Cuando se habla de viento cruzado nos referimos a aquella fuerza que empuja perpendicularmente hacia la tierra un objeto que pretenda volar, dificultando, por ejemplo, el despegue de una aeronave. Sin lugar a duda, el Perú enfrenta una situación similar que hace difícil que su economía alce vuelo. Algunas de estas complicaciones las trae el contexto internacional, pero el Ejecutivo de Pedro Castillo hace sin duda lo suyo, y con “éxito”.
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En el frente externo, el conflicto entre Rusia y Ucrania, junto a las sanciones consecuentes, ha reforzado por un lado las presiones inflacionarias y por el otro, la ralentización del crecimiento en el mundo. El shock de oferta en el oriente de Europa trae aumentos sustanciales en los precios de las materias primas. Además, se han acentuado los cuellos de botella de la Cadena Global de Valor (CGV), y con ello, las confianzas han retrocedido, y la volatilidad financiera es mayor. En las geografías relevantes, los factores de demanda en Estados Unidos siguen presionando la actividad y el sistema de precios, mientras la Fed, continúa con los ajustes en su política monetaria. En tanto, se ven señales de moderación en Europa e incertidumbre en China debido a las restricciones ante el escenario de contagio del Covid-19.
Localmente, los indicadores sanitarios están bajo control y se han normalizado los aforos permitidos en diversas actividades lo que favorece a los sectores productivos que son más intensivos en contacto físico. A pesar de ello, el PBI viene perdiendo fuelle desde finales del año pasado por la falta de confianza de los actores económicos. En el mercado laboral, el número de trabajadores ocupados está bordeando, con mucho esfuerzo los niveles prepandemia. Sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con la calidad del empleo pues el subempleo continúa siendo elevado. En esa línea, el salario promedio no llega a recuperarse lo que se agrava con el escenario de alta inflación, que viene mellando el poder adquisitivo familiar.
Teniendo este contexto en cuenta, ¿cómo pinta el futuro? La descripción de un escenario base, nos lleva a contemplar un contexto externo crecientemente menos favorable, donde confluye las restricciones en la CGV y el conflicto Rusia-Ucrania, que arrastraría más sanciones. Si bien los precios de las materias primas serán elevados, su tendencia es a disminuir a lo largo del año, conviviendo con sistemas financieros que irán sufriendo mayores disrupciones por los ajustes monetarios en marcha. En ese marco, la economía global se debilitará, teniendo en cuenta el foco de los bancos centrales sobre la inflación y el proceso de retiro de los estímulos monetarios.
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Así, en el ámbito local, preocupa sobremanera el enrarecido contexto político, que se constituye para el Perú en su “nueva pandemia”. Con un gobierno que ha tomado la decisión de no gobernar, y en su lugar ha preferido dedicarse al discurso incendiario, la consecuencia lógica ha sido la depresión de la inversión privada. Ante la insatisfacción ciudadana por esta combinación de parálisis e inflación, el gobierno ha reaccionado con medidas efectistas como la eliminación del ISC a los combustibles, la exoneración del IGV a nuevos productos y un conjunto de medidas laborales, que sólo hacen complicar la productividad y la sostenibilidad fiscal en el mediano-largo plazo. Lo anterior, complica, las decisiones de política monetaria y fiscal, estando esta última “anestesiada por la lluvia de ingresos fiscales provenientes de la minería, ante el boom actual de precios de las materias primas.
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Las noticias y datos que van llegando, configuran un deterioro del contexto internacional donde se espera un crecimiento global para 2022 y 2023 del 2,0% en el primer caso y de 2,5% en el segundo. En el ámbito local, todo configura para que la inversión privada se contraiga como mínimo en 5% el 2022, en línea con un estancamiento de la confianza empresarial y con un retroceso en la inversión minera. La expansión de la producción minera, y de esa manera del PIB, podría ser aún mayor, pero el incremento de los conflictos sociales que este gobierno no detiene, la acotan. Con todo ello, los números no engañan y es sumamente complicado que el PBI peruano crezca más del 3,0% este 2022. Por su parte, el producto potencial que estará alrededor de 1,8% en el mediano plazo con una brecha del producto negativa que se cerraría con suerte el 2024.
El sesgo de estas previsiones, sin embargo, son claramente a la baja. Por ejemplo, un deterioro del conflicto entre Rusia y Ucrania puede acelerar un escenario de estanflación global. En otro tanto, la Reserva Federal se podría ver envuelto en un ajuste más rápido o desordenado de su posición monetaria que cause recesión o disrupciones financieras. Y no podemos descartar que China nos dé una sorpresa que complejice más los escenarios financieros. Mientras tanto, si esto no fuera ya suficiente, el Ejecutivo de Pedro Castillo podría agudizar más ese temido viento cruzado en nuestra economía, Lamentablemente, para la generación de destrucción, este gobierno ha demostrado tener una efectividad sin precedente. Así que a ajustarse los cinturones.
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