Santiago Pedraglio

En diversas regiones del país se están enfrentando intensas situaciones de emergencia debido al impacto del y del cambio climático. La tensión y los sobresaltos causados por el reciente corte de agua en Lima podrían servir como un indicador inicial para que la capital del país se acerque a la comprensión de la magnitud de las dificultades que están atravesando las regiones afectadas, en términos de intensidad y duración.

Según Julio Velarde, presidente del BCR, “lo que estamos viendo es que la temperatura mayor está haciendo que los rendimientos [de los cultivos] sean menores. Ciertamente, es un año muy malo para la agricultura. El peor de los últimos 26 años y puede ser incluso peor” (Infobae, 20/9/23).

En Puno, Cusco, Arequipa, Apurímac y Ayacucho la sequía se deja sentir de manera dramática, aunque con diversa intensidad. La escasez de no es nueva y los principales sacrificados siguen siendo los pequeños agricultores, principales abastecedores de alimentos del país, también afectados porque la mortandad de su ganado se acrecienta. La sequía golpea duramente a las familias de los agricultores pero, al mismo tiempo, a los consumidores de todas las regiones, por la reducción de la oferta agropecuaria o por el efecto inflacionario sobre los productos de origen agrícola.

En Loreto la temperatura se ha elevado y las lluvias son sumamente escasas. Esto ha traído consigo una drástica disminución del caudal de los ríos. La Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) advierte que tal mengua “dificulta la navegación a las embarcaciones fluviales, y a veces causa accidentes. Esto hace que algunas comunidades estén aisladas y que los grandes navíos de carga que trasladan productos de primera necesidad se tarden más días en llegar a sus destinos, elevando los costos de traslado” (Actualidad Ambiental, 3/10/2023).

En ciudades del sur, como Tacna, se está sufriendo una reducción drástica de abastecimiento de agua debido a que los reservorios que garantizan su suministro están gravemente disminuidos: “El pronóstico del clima es que, desde octubre hasta el verano del 2024, no haya presencia de lluvias en las partes altas, lo que complicaría que se siga abasteciendo a la población con el líquido vital” (Infobae, 11/10/23).

En la zona norte, la semana pasada ya hubo fuertes lluvias en Lambayeque. Según prevén los especialistas, es muy probable que la ola de lluvias sea intensa en toda la región y que acarree graves efectos sobre la vida y la salud de las personas, así como sobre la infraestructura privada y pública. El impacto sobre la pesca, a causa del incremento del calor, también se dejará sentir.

El Gobierno ha declarado en estado de emergencia decenas de provincias y distritos del Perú por el riesgo que representa la escasez de agua. Pero no basta con esa decisión: es momento, además, de utilizar la reserva de contingencia, que en el actual presupuesto representa un total de más de S/8 mil millones. Son recursos para ser utilizados, precisamente, en momentos de emergencia como los actuales, con un claro plan de inversión que debe incluir un bono para los pequeños agricultores. Los gastos son prácticamente imposibles de cubrir con el presupuesto institucional que tienen las regiones, provincias y distritos considerados en emergencia. La situación que vive gran parte del país exige que la mitigación de los efectos de El Niño y del cambio climático sean una verdadera prioridad nacional.



*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Santiago Pedraglio es Sociólogo

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