"Lo que queda claro es que las encuestas familiares contradicen la acusación al modelo iniciado en 1990 de ser un creador de desigualdad". (Ilustración: Giovanni Tazza).
"Lo que queda claro es que las encuestas familiares contradicen la acusación al modelo iniciado en 1990 de ser un creador de desigualdad". (Ilustración: Giovanni Tazza).
/ Giovanni Tazza
Richard Webb

Hace 30 años se puso en marcha el modelo económico aún vigente. Su inicio se identifica especialmente con el dramático anuncio de un paquete de medidas por el ministro Juan Carlos Hurtado Miller. El anuncio cerró con las palabras, “qué Dios nos ayude”, frase que quizás le dio un cariz humano al nuevo gobierno de Fujimori y que contribuyó a la aceptación de la dura medicina. Con el tiempo se ha ido formando un veredicto poco cuestionado de ese modelo –que en lo económico fue un acierto, pero en lo social un retroceso–. Si bien se acepta la realidad de una significativa reducción de la pobreza, se aduce que el modelo habría elevado la desigualdad, agravando las tensiones sociales y amenazando la gobernabilidad. Si bien los cálculos estadísticos de desigualdad tienen mucho de adivinanza, el actual desorden político se considera una confirmación de la crítica al modelo.

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