Editorial El Comercio

La campaña presidencial en la que el expresidente está empeñado es ya una falsedad, pues dos inhabilitaciones políticas dictadas por el Poder Legislativo le impedirían postular en el 2026 si tratase de inscribirse en la competencia electoral. Pero, en adición a eso, el exmandatario, cercado por investigaciones del Ministerio Público por diversos casos de corrupción, esparce embustes en las entrevistas que concede como parte de esa “campaña”.

Un reciente ejercicio de ‘fact checking’ publicado ayer por este Diario detectó cuatro mentiras y una afirmación engañosa en declaraciones suyas que datan solo de este mes. De entre todos ellas, sin embargo, destaca por grosero y acomodaticio el siguiente embuste: “ dio un discurso golpista, no un golpe de Estado”. Lo dijo en una entrevista concedida al corresponsal del diario “La República” en Puno, región donde Castillo obtuvo en su momento un respaldo mayoritario. Y aprovechó también para dejar abierta la posibilidad de indultarlo si es que él llegase otra vez a la jefatura del Estado. Hasta ahí, lo acomodaticio.

Lo falso, por su parte, lo hace entrar en contradicción consigo mismo. En febrero del 2023, en efecto, Vizcarra declaró en Radio Exitosa: “Pedro Castillo, hace solo dos meses, da el golpe de Estado. El golpe de Estado más estúpido de la historia del mundo. Nadie lo respaldó”. ¿En qué quedamos entonces? ¿Dio o no dio el golpe?

Los problemas asociados a su aseveración, no obstante, van más allá. El Tribunal Constitucional, la misma instancia en la que él se apoyó y se apoya para que su cierre del Congreso en el 2019 no sea considerado también un ‘putsch’, ha dicho a propósito del discurso que Castillo pronunció el 7 de diciembre del 2022 que “resquebrajó abiertamente el orden constitucional en el Perú y supuso la ejecución de un golpe de Estado”. Validó, adicionalmente, el acto por el que el Parlamento lo vacó del cargo, así como la legalidad de su detención y posterior prisión preventiva.

Vizcarra, empero, opta por ignorar esos pronunciamientos –así como otros previos del Poder Judicial en el mismo sentido–, repitiendo la, digamos, denegación fáctica que hace de la realidad al pretender que puede aspirar al poder el próximo año. Mintió cuando gobernaba, miente ahora que está inhabilitado y acusado para ver si logra convocar la simpatía de los desinformados y, como decía el poeta, “para no hacer mudanza en su costumbre”, seguirá al parecer mintiendo aun después de que la justicia arregle cuentas con él.

Editorial de El Comercio

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