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Memento mori
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El precipitado final del gobierno de Dina Boluarte llegó a manos del Congreso y no por la indignación ciudadana convertida en protesta, como lo avizoraba esta columna la semana pasada. Sin embargo, su origen fue el mismo: un régimen devenido en cadáver insepulto muchas jornadas atrás. ¿Qué esperar del sucesor, José Jerí?
En principio, algo no muy distinto. Al final de cuentas, su sostén parlamentario sigue siendo el mismo y los enormes pasivos que carga el jefe del Estado encargado son similares a los de su predecesora.
No obstante, Jerí ha optado por distinguirse de ella. Entre el voluntarioso ánimo del actual mandatario y la displicencia e insensibilidad que mostraba Boluarte, hay una marcada diferencia. Al menos es lo que busca proyectar el nuevo presidente.
A pesar de ello, el alto número de “no gracias” que parece haber acumulado al intentar formar su Gabinete grafica el poco margen de acción con el que cuenta y los muchos reparos que genera. De hecho, la demora en formarlo lo confirma.
Sorpresivamente, el elenco presentado la tarde del martes terminó siendo cumplidor. Si bien el primer ministro Ernesto Álvarez genera rechazo en sectores progresistas y su encendido y activo rol como opinante va a contracorriente de la reconciliación que pregona Jerí, era poco realista aspirar a un perfil diferente.
En cualquier caso, la obligación de Álvarez es concentrarse en una agenda acotada y pragmática: lucha contra la inseguridad con resultados concretos, generación de un ambiente propicio para el proceso electoral y contención del deterioro de los pilares macroeconómicos.
En los dos primeros puntos sobra el consenso y hay un buen augurio en el concurso de Vicente Tiburcio en Interior. Es, quizá, en el tercero, en el que el reto será más desafiante, dada la voracidad populista que ha caracterizado al Congreso del que el hoy jefe del Estado forma parte.
Al cierre de esta columna, es incierto qué tanto pueda crecer la protesta. Al margen de ello, el fuego de la indignación no se apagará. Y es que los objetos del repudio aún se mantienen.
Entre la accidentada juramentación de Jerí y la del Gabinete Álvarez, no termina aún de definirse si estamos ante una reedición de Manuel Merino y su caída, a causa de la intensa protesta, o de Boluarte y su gestión mediocre, cuyo costo se incrementó conforme pasaban los días.
Aunque su instinto de supervivencia lo empuja a marcar distancias de un régimen impopular, Jerí no debe olvidar que su origen es el mismo y que su final puede terminar pareciéndose. Seguramente, le convenga recordar aquella vieja expresión latina empleada en quienes, habiendo alcanzado poder, no debían olvidar su respeto a la ley y las costumbres: memento mori.

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