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Lucinda, ¡ya córtala!, una crónica de Fernando Vivas sobre la congresista “cortauñas”
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La foto es tan fresca y delatora que la IA no hubiera podido inventarla. Casi se puede oler. Descarten la hipótesis ‘conspiranoica’ de que está falseada, pues doña Lucinda Vásquez (67) no tiene ningún capital político que petardear y ella misma ha validado la foto con un comunicado confuso, pero que en ninguna línea niega que cuerpo, pie, mano y corta uñas sean auténticos.
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Si el retrato posee, además un aire de familia, es porque Edward Renjifo Pezo, el asesor humillado, es, por lo menos, conocido de casa (él ha negado tener un parentesco).
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Héctor Villalobos analiza a fondo los hechos políticos que definen la agenda, cada miércoles.
Lucinda es miembro del peor grupo congresal, la cuota de maestros que impuso Pedro Castillo a Perú Libre (PL).

No tienen nociones de gestión pública ni visión interdisciplinaria, su formación se circunscribe a la carrera pedagógica, sus trabajos no los llevaron -hasta el 2021- fuera de las aulas y su experiencia política se limitó al activismo sindical magisterial en sus regiones.
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Desde que rompieron con PL ni siquiera tienen un partido que les dé una perspectiva de futuro. Lucinda se afilió en el 2024 a Nuevo Perú, poco antes de que se venciera el plazo para postular al 2026, pero ahora puede estar segura de que la van a descartar. En el partido cuyo candidato es el catedrático y doctor en historia Vicente Alanoca, miran con desdén a los profesores de colegio.
Cuestión de status
He ahí el quid del asunto que puede explicar qué pasa por la cabeza de doña Lucinda. La sociología norteamericana acuñó un concepto para eso: la inconsistencia de status.
El individuo tiene distintos status en su vida social: el económico, el laboral, el de raza, de clase, el prestigio en tu comunidad, el respeto en tu grupo; entre otros. Lo ideal es que todos coincidan para evitar desajustes emocionales y conductas desubicadas. Pero la política provoca súbitos ascensos del status económico que se desajusta de todo lo demás; sobre todo si no tienes un partido serio que acompañe ese proceso y te mantenga los pies en la tierra.

Doña Lucinda pasó de ganar alrededor de S/31 mil al año (según su declaración jurada en Infogob) a un sueldo de congresista que, con bonificaciones y beneficios sociales, se aproxima a esa cantidad, al mes.
Se trasladó de Tarapoto, donde hizo toda su carrera de maestra de primaria, a Lima. Creció su ingreso pero no creció su prestigio en la misma proporción, pues absorbió la peor imagen del Congreso.
Para colmo, a ese desajuste no respondió con un buen servicio de representación, sino con triquiñuelas. Contrató a gente de su entorno sin mayores pergaminos y por lo tanto agradecidos al punto de realizar tareas domésticas. La sospecha está abierta -el reportaje de “Cuarto Poder” que mostró la foto del escándalo lo menciona- sobre posibles sueldos mochados.

Ninguna sospecha es abusiva para quien se hace o se deja cortar las uñas por un asesor, ni quien tiene una investigación abierta en el Ministerio Público por tráfico de influencias en un asunto delicado en el 2021: se le imputa haber filtrado, a cambio de dinero, información sobre una prueba docente. Este delito lo habría cometido en complicidad con Ynés Gallardo, hija del entonces ministro de Educación, Carlos Gallardo. Sin partido ni colegas ni asesores que la ubiquen, se comportó como desubicada nueva rica. Creyó que el poder político daba licencia para convertir su despacho a la vez en su chacra y en su spa.
Renjifo apareció en RPP asegurando que el incidente “fue un acto humanitario” para una paciente con cáncer. Se sobrentiende que el asesor tenía la venia de la congresista para revelar una penosa condición de salud que puede atemperar el escándalo aunque no disiparlo.
No vemos porqué el tratamiento médico tendría que pasar por ese tipo de cuidados en manos de un asesor.
#AHORA Congresista Lucinda Vásquez emite comunicado tras revelarse imagen donde trabajador le corta uñas de los pies. Lejos de someterse a investigaciones y disculparse, habla de "venganza", "manipulación" y "acciones falsas como supuestamente obligar y humillar a trabajadores". pic.twitter.com/1onnGXkksn
— Política El Comercio (@Politica_ECpe) October 28, 2025
Por todo lo anterior, si se mira bien, la armonía del retrato no era tal, guardaba varias tensiones: el mal estado de salud; que la congresista no está en sus cabales políticos; que alguien de confianza pueda tomar semejante foto y filtrarla. La foto es del 2024 y, en el mismo reportaje, se mostró otra foto con el asesor Willer Sajami preparando un desayuno en casa de Vásquez (este ha dicho que lo preparó para él).
Una pena que Lucinda agrave su estado de salud creyendo que el poder viene con prerrogativas tan profanas. Pero también es una pena que la opinión pública se escandalice más por la foto del corte de uñas que por casos de corrupción pura y dura.
El morbo y la fobia a las pezuñas pesan más que la indignación y la ética parlamentaria. Hasta su bancada, Cambio Democrático-Juntos Por el Perú, ha deslindado de ella. El candelero podrá apagarse pronto para Lucinda, pero igual pasará a la historia parlamentaria como ‘la cortauñas’.










