A veces podemos tener todo controlado el día de la carrera: músculos y articulaciones sin rasgos de lesión, equipamiento en óptimas condiciones, actitud ganadora en su máxima expresión; sin embargo, algo tan insignificante como una ampolla puede vencer nuestras mejores cartas al punto de obligarnos a retirarnos de la contienda. Por suerte, problemas como el mencionado, son fáciles de tratar y prevenir.
1. Ampollas
Surgen por fricción del calzado contra la piel y pueden ser muy dolorosas. Ajustarte bien las zapatillas resuelve gran parte del problema, pero si eso no basta, el libro “Runners World” aconseja lo siguiente:
Si la ampolla es muy pequeña se puede curar sola, en caso contrario, coloca al borde de la herida, un trozo de tela de algodón con hueco al medio y cúbrela con una gasa.
Si la ampolla es enorme, extrae el líquido para aliviar el dolor, pinchando el borde con una aguja (previamente esterilizada con alcohol). No retires la capa de la ampolla porque te puede costar una infección. Una vez que pinches la ampolla, protégela con vendaje adhesivo.
Si luego de correr encuentras sangre en las medias, debido a una ampolla abierta, limpia la zona afectada con jabón antiséptico, luego aplica una pomada antibiótica y cúbrela.
La irritación puede ser por la costura o una mala colocación de los dedos
También puedes echarte vaselina o colocarte esparadrapo en las zonas del pie más propensas. Para una tirada larga, conviene la cinta, porque se adapta mejor a la piel y se desliza fácilmente contra el calcetín. Si en pleno recorrido percibes que cierta zona se calienta, afloja los pasadores y ajusta las medias.
Si te quema alrededor de la ampolla, está enrojecida o presenta una secreción verdosa, acude inmediatamente al médico
2. Problemas estomacales
Las molestias gastrointestinales (GI) son muy comunes entre los runners, de hecho, un estudio realizado por el Instituto Gatorade de Ciencias del Deporte, demostró que el 30-50% de los corredores de resistencia presentan problemas de GI. Los síntomas pueden ser náuseas, vómitos, dolor abdominal o hasta diarrea sanguinolenta. ¿Por qué afecta tanto a este grupo de atletas? El estudio señala 3 principales causas: fisiológicas (reducción del flujo sanguíneo al intestino), mecánicas (efecto de rebote de la carrera) o nutricionales.
Si tu problema estomacal es muy frecuente, prueba no comiendo nada en las 2-3 horas previas a la competencia y evalúa si te conviene. Eso sí, no descuides nunca la parte nutricional, evita consumir proteínas, grasa, fibra y productos lácteos, y siempre hidratarte continuamente para reducir los riesgos de GI.
3. Uñas negras
Más allá de ser antiestéticas, constituyen una lesión que merece atención inmediata. Se trata de un hematoma subungueal surgido por un traumatismo de repetición. ¿Qué implica esto? Que al correr se efectúan pequeños golpes en el dedo que generan microtraumatismos, que a su vez, producen roturas de vasos sanguíneos bajo la uña, lo que desencadena en un hematoma.
Unas zapatillas demasiadas estrechas, anchas o con punteras muy ceñidas, pueden producir uñas negras. Otras causas habituales, son el uso de medias no deportivas o hacer cuestas abajo por tiempo prolongado.
Si ves que la sangre se ha acumulado alrededor de la uña, tú mismo puedes solucionarlo con una aguja hipodérmica, realizando un pequeño orificio para extraer la sangre.
Si el hematoma está ubicado debajo de la uña, lo mejor es acudir al podólogo
4. Rozaduras
Son una de las molestias más comunes entre los corredores y pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo. Se producen por una fricción constante de la piel, de la ropa o del equipamiento que usamos.
Aplica curitas en las zonas del cuerpo más sensibles, estas absorberán el roce y no tu piel. Otra gran alternativa es echarte lubricante a base de aceite que sea resistente al sudor.
En el caso de los pezones, en invierno conviene usar ropa de compresión debajo de la camiseta, que sea de material transpirable y que no tenga costuras o impresiones que puedan propiciar mayores roces.