Paradise Lost
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Redacción EC

DAMITA DE HIERRO

Después de años, y años, y años, y años, y... (ya van entendiendo la idea)... años de lucha para imponer aunque sea un poco de autoridad en un país de periodistas saboteadores y escribidores libertinos, Rafael Correa ha ganado. Esta vez –a diferencia de lo que le sucedió hace un par de años– no ha tenido que pasar la vergüenza de que su perseguido se escape al infierno (Miami): logró que el condenado decida expiar sus pecados.

Tal efectividad no la habíamos visto desde sus jugadas reeleccionistas. Me refiero, por su puesto, a que su prédica moral finalmente ha calado en los ecuatorianos, que se han dado cuenta de que lo importante de los errores es reconocerlos. Xavier Bonilla, caricaturista diabólico, publicó un cruel libelo en el que se podía ver a violentos agentes del gobierno allanando la casa de un opositor para llevarse computadoras, las cuales supuestamente tendrían información que comprometería al gobierno. Bastó una palabra del mandatario, perdón, del consejo censor de prensa ecuatoriano, para que las cosas se aclararan, también mediante una caricatura, pero más acertada: los mismos agentes del gobierno retiraron tablets de la casa del caricaturista pecador, pero esta vez llevando flores y dándole la seguridad al opositor para afirmar, en su despedida: “Son la autoridad legítima... llévense nomás todo lo que necesiten”. 

Con esto, Rafael se acerca un poco más a su promesa: “… Nosotros, los ecuatorianos, no tenemos ningún problema con aquello: de seguro el Papa es argentino, probablemente Dios es brasileño, pero con toda certeza… ¡el paraíso es ecuatoriano!”.