"Cornucopia", el show de Björk en The Shed. (Foto: EFE)
"Cornucopia", el show de Björk en The Shed. (Foto: EFE)
Agencia EFE

abrió su mente al público de Nueva York este jueves en su espectáculo en vivo "Cornucopia", una explosión de creatividad con la que da forma a un planeta exótico a través de la música y los efectos visuales, pero también lanza un mensaje político para preservar la Tierra.

The Shed, la nueva gran institución cultural de la ciudad, fue el escenario de un viaje sensorial de casi dos horas por su carrera y su más reciente álbum, "Utopia" (2017), un intenso recorrido que la propia cantante, de 53 años y maestra de lo experimental, ha descrito como su concierto más elaborado hasta la fecha.



Con la sala repleta en la segunda de una serie de ocho funciones hasta junio, que han agotado las entradas, Björk deleitó a unos seguidores entregados que no sacaron los teléfonos móviles en ningún momento y disfrutaron del "aquí y ahora", como ella misma solicitó al comienzo.

Y es que el espectáculo absorbió la atención desde el primer minuto, cuando aparecieron dos trompetistas en medio de la grada para dar paso a un coro de 50 personas, el histórico Hamrahlid Choir de Islandia, arrancando aplausos con unos cantos que dibujaron distintas capas de profundidad a lo largo del "show".

"Cornucopia", el show de Björk en The Shed. (Foto: EFE)
"Cornucopia", el show de Björk en The Shed. (Foto: EFE)

Björk actuó en un edén exuberante y onírico, detrás de un telón de finos hilos sobre el que se proyectaban imágenes de naturaleza salvaje: primero plantas carnívoras y más adelante, a medida que avanzaba su relato, una criatura híbrida con su rostro, medio mujer y medio flor, que imitaba sus movimientos.

Rodeada del septeto de flautistas Viibra, que recordaban a elfos de un bosque alienígena por su atuendo futurista, la artista fue de expedición por el reino de la música experimental, desde la electrónica más bailable hasta el trip-hop, pasando por un pop con tintes de marcha militar y haciendo vibrar todo el cuerpo a su paso.
Björk sobresalió en un dueto con el cantante Serpentwithfeet,

"Cornucopia", el show de Björk en The Shed. (Foto: EFE)
"Cornucopia", el show de Björk en The Shed. (Foto: EFE)

"Blissing me", donde el percusionista sustituyó la batería por un tanque de agua y creó sonidos jugando con lo que parecían cuencos de bambú, mientras ella se mostraba juguetona como una niña, sonriente.


Justo después emergió como una activista luchadora contra el cambio climático, proyectando un texto en el que tildaba el Acuerdo de París de "utopía moderna", urgía a "tejer una cúpula matriarcal" y a fusionar naturaleza y tecnología para salvar la civilización. "Imagina un futuro, y existe en él", pidió.

Entonces comenzó a hacer frío y levantarse aire en la sala, una espectacular puesta en escena sensorial para el tema "Body Memory": mientras cantaba "la primera nieve del invierno", confeti a modo de copos se esparcía sobre el coro vestido de blanco y, entre relámpagos de luz, hizo un guiño al mencionar Brooklyn en la letra.

Björk fue capaz de recrear la intimidad de su mente cantando desde dentro de una casita que recordaba a un nido pero, una vez fuera, puso rumbo a una última parte apoteósica, recuperando su éxito "Pagan Poetry" y clamando "I love him" repetidamente ante unos sugerentes visuales que evocaban una flor húmeda, roja y palpitante.

La sala se apagó, pero el público aplaudió y pateó el suelo en busca de un "encore" hasta que en su lugar apareció proyectado un video de la niña activista sueca Greta Thunberg, que envió un combativo mensaje de concienciación medioambiental en que llamaba a "cambiar el sistema" porque el "tiempo se acaba".

Entonces sí, Björk volvió al escenario como un ave fénix, con un vestido etéreo del que sobresalían plumas, y recitó con emoción cerca del público los versos de "Notget" en los que asegura que el "amor nos mantiene a salvo de la muerte", para después desaparecer como poseída por una electrónica inspirada en una marcha militar.

El "show", que tiene la magnitud de una función teatral, está dirigido por la cineasta argentina Lucrecia Martel, emplea a decenas de colaboradores y usa instrumentos innovadores, entre ellos un aro compuesto de flautas que desciende del techo y la rodea mientras canta, en un detalle más del genio creativo de la artista.

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