griezmann cobra 23 millones netos, que con impuestos suben a 40. También había que atacar la imagen de Neymar, quien se marchó al PSG desairando al presidente. Y para socavar, en general, la reputación de los jugadores de la casa, generando la idea de que “el vestuario” manejaba el club y que jugaban “los amigos de Messi”. Se instaló el término “vacas sagradas” para responsabilizar a los futbolistas de los fracasos deportivos y no a la falta de un proyecto deportivo, se culpó también a los técnicos.
Para ello, el FC Barcelona firmó un turbio contrato de alrededor de 1.200.000 mil euros anuales con I3Ventures, propiedad del empresario uruguayo Carlos Ibáñez, a través de varias sociedades fantasmas. Se dijo que era para monitorear en las redes las opiniones sobre el club, pero la finalidad era muy distinta. Especialistas en el tema estiman que el precio de la tarea está sobrevaluado en seis veces su valor de mercado. Dado que toda factura superior a 200.000 euros debe ser aprobada por la junta directiva en pleno (originalmente de 27 miembros, pero por renuncias masivas había quedado en 14), hicieron fraccionar las boletas en seis y autorizarlas por diferentes departamentos, como La Masía, Marketing, Legales, etcétera. Dado que la operación generaba fuertes sospechas, la auditora interna la objetó y fue despedida.
En junio pasado, ocho socios del club presentaron una denuncia que fue admitida por un juez de Barcelona y alrededor de este marco los Mossos d’Esquadra, policía de la Generalitat de Cataluña, allanaron las oficinas del Camp Nou y se llevaron pruebas del hecho, caratulado como administración desleal y corrupción entre particulares. No obstante, se duda de lo que hayan podido encontrar. Se sospecha que, en una última maniobra, al renunciar en pleno la junta por la moción de censura, quedó a cargo una comisión gestora integrada por miembros afines a Bartomeu, que debía llamar a elecciones en treinta días, pero fue demorando la convocatoria cuatro meses. “Hasta ordenar los papeles de Bartomeu”, escribió el periodista catalán Albert Sáez, director de Sport. A su vez, la mano derecha de Bartomeu y CEO del club, Óscar Grau, uno de los detenidos el lunes, sigue normalmente en su puesto (al menos hasta mañana lunes cuando asuma el nuevo titular). La trituradora fundió bielas estos meses.
Más allá de si la justicia comprueba un posible delito, el “Barçagate” es una acción maquiavélica, de una perversidad inimaginable. La noticia de la redada de Bartomeu y sus adláteres causó conmoción mundial. Hace tiempo se habla de los desastres del Barcelona, pero esto generó indignación y estupor. La prensa inglesa puso el acento en que los directivos catalanes utilizaran métodos tan bajos. Es demoníaco que se gaste un dineral en atacar a Messi, su principal activo y gestor de los triunfos en el campo y de los ingresos por mercadeo y patrocinios. Piqué cuenta que, al momento de estallar el escándalo, encaró a Bartomeu y éste le dijo: “Gerard, yo no sabía nada”. Luego mostró su cólera: “Como jugador del Barcelona veo que mi club se ha gastado dinero, dinero que ahora nos están pidiendo que nos rebajemos por la pandemia, para criticar ya no solo a personas externas con una relación histórica con el club, sino a jugadores en activo, y eso es una barbaridad”.
Messi venía anunciando el derrumbe cada vez que le ponían un micrófono, hasta que envió el burofax para irse. “Hace tiempo que no hay proyecto ni hay nada, se van haciendo malabares y van tapando agujeros a medida que van pasando las cosas”. También denunció “las constantes mentiras del presidente”. En ese momento, el club lo amenazó con un juicio gigantesco y le tiró encima su prensa adicta, numerosa y bochornosa. Luego apareció su contrato publicado en El Mundo, de Madrid, con el título “El Barcelona está en quiebra por Messi”. Hasta que expertos de marketing opinaron que Leo genera dos tercios de los ingresos totales del club y que, si se va, sería una ruina para las finanzas del Barça.
Hace apenas unos días se destapó que Bartomeu le pagó 10 millones de euros de comisión al empresario catalán José María Minguella para contratar por 41 a Malcom, puntero brasileño que no rindió, y enseguida volvieron a traspasarlo (más comisiones). Es un club implosionado por quienes dicen amarlo, destruyeron su economía, su poderío deportivo y su prestigio. Luis Rojo, periodista de Marca, lo resumió en su titular: “Bartomeu y cómo destrozar al Barcelona en tan sólo cinco años”.
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