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¿Comiste bien y aun así te cayó mal? Tal vez es culpa del estrés
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¿Comiste bien y aun así te cayó mal? Tal vez es culpa del estrés

¿Comiste bien y aun así te cayó mal? Tal vez es culpa del estrés

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Te preparaste una ensalada hermosa, llena de fibra, proteína, colores y amor. La comiste rápido entre reuniones, revisando correos, con el celular en la mano y la cabeza en otra planeta. Y, a los 20 minutos: hinchazón, gases, incomodidad, ganas de acostarte en posición fetal. ¿Te suena familiar? ¡Ajá! No todo siempre es culpa del pan ni de la cebolla. A veces, el verdadero saboteador de tu digestión no está en tu plato, sino en tu mente. Y tiene nombre: el .

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Y es que el eje intestino-cerebro es más que una moda en Instagram. Tu sistema digestivo y tu cerebro están conectados por una autopista bioquímica llamada eje intestino-cerebro. Se comunican todo el día a través de hormonas, neurotransmisores y señales del sistema nervioso. ¿El mensajero principal? El nervio vago (que de vago y flojo no tiene nada), que conecta tu cerebro con tus intestinos y regula funciones como la motilidad, la secreción de jugos gástricos, y hasta tu respuesta inflamatoria.

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Juan Carlos Fangacio
La postura en la cual comemos a veces es más importante que el contenido que hay en el plato. (Foto: iStock)
La postura en la cual comemos a veces es más importante que el contenido que hay en el plato. (Foto: iStock)
/ ciricvelibor

Cuando estás tranquila, presente y en modo “descanso y digestión” (gracias al sistema nervioso parasimpático, ese que hoy en día suele estar inhibido a causa del estrés crónico), tu cuerpo dice: “todo bien, vamos a digerir esta comida como se debe”. Pero (y aquí un gran pero) cuando estás corriendo de un lado a otro, con el cortisol a tope, en modo “supervivencia” , tu cuerpo entra en alerta máxima y lo último que quiere hacer es digerir. Porque —según él— podrías estar escapando de un tigre, no almorzando en tu escritorio.

Lo que viene a continuación es una respuesta natural del cuerpo, pero que afecta tu digestión:

  • Se reduce la producción de ácido clorhídrico, y esto hace que no digieras bien las proteínas.
  • Disminuye la motilidad intestinal: bienvenido, estreñimiento.
  • Se altera la microbiota intestinal, lo cual significa menos bacterias buenas y más inflamación.
  • Aumenta la permeabilidad intestinal. Sí, el famoso “intestino permeable”.
  • Se disparan los antojos, y aquí hay química pura: tu cerebro quiere dopamina, y la pide en forma de azúcar.

El estrés desencadena la liberación de hormonas como el cortisol, que pueden alterar la motilidad intestinal, aumentar la inflamación y reducir el flujo sanguíneo al sistema digestivo, lo que lleva a otros problemas estomacales.

¿El resultado? Aunque comas hermoso y maravilloso, los nutrientes no se absorben como deberían, tu digestión se “enlentece”, tu barriga se infla y tú te sientes agotada, desconcentrada y con ganas de llorar por algo que ni siquiera sabes qué es.

Entonces… ¿tengo que dejar de estresarme para digerir? Ojalá fuera tan fácil. El estrés no se elimina: se gestiona. Y ahí es donde entra el cambio de chip: no solo importa lo que comes, sino cómo lo comes y en qué estado emocional estás cuando lo haces. Aquí te dejo unos tips prácticos:

  • Respira profundo antes de comer. Tres inhalaciones y exhalaciones pueden cambiar tu digestión.
  • Cierra pantallas. Mastica sin distracciones (sí, sin redes sociales, ni mails).
  • Come sentada, tranquila y sin apuro. Tu cuerpo no digiere bien en modo ‘sprint’, ni tampoco parada en el counter de la cocina.
  • Haz pausas activas. Caminar diez minutos después de comer ayuda más que cualquier probiótico.
  • No guardes emociones. Como siempre digo, el intestino digiere lo que la cabeza no gestiona. El estrés emocional no digerido también inflama. Habla, escribe, suéltalo.
Salir a caminar algunos minutos después de comer tiene efectos increíbles tanto en la digestión como en tu estado de ánimo. (Foto: iStock)
Salir a caminar algunos minutos después de comer tiene efectos increíbles tanto en la digestión como en tu estado de ánimo. (Foto: iStock)
/ MStudioImages

Tu digestión no es solo una función fisiológica, es una señal de cómo estás viviendo. Si tu digestión está alterada, no siempre necesitas una dieta más estricta. A veces necesitas bajar el ritmo, mirar hacia adentro y reconectar con tu cuerpo. Porque no es lo mismo comer un plato de verduras con ansiedad, que con presencia.

Y no, no estás rota. Tu cuerpo está hablando. Solo toca escucharlo. //

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