"Coordenadas alteradas", curada por Víctor Mejía, fue una de las exposiciones más destacadas del 2017. Se presentó en el Icpna. [Foto: Renzo Giraldo]
"Coordenadas alteradas", curada por Víctor Mejía, fue una de las exposiciones más destacadas del 2017. Se presentó en el Icpna. [Foto: Renzo Giraldo]
Max Hernández Calvo



Como en la política, el año pasado fue complejo para el arte, con decepciones varias y procesos de transición inciertos. La estructura del aparato artístico está en proceso de cambio, preludiado por el cierre de la Galería Lucía de la Puente, toda una institución en nuestro medio con más de dos décadas de actividad sostenida. Cuando el 2002 abrió su fantástico espacio en el paseo Sáenz Peña de Barranco, la galería se convirtió en el benchmark local en cuanto a condiciones de presentación. Ese mismo año apareció Art Basel Miami Beach, escoltando el progresivo dominio de las ferias de arte en términos de difusión y de ventas. Con ello, la importancia de la arquitectura interior de las galerías quedaba relegada frente a la arquitectura de redes expositivas y comerciales a nivel internacional, que daba lugar a reacomodos en la escena artística local.

En este nuevo escenario de mercados internacionalizados, la apertura de la sede bonaerense de la galería Revolver en mayo señala esta transición. También cabe mencionar la desarticulación de CEDE (que daría lugar a otros proyectos de sus galeristas), la próxima reestructuración de la galería Wu, y la aparición de Crisis, con un programa joven y fresco.

Se prevé una reconfiguración del aparato galerístico en el 2018 — de la mano de las proyecciones económicas— y, con ello, potenciales cambios en el campo. A ello también apunta la formación de la Asociación de Curadores Peruanos. Dicha iniciativa surgió en la estela de la crisis alrededor de la participación peruana en la 57 edición de la Bienal de Venecia (en donde se presentó la obra del gran Juan Javier Salazar), a raíz de una toma de distancia del curador del pabellón, Rodrigo Quijano, alegando injerencias en su proyecto, en un escenario confuso en el que circulaban versiones parciales, rumores, medias verdades, escasa información contrastada y pobre evidencia documental. El nuevo diseño del concurso para la bienal, a lanzarse este año, generará expectativa en su convocatoria para la edición del 2019.

De los sinsabores del 2017, el caso de Monumental Callao reveló que el nexo entre arte y política también puede enturbiarse. Dicho proyecto de transformación urbana (gentrificación, diría yo) fue vinculado a la corrupción de Odebrecht. No obstante, continúa, pese a todo, y busca limpiar su imagen.

Pero las transiciones no son solo de nuestros aparatos. Llevamos un tiempo en medio de una transición de referentes locales. La muerte de Fernando de Szyszlo en octubre pasado impone un vacío para el público local. El arte moderno, que Szyszlo tanto impulsó, también había perdido en setiembre a otra de sus figuras, Elda di Malio. Otros exponentes del modernismo que nos dejaron fueron Alberto Guzmán, Milner Cajahuaringa y Fernando La Rosa.

La retrospectiva de Jorge Eduardo Eielson en el MALI es especialmente valiosa y oportuna en medio de tal vacío. Habiendo vivido mucho tiempo en el extranjero, Eielson no llegó a consolidarse como una figura esencial para estudiantes de arte, artistas y público en general. Su magnífica retrospectiva, curada por Sharon Lerner y Gabriela Rangel, permite situarlo como el referente histórico que es: un artista que transitó brillantemente del arte moderno al contemporáneo.

Cabe remarcar la aparición una generación de artistas jóvenes especialmente talentosa. Destacan Jimena Chávez y Andrea Ferrero, con logradas muestras individuales. También hemos visto buenos trabajos de un número importante de mujeres jóvenes: Genietta Varsi, Frances Munar, Adriana Bickel, Jimena Castaños, Wynnie Mynerva, Pierina Másquez, Pierina Seinfeld, María Isabel Noriega y Valentina Maggiolo, una promoción que quizá podría tener en la extraordinaria Johanna Hamann (fallecida en abril) un ejemplo.

Exposiciones interesantes hemos tenido varias: Claudia Coca (Sala Miró Quesada), Teresa Burga (80m2), “Coordenadas alteradas” (curada por Víctor Mejía, Icpna), Nicolás Lamas (Lucía de la Puente), Rita Ponce de León (Proyecto Amil), José Vera (80m2).

Finalmente, queda celebrar el apoyo del Estado a la sección peruana en la feria Pinta de Miami el pasado diciembre, que permitió la presencia de seis galerías (debo mencionar que fui invitado a curar la sección; en estos tiempos es especialmente importante ser prolijo). Esperamos que ese apoyo continúe y crezca porque se vienen oportunidades únicas para nuestro arte, como ser país invitado en la feria madrileña ARCO, 2019.

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