(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Anne O. Krueger

Las universidades estadounidenses de alta calidad son una de las fuentes de su grandeza. Cada año, los mejores estudiantes de todo el mundo compiten por acceder a sus programas de posgrado y pregrado y las universidades estadounidenses ocupan los mejores puestos en los ránkings mundiales. Además, la investigación básica realizada en estas universidades es uno de los principales motores de la innovación y el crecimiento económico.

Las principales universidades de investigación atraen no solo a los mejores y más brillantes estudiantes, sino también a grupos de empresas de alta tecnología, como las de Silicon Valley y Boston. Al mismo tiempo, las universidades públicas y privadas de ese país ofrecen excelentes programas para títulos de cuatro años. Las universidades comunitarias, por otro lado, ofrecen capacitación vocacional, así como el camino hacia un título para muchos de los que se gradúan de secundaria.

Con la competencia entre instituciones públicas y privadas garantizando un alto nivel de excelencia en todos los ámbitos, la educación superior en los Estados Unidos ha sido durante mucho tiempo una importante industria de exportación. Según Catherine Rampell, del Washington Post, “las exportaciones educativas de EE.UU. son tan grandes como las exportaciones totales de soya, carbón y gas natural combinadas”. Con tres veces más estudiantes extranjeros estudiando en los EE.UU. que estadounidenses en el extranjero, el sector de educación superior estadounidense contribuyó con un superávit neto de alrededor de US$34 mil millones a su economía.

La asistencia de estudiantes extranjeros a estas universidades, otorga muchas ventajas. Para empezar, estos estudiantes generalmente pagan tasas de matrícula completas (especialmente a nivel de pregrado), lo que permite a las universidades asignar más ayuda financiera a los estadounidenses que la necesitan. A nivel de posgrado, más de la mitad de las personas inscritas en programas de informática e ingeniería nacieron en el extranjero y podrían permanecer en los Estados Unidos para trabajar. Sin ellos, las compañías de alta tecnología enfrentarían una escasez de talento aun mayor de la que ya tienen.

Finalmente, la presencia de estudiantes extranjeros enriquece la experiencia universitaria para los propios estadounidenses. Y, como un bono adicional, los foráneos regresan a casa como firmes partidarios de Estados Unidos y pueden influir en las posiciones de política exterior de su país.

Hasta el 2016, la cantidad de estudiantes extranjeros que estudiaban en los EE.UU. había aumentado, pero luego disminuyó alrededor de un 3% en el 2016 y un 6,6% en el 2017. Los informes iniciales indican que disminuyó otro 7% en el 2018. Parte de esta disminución probablemente se deba al hecho de que otros países han reconocido la importancia de contar con universidades de alta calidad y están trabajando más arduamente para atraer estudiantes extranjeros y retener a los suyos.

Sin embargo, otro factor importante es el gobierno del presidente Donald Trump. Desde su inauguración, se ha vuelto más difícil obtener una visa de estudiante y los extranjeros que ya están inscritos en universidades de los EE.UU. han tenido que preocuparse de si podrán viajar desde y hacia su país de origen. La atmósfera poco acogedora está disuadiendo a un número creciente de estudiantes de primer nivel de continuar sus estudios superiores en los EE.UU.

Sin duda, también hay problemas dentro del propio sector de educación superior de los Estados Unidos. Las quejas sobre el aumento de la matrícula y las tarifas, por ejemplo, se han ido acumulando durante años. Sin embargo, lo que a menudo se olvida es que el conocimiento que se obtiene de las universidades más importantes también se ha vuelto más valioso, especialmente en campos como la bioquímica, la informática y los estudios ambientales. E incluso en otros campos, las innovaciones como el big data han mejorado enormemente nuestra comprensión y ampliado el alcance de las aplicaciones prácticas en áreas como negocios, medicina y políticas públicas.

Dicho de otra manera, rara vez se escuchan quejas sobre el precio de un Tesla en comparación con el de un Ford, o sobre el precio de un Ford actual en comparación con el de un Modelo T en la década de 1920. En la medida en que los costos de matrícula han aumentado, una gran parte de ello se debe seguramente a los avances en el conocimiento. Así como un automóvil hoy es más valioso que uno de hace 100 años, también lo es un título universitario.

Por supuesto, aun cuando el conocimiento ha aumentado, también lo han hecho otros costos. Según un estudio realizado a 13 universidades de EE.UU. por el Boston Consulting Group, “el cumplimiento normativo representa entre el 3% y el 11%de los gastos operativos no hospitalarios de las instituciones de educación superior”. Y con la aparición de nuevos campos y oportunidades bien pagadas en el sector privado, los costos de atraer y retener profesores también han aumentado.

Como solución parcial, las universidades han aumentado su ayuda financiera para compensar el “precio de etiqueta” (gastos de matrícula completa) para más estudiantes. De hecho, algunas universidades ahora gastan hasta la mitad de sus presupuestos en ayuda financiera. Pero, una vez más, mientras más estudiantes extranjeros haya, más pequeña será esta carga.

A pesar de todas sus quejas sobre el déficit comercial de EE.UU., Trump se está disparando a los pies al hacer más estrictos los requisitos para la visa y, por lo tanto, socavar la exportación de los servicios de educación superior de su país. Con otros países que intentan reforzar sus universidades, Estados Unidos debería aumentar sus esfuerzos para atraer estudiantes extranjeros. Hacerlo no le costaría nada, atraería el talento que su economía necesita y haría que la educación superior fuera más asequible para más estadounidenses.

–Glosado y editado–