Juan Paredes Castro

Los países latinoamericanos deben estar hoy más convencidos que nunca, después del fraude electoral de en Venezuela, de que las no pueden cantar victorias democráticas si no tienen el control efectivo de sus candados fundamentales.

Entre esos candados fundamentales de cada país figuran su Constitución, su Estado de derecho y sus poderes públicos, sin que pueda faltar uno que destaca por todo lo alto, pero que, al no estar debidamente empoderado y protegido en su autonomía, idoneidad e integridad, resulta vulnerable a presiones e intereses que desdibujan su autoridad y credibilidad.

Se trata del sistema electoral, aquel que engloba el manejo de los padrones de ciudadanos, la organización de los comicios, el conteo de votos, la determinación de resultados y la justicia electoral definitiva.

Pueden ser muy democráticos los candados de las constituciones, del Estado de derecho y de los poderes públicos, inclusive de las Fuerzas Armadas, pero a la hora en que falla el candado del sistema electoral, un presidente en ejercicio, electo democráticamente, puede crear las condiciones para convocar a nuevos comicios, excluir candidatos opositores y sentarse a esperar los resultados que confirmarán la continuidad ad infinitum de su mandato.

Este ritual de supresión de la democracia y las libertades se convierte así, a través del candado flojo del sistema electoral, en modo y medio de vida del gobierno autoritario o dictatorial de turno hasta su prolongado proceso de desmoronamiento final, más por acción propia y no necesariamente por acción opositora interna o externa.

El candado que más controla una dictadura es el electoral. El candado que más descuida una democracia es el electoral. Ese mismo candado, en la lucha contra Nicolás Maduro, con María Corina Machado a la cabeza, es un candado flojo, al estar en manos de la dictadura y no producir resultados confiables. Y, por más que Machado no abandone su lucha por la democracia, será consciente de que el candado del sistema electoral de Maduro será el último bastión con el que este pretenda justificar su atropello a las libertades y a la democracia.

A menos de un año de la convocatoria a elecciones generales en el Perú y a dos de su realización, lo ocurrido en Venezuela nos advierte sobre cuán prevenidos debemos estar por el urgente empoderamiento del candado del sistema electoral propio; es decir, que sea una indiscutible garantía de la democracia.

La lección peruana de la organización y los resultados de los comicios del 2021 obliga al Congreso, Ejecutivo y Poder Judicial (cuyo representante preside el JNE) a dotar al sistema electoral de potenciales condiciones de funcionamiento, idoneidad, credibilidad e integridad.

El candado flojo de un sistema electoral le abrirá siempre las puertas a la alteración o al final del sistema democrático vigente.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Juan Paredes Castro es periodista y escritor