"Collacocha", el regreso de un clásico del teatro peruano
"Collacocha", el regreso de un clásico del teatro peruano
Enrique Planas

Era la época de los grandes proyectos de construcción. Tiempo de levantar puentes, construir túneles, hacer volar los obstáculos que impedían extender carreteras e integrar a los peruanos convencidos en los preceptos del progreso y la modernidad. Un Perú moderno era un país que podía mostrar su infraestructura como un fin en sí mismo.

Con esta misma fe, Enrique Solari Swayne escribió “Collacocha”, conmovido tras ser testigo de los daños producidos por un aluvión en la ciudad de Huaraz en 1954. La impresión que le produjo al autor ver la ciudad destruida resultó tan fuerte que, de un tirón, escribió el primer borrador de “Collacocha” en el mismo lugar de la catástrofe. Su historia cuenta el drama surgido a cinco mil metros de altura, donde el ingeniero Echecopar dirige con mano férrea la construcción del túnel trasandino por donde se extenderá la primera carretera que unirá la costa con la selva. Convencido del progreso que aportará la obra a esta zona, él está dispuesto a hacer lo necesario para llevar la obra a su término. Sin embargo, una serie de filtraciones de agua sobre sus cabezas amenaza con destruirlo todo. Solari Swayne, psicólogo de formación, inquieto viajero y amante de la naturaleza del país, plasmó ese amor en Echecopar, el protagonista de su obra.

Collacocha” fue estrenada en 1956, al final del régimen de Odría, protagonizada por el inolvidable actor Luis Álvarez. Entonces la obra conectó la sensibilidad de la época con su denuncia por la desigualdad social, pero también con la épica lucha de los hombres por alcanzar el progreso, incluso a costa de sus vidas.

RELEER LA ÉPICA
Sesenta años más tarde, el actor y director Rómulo Assereto lleva a escena esta obra icónica. El escenario es impresionante: ha convertido el tablado en una enorme y magnífica gruta en el corazón de la montaña perforada. Si la obra original sucedía tradicionalmente en la pequeña barraca de Echecopar, sin mostrar la grandeza natural allá afuera, en esta versión es la piedra la que empequeñece a los actores.

Pero el objetivo del director no es celebrar amablemente el aniversario redondo de la obra. Sabe que la responsabilidad de llevar a escena un clásico es enorme, pero también quiere revisar y actualizar su sentido. “‘Collacocha’ es parte de la historia de un país donde la idea de progreso estaba muy presente. Los años cincuenta fue la época de la construcción de grandes infraestructuras, y el desarrollo se veía como un fin en sí mismo. Hoy somos algo más conscientes de las consecuencias del progreso, del precio que hay que pagar. Por eso, pienso que la lectura original de la obra tiene que cambiar, adaptarse para que siga ocupando su lugar en la dramaturgia peruana. Es necesario releerla y revisarla”, explica el director.

Por su parte, Leonardo Torres Vilar también enfrenta el reto de hacer olvidar al público el Echecopar tan estrechamente vinculado a Luis Álvarez: “Estoy tratando de no pensar mucho en eso”, confiesa. “Yo amo su recuerdo. Lucho era un gran señor, un caballero. Yo lo conocí, pues era amigo de mi familia. Pero estamos en otro tiempo. Así que trato de librarme de esa responsabilidad y hacer una interpretación nuestra”.

¿Qué diferencia entonces el montaje original de “Collacocha” de su actual relectura? Básicamente, una actitud diferente del ingeniero Echecopar. “A riesgo de hacer un comentario político, que nunca los hago, en el Perú han pasado muchas cosas”, explica Torres Vilar. Para el actor, tras una década de violencia, hoy revisamos la ciega fe en el progreso de la obra y empezamos a cuestionar si el fin justifica los medios. ¿Vale la pena sacrificar algunas vidas si son miles los que se beneficiarán con el progreso que traerá la carretera? Sin duda, la respuesta que damos hoy es distinta a la que pudo darse en 1956.

“Es importante para quienes vivimos en los años de la violencia, o los que nacieron después, heredar ese cuestionamiento. Luego de las acusaciones y los juicios que ha habido, es increíble que aún haya gente que piense que el fin justifica los medios, que vale la pena que mueran algunos para el beneficio de otros. Esta obra rescata eso y nos enfrenta a estas preguntas”, señala el actor.

Para Torres Vilar –que propone un nuevo Echecopar, aunque igualmente duro y con capacidad de dudar–, cuando la obra se estrenó originalmente no proponía ningún cuestionamiento. “Simplemente decía: las cosas son así. La gente muere, pero el progreso es bueno. Pero este montaje hace lo que el teatro debe hacer: proponerte una pregunta sin darte una respuesta”, añade.

LA TRAGEDIA DE ECHECOPAR
Para Assereto, si bien coincide con el ingeniero Echecopar en su deseo por hacer del Perú un mejor país, hoy no es posible respondernos tan fácilmente como antes si vale la pena sacrificar vidas a cambio del desarrollo. “La tragedia de Echecopar no es necesariamente la del hombre enfrentado a la naturaleza. Más bien es el hombre enfrentado al progreso. Su tragedia es darse cuenta de todo lo que cuesta lograr el desarrollo y no poder enfrentarse luego a sus consecuencias”.

Leonardo Torres entiende bien el papel del protagonista: “Yo conozco a Echecopar. Soy yo en otra dimensión”, señala. “Quizás para ocultar su propia sensibilidad mantiene una dureza externa. Dentro de su pequeñez quiere hacer lo máximo. En la obra original, Echecopar es una especie de superhombre paternalista, él decidía quién vivía y quién moría. Yo tenía ese recuerdo de la obra. Pero trabajando con Rómulo podemos entenderlo de otra manera. No me gustaría que Echecopar sepa siempre qué debe hacer. En la obra sigue siendo un personaje épico, retador para el actor, pero ya no es el superhombre. Es un hombre que duda, que se equivoca. Es el hombre que queremos ser”. 

MÁS INFORMACIÓN
Lugar: Teatro La Plaza, Larcomar.
Temporada: del 30 de junio al 30 de agosto. De jueves a martes, 8 p.m.; dom., 7 p.m. Precio: S/65 y S/30.
“En la obra original, Echecopar es una especie de superhombre paternalista. Él decidía quién vivía y quién moría. Yo tenía ese recuerdo de la obra”.

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