En la vida sencilla de nuestra Lima de antaño, los incendios, como tantas otras cosas, eran un motivo de colaboración, generosidad y desorden. Dada la alarma, los bomberos sacaban sus máquinas y con la mayor prisa las hacían recorrer el empedrado hasta el lugar del siniestro. Junto a ellos numerosos chiquillos iban dando gritos alentándolos en su labor, ya que era muy importante para el prestigio de las diversas compañías de bomberos llegar en primer lugar. Los incendios limeños eran motivo para comentarios que duraban muchos días.
H.L.M.