Lorena Álvarez opinión
Lorena Álvarez opinión

Soy una mala mujer porque lo denuncié. Mala mujer porque no consideré su carrera, su trabajo, su pluma, sus aspiraciones políticas. Soy una mala mujer porque no pensé en su familia. Mala mujer porque no acepté que me siga golpeando, escupiendo, insultando, controlando. Soy una mala mujer porque abrí la puerta de mi habitación y me senté en una comisaría. Mala mujer porque sobreviví para contarlo.

Según el INEI, en el 2016 tres de cada cinco mujeres en el Perú fueron víctimas de algún tipo de agresión por parte de su pareja. Después de Lima, las regiones con más denuncias son Ica, Apurímac, Piura y Cusco. Todos los días, una mujer es asesinada o maltratada por quien dice amarla.

Los casos seguirán apareciendo mientras campee la impunidad. Mientras el agresor se sienta protegido por el sistema. Un sistema que mide el daño causado por los días de incapacidad que te da el Instituto de Medicina Legal. ¿Y el daño psicológico? Cómo mides el daño emocional, las pesadillas, los ataques de ansiedad, el perder las ganas de comer, el quedarte en vela noches enteras porque cerrar los ojos le abre la puerta a los recuerdos.

El pegalón sistemático sabe dónde golpearte, las partes del cuerpo donde es más difícil dejar moretones o marcas. No es tonto. Planifica. Trabaja meses, años, dinamitando tu autoestima, aislándote de tu familia y amigos. Aquellos que detectarían las señales de alerta ya no están cerca para cuidarte. Y cuando ataca, te abruma la vergüenza, el miedo. Si eres figura pública, peor. Olvídate de tu privacidad. Tendrás que soportar que te tilden de todo.

Pero el miedo y el qué dirán no pueden paralizarnos. Más miedo nos debe dar nuestro verdugo, aquel que se sabrá empoderado con tu silencio y la próxima te dará más duro, con más ganas. Porque tu llanto lo excita, tus gritos lo inspiran. Y no lo dudes, eventualmente te matará.

La primera vez que un hombre te golpea es su culpa, la segunda es tuya porque estás dejando que te maltrate. Le estás diciendo con tu pánico que no vales nada y eso no es cierto. Tenemos la obligación de denunciar. Las mujeres tenemos que cerrar filas contra esta epidemia de maltrato y abuso. Los hombres también tienen que ayudar. Como país tenemos que dejar de dudar de la víctima o esperar un video o hueso roto. Denunciar es mucho más duro cuando todos te miran escépticos.

No importa que los trámites sean largos, que te citen para tu peritaje psicológico tres meses después de los hechos. Hay que denunciar e ir hasta el final. Las autoridades pueden ayudar con más presupuesto al Ministerio Público, más psicólogos, más médicos legistas.

Lourdes Paúcar es reportera en América TV y Canal N. Trabajé con ella años atrás en el turno de la madrugada. Apenas supo de mi caso, me escribió diciendo: “No estás sola”. Ella acaba de denunciar a su agresor, dice que lo hizo inspirada en mi testimonio. Yo le digo que su inspiración fue ella misma, esa mujer hermosa, valiente y siempre sonriente que conocí pero que anduvo entumecida, sometida y, por fin, dijo basta.

El año pasado 124 mujeres fueron asesinadas por sus parejas, unas 10 cada mes. En el mundo, las Naciones Unidas calculan 66.000 feminicidios cada año. Todos esos asesinos comenzaron gritando, humillando, celando, jaloneando. Nos cegamos ante las señales de alerta y todo lo confundimos con amor.

Si te grita, no te ama; si te pega, no te ama; si te humilla, no te ama. ¿Somos malas mujeres por no dejarnos matar y denunciar a nuestros agresores? No. Son ellos los malos hombres y merecen ser sancionados por la ley y por la sociedad, y ahora que anuncian un registro de agresores, bienvenido sea, que la vergüenza los persiga.