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“La máquina”: ¿Ver o no ver la película por la que Dwayne Johnson sueña con el Oscar 2026?
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“La máquina: The Smashing Machine”, dirigida y escrita por Benny Safdie, se presenta como un drama deportivo con aspiraciones de profundidad emocional. La cinta revive la historia real de Mark Kerr, una leyenda del MMA (Artes Marciales Mixtas) que en los años noventa enfrentó no solo a sus rivales en el ring, sino también a sus demonios internos: las adicciones, la presión del éxito y la incapacidad de aceptar la derrota.
Sin embargo, a pesar del potencial de su historia, el resultado final deja sentimientos encontrados. La película funciona como un vehículo perfecto para demostrar el alcance interpretativo de Dwayne “The Rock” Johnson, pero no logra construir una narrativa sólida o emocionalmente convincente alrededor de él.
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De luchador invencible a hombre quebrado
El filme sigue los pasos de Kerr durante su época de gloria, entre 1997 y 2000, una etapa en la que las competencias de MMA todavía eran vistas como espectáculos extremos más que como deporte profesional. Kerr, apodado “The Smashing Machine” por su fuerza implacable, comienza el relato en la cima: campeón, admirado y aparentemente indestructible. Pero su primera derrota marca el inicio de su caída personal.
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A partir de ese punto, el guion se centra en su lucha contra la adicción a los analgésicos y su deteriorada relación con su pareja, Dawn (interpretada por Emily Blunt). El espectador presencia cómo el campeón invulnerable se desmorona, incapaz de lidiar con la idea de perder, no solo en el ring, sino también en la vida cotidiana.

El problema radica en que Safdie no profundiza en las causas de esa angustia. Kerr aparece como una figura trágica, pero sin contexto. No se explora su pasado, sus motivaciones ni sus miedos más allá de la superficie. Lo que podría haber sido un retrato humano y devastador termina sintiéndose incompleto, casi vacío.
Dwayne Johnson: la transformación más arriesgada de su carrera
Si hay algo que hace que “The Smashing Machine” valga la pena, es Dwayne Johnson. En esta película, el actor se aleja completamente de la imagen heroica y carismática que lo ha acompañado durante décadas. Aquí no hay sonrisas ni frases motivadoras. Johnson se hunde en un papel oscuro, incómodo y emocionalmente demandante, interpretando a un hombre que lo ha perdido todo, incluso el control sobre sí mismo.
Su transformación física es impactante: cabello rizado, rostro modificado con prótesis y una mirada vacía que reemplaza al brillo habitual del “Rock”. Pero más allá del aspecto visual, lo que sorprende es su vulnerabilidad emocional. Johnson logra que Mark Kerr se sienta real, lleno de contradicciones y fragilidad.
En los momentos más silenciosos, cuando el personaje intenta disimular el dolor o contener las lágrimas, el actor alcanza una intensidad inusual en su filmografía. Es, sin duda, su mejor interpretación hasta la fecha. Muchos críticos lo han descrito como “irreconocible”, no solo por su aspecto, sino por la entrega con la que aborda cada escena.
Emily Blunt: un contrapeso que merecía más
Emily Blunt interpreta a Dawn, la novia de Kerr, una mujer atrapada entre el amor y el agotamiento emocional. Aunque su papel es más secundario, Blunt aporta una energía humana y realista al relato. No es la típica “novia del deportista”, sino una figura igualmente rota, frustrada por vivir a la sombra de un hombre que se destruye a sí mismo.
Sus discusiones con Mark después de su rehabilitación son algunos de los momentos más veraces de la película. Ella representa el cansancio de quienes aman a alguien que no sabe amarse a sí mismo. Sin embargo, Safdie no le da suficiente espacio. Su historia se diluye entre los combates, las sesiones de entrenamiento y las recaídas del protagonista, desperdiciando el potencial de una relación que podría haber aportado mucha más emoción al filme.

Un drama deportivo que evita sus propios golpes
Benny Safdie, reconocido por su trabajo en “Good Time” y “Uncut Gems”, intenta construir aquí un drama existencial envuelto en el mundo del deporte. Pero a diferencia de sus películas anteriores, “The Smashing Machine” carece de la intensidad narrativa y la tensión constante que caracterizan su estilo.
Las escenas de combate, aunque bien filmadas, no aportan una transformación real a la historia. El enfrentamiento final entre Kerr y su amigo Mark Coleman —interpretado con rigidez por el luchador Ryan Bader— no logra transmitir el peso emocional que debería tener. No queda claro si Kerr elige la redención, la derrota o simplemente la resignación.
Safdie parece más interesado en rendir homenaje a los pioneros del MMA que en explorar la tragedia de un hombre atrapado por su propio ego. El resultado es una película que, pese a su factura impecable, no logra conectar emocionalmente.

Una película que “es”, pero no “dice”
Uno de los mayores problemas del filme es su falta de propósito claro. “The Smashing Machine” parece tenerlo todo: una historia real, un conflicto interno poderoso, un reparto sólido y una ambientación convincente. Pero cuando termina, deja la sensación de que nada realmente significativo ha ocurrido.
Safdie intenta convencer al espectador de que la cinta es una reflexión sobre el sacrificio, la masculinidad y el precio de la fama. No obstante, lo que ofrece es una hagiografía vacía, un retrato reverencial que no se atreve a cuestionar realmente al hombre que representa.
El guion sugiere muchos temas —la adicción, la soledad, la dependencia emocional—, pero no profundiza en ninguno. Kerr permanece como un enigma, y no porque el personaje sea complejo, sino porque la película nunca logra comprenderlo del todo.
La paradoja de “The Smashing Machine”
Curiosamente, lo mejor del filme también es lo más frustrante. Dwayne Johnson demuestra que puede ser un actor dramático de alto calibre, pero lo hace en una película que no está a su altura. Su interpretación es tan fuerte que hace evidente la debilidad del guion.
Cada lágrima, cada mirada perdida y cada silencio prolongado de Johnson sugieren una historia más interesante que la que el propio Safdie decide contar. Es una ironía cruel: el actor ofrece el papel de su vida en una cinta que nunca logra despegar del todo.
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En conclusión: una gran actuación atrapada en una película vacía
“La máquina: The Smashing Machine” no es una mala película, pero tampoco una buena. Es un producto técnicamente correcto, con un guion ambicioso pero mal desarrollado. Lo que la salva (y la convierte en un título digno de ver) es la colosal actuación de Dwayne Johnson, quien demuestra por primera vez que puede desprenderse del mito de “The Rock” para dar vida a un personaje profundamente humano.
Safdie logra momentos aislados de sensibilidad, especialmente cuando Kerr se enfrenta a su propia vulnerabilidad, pero no consigue articular un discurso sólido. La película termina siendo un retrato vacío de un hombre interesante, cuando podría haber sido una exploración poderosa sobre el costo del éxito y la necesidad de redención.
En resumen, “La máquina: The Smashing Machine” es un drama que no golpea tan fuerte como promete, pero que deja claro algo importante: Dwayne Johnson ya no necesita ser una estrella de acción para brillar; su verdadero potencial está, por fin, en la interpretación.
La película está cartelera de países de América Latina, incluido el Perú, desde este 16 de octubre.
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