No cabe duda de que esto de la política saca a relucir, como ninguna otra rama, el contraste entre los muy agraciados y los muy poco agraciados.
Comparemos, por ejemplo, los casos de Alan García y Ollanta Humala. Poco después de conocerse que, con 22% de aprobación, Ollanta se ha posicionado geopolíticamente en un expectante último lugar en el ránking de popularidad de los presidentes latinoamericanos (sí, último; léase, incluso detrás de Maduro), García lideró el ráting del sábado con la entrevista-espectáculo artístico que le concedió a Magaly Medina.
En el preestreno de la próxima campaña electoral, el ex mandatario reapareció con un show magnánimo. Estuvo cantarín, sabrosón y hasta inauguró bailongo. Los expertos todavía no se ponen de acuerdo sobre si llamar al nuevo baile de Alan la danza de Houdini encadenado o del pulpo en plena electrocución, pero lo importante fue comprobar que las habilidades artísticas de Alan siguen intactas y, por ende, con ello también lo siguen las esperanzas de una campaña presidencial de la recutecu.
Y a quienes criticaron que Alan se presentara en un programa de espectáculos les proponemos una mirada distinta. La farándula necesita nuevas figuras. Descansemos por un rato de ‘Peluchín’ y reconozcamos lo que hizo Alan el sábado en la noche como lo que fue: el renacer de una estrella. Cómo te estábamos extrañando, ‘Peluchón’.