Aunque es filósofo de formación, poeta y profesor universitario, el teatro siempre ha interesado a Rubén Quiroz Ávila, quien ha publicado dos libros anteriores a este tema —Travesías trifrontes, que recupera el teatro de vanguardia en el Perú, y El teatro durante la guerra del Pacífico—, ahora presenta un libro —Katarsis. Crítica a las artes escénicas en el Perú— que reúne sus columnas periodísticas en un medio local —Exitosa—, en el que construye una especie de memoria de la escena última peruana, esa que fue afectada y transformada por la pandemia.
En el último año debido a la pandemia prácticamente se ha normalizado el teatro por plataformas virtuales, ¿qué opinas de esta nueva realidad?
Habría empezar diciendo que el teatro en el Perú es todavía marginal al interés tanto del aparato estatal como de la mayoría de la población y eso por varias razones, la primera es que hay pocos espacios físicos teatrales y los que hay están centralizados en ciertos distritos privilegiados de Lima; por lo tanto si vemos críticamente el estatus del teatro en el Perú este marca o refleja nuestros sistemas de exclusión social, y dentro de ese universo su consumo tiene una doble cara: la primera tiene un nivel de complejidad estética y suele estar hecha para un publico que la puede reconocer, y después existe un teatro comercial, de las productoras más mediáticas, que tienen más publico, sin embargo su complejidad es distinta y menor. En ambos casos la sostenibilidad financiera es difícil. Al pasar a la plataforma virtual, el teatro se ha visto con un publico distinto al usual y en ese sentido es una oportunidad para ampliar sus horizontes a través del uso de herramientas digitales. Esto obliga a una redefinición de la naturaleza de las propias artes escénicas porque una cosa es la mediación tecnológica y otra la experiencia del contacto físico que ha sido siempre una característica fundamental del teatro.
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¿No crees que en esta nueva realidad se haya sembrado una semilla que alterará en algo esa convivencia física por una más mediatizada por las plataformas?
Yo creo que podrán convivir ambas formas, y va a explotarse también la ruta híbrida. Es algo muy análogo a lo que sucederá con la educación, hay un eje de ruptura acelerado que origina nuevas experiencias y eso incluye a todas las artes, al fin y al cabo, usamos las herramientas para sobrevivir y en todo caso esto origina también un nuevo tipo de consumidor. Habrá quienes no van a querer ir al teatro físicamente y exigirán espectáculos diferentes al tradicional. Lo interesante es que esto va a significar la ampliación de las artes escénicas.
La función de la crítica
Si bien el libro parte de columnas periodísticas, lo interesante es que buscas construir una memoria del teatro peruano reciente y es también un homenaje a la Escuela Nacional de Arte Dramático y a maestros como Ernesto Ráez (recientemente fallecido) y Augusto Salazar Bondy
La columna es un pretexto para reflexionar sobre el teatro peruano. Lo que se requiere para el crecimiento de todo tipo de arte es que se le cuestione, que se le revise con rigor pertinente y esa es la función de la crítica. El libro es una defensa del teatro, sí; es una defensa de la memoria, sí; pero también es un llamado de atención sobre la ausencia de espacios críticos sobre teatro en los medios masivos. En mi caso ha sido una preocupación de espectador crítico, tengo la ventaja del distanciamiento con la escena teatral, y creo es un distanciamiento saludable que hace que mis interpretaciones no tengan un compromiso emocional.
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¿Cuáles crees que han sido las líneas temáticas o los estilos que ha seguido el teatro en el Perú en los últimos años?
Hay estilos más notorios que otros, pero una cosa son las producciones de los textos o guiones y otra las puestas en escena. En el primer caso las obras se pueden revisar y hay como tres grandes aristas. Aquellas que se engloban con el propio espíritu contemporáneo, obras muy familiares, autorreferenciales, varias de ellas se han llevado a escena; una segunda que parte de la tradición de hacer teatro peruano, en el sentido estricto, muy vinculado a la visión crítica de nuestra historia, la guerra con Chile, lo que sucedió en los años 70 con Velasco, en los años 80 con la violencia política; y una tercera mucho más experimental, anclada en asuntos que pueden reconocerse como globales, esos tres grandes ángulos han estado conviviendo en los últimos tiempos.
Escenarios diversos
Hablas de la centralidad del teatro, pero en el libro también has puesto atención al teatro que se hace en Comas, por ejemplo, donde hay una larga tradición teatral vinculada al movimiento obrero y reivindicaciones sociales.
Lima norte, Comas, Los Olivos tiene esta tradición que indicas, muy vinculada al teatro callejero, donde se combinan las diferentes artes escénicas; es todo un movimiento que involucra la participación vecinal, el teatro aquí no es solo una puesta en escena, sino es una convivencia vital, transformativa, lo mismo pasa en Villa El Salvador, donde el teatro es una herramienta incluso de educación emocional, sentimental y educación cívica.
En estos lugares el teatro ha reemplazado al estado
Efectivamente, es un sujeto muy activo, en Los Olivos existe un Teatro de Naranjal, hecho en una casa, antes de la pandemia iban ahí actores, actrices a realizar escenificaciones… Son esos héroes no mostrados y creo que la responsabilidad de un crítico es evidenciar justamente todo el espectro del teatro peruano. En esta parte de Lima, la gente lleva décadas contando sus propias historias, y todavía algunos creen que cuando llevan la Orquesta Sinfónica a un canchón de Comas están trayendo cultura, esa es una visión muy vertical, reducida y equivocada.
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