La ciencia de la Etología nos ha enseñado que en la vida de un animal hay un período crítico para adquirir o aprender ciertos tipos de conducta: Este fenómeno se llama impronta. La acepción biológica de impronta figura en el DRAE desde 1984 y reza así:
“Proceso de aprendizaje que tiene lugar en los animales jóvenes durante un corto período de receptividad, del que resulta una forma estereotipada de reacción frente a un modelo, que puede ser otro ser vivo o un juguete mecánico.”
Entre los especialistas, el término de uso más general y que equivale a impronta es imprinting, con que se traduce el vocablo alemán Praegung, usado por Konrad Lorenz en 1935. Antes de que la voz impronta tuviese cabida en el DRAE, en su acepción biológica, circulaban en español varios términos que eran poco más o menos equivalentes a imprinting, a saber: impregnación, impresión, acuñación, troquelado, marcación, sellamiento.
Lo que se aprende por impronta no se olvida jamás. La impronta es irreversible. Lo que se aprende por impronta no solamente se retiene, sino que el objeto de la impronta es siempre preferido durante todo el resto de la vida del animal.
En un aprendizaje convencional, el olvido es frecuente, pero en la impronta jamás se produce el olvido. La impronta es inolvidable.
En los animales, la impronta es invariablemente positiva; en los seres humanos, puede ser negativa.
En efecto, los estudios demuestran que en los seres humanos, a diferencia de lo que ocurre entre los animales, la impronta puede ser negativa, el niño puede sentir por la impronta aversión hacia la madre, y a la madre le puede ocurrir lo mismo; es decir, puede sentir una antipatía visceral por su hijo, y sin haber mediado ningún motivo aparente de rechazo, a pesar de lo cual el rechazo se produce, o por mejor decir, los dos rechazos, el de la madre por su hijo y el del hijo por su madre. En resumidas cuentas, el hijo y la madre, no bien se vieron, antipatizaron.
Concuerdo con Sluckin cuando dice que no sería muy sensato buscar las raíces de la personalidad humana (normal y anormal) solamente o principalmente en ciertos tipos de experiencia temprana, descuidando así la gama total de los determinantes de la personalidad, propios de la herencia y el medio.
Así como se marca a las reses, así también los seres humanos pueden resultar marcados por la impronta. Spalding decía, con mucha razón, que la impronta era “the stamp of experience”, “el sello de la experiencia”. La persona improntada queda sellada el resto de su vida.