(Ilustración: Giovanni Tazza).
(Ilustración: Giovanni Tazza).
Fernando Berckemeyer

Si es verdad que el poder desenmascara, los peruanos tenemos buenos motivos para pensar que luego del del pasado domingo 9 de diciembre empezaremos a conocer de verdad al presidente .

Después de todo, Vizcarra obtuvo ese día una victoria aún más abrumadora de la que se esperaba y consolidó con ello un poder todavía más grande que el que el apoyo ciudadano le venía dando desde su reacción ante el estallido de Lava Juez. Es difícil que en los próximos meses el , dominado por una oposición que parece en caída libre, se anime a negarle mucho.

En ese sentido, un excelente indicador de quién es en realidad Martín Vizcarra va a ser hasta dónde va con las reformas de los sistemas político y de justicia para cuya aprobación, al menos nominalmente, convocó el referéndum.

Si no sigue con ellas hasta comprobar que quede en pie un sistema de reglas que no signifique un reacomodo sino un verdadero cambio de cauce para cada uno de los dos temas, demostrará que el referéndum fue una movida política astuta y bien calculada, pero nada más que un gesto para las tribunas al final del día. Lo que a su vez revelaría a un hombre al que le interesa más el poder que los cambios que se pueden hacer con él.

Si, en cambio, Vizcarra continúa empujando estas reformas, invirtiendo en ellas el gran capital político que ha acumulado, demostraría lo contrario: que el poder le importaba por lo que podía hacer con él. Porque lo que está claro es que estas son reformas complicadas y que la batalla por realizarlas no será corta ni dejará de causar heridas al gobierno que las emprenda.

Dicho sea de paso, para darse una idea del nivel de dificultad que implican estas batallas basta ver cómo el pistoletazo inicial de la reforma del sistema de justicia –la creación de la comisión que supervisará el proceso para elegir a los miembros de la junta que a su vez nombrará a jueces y fiscales– podría acabar significando un tiro torcido. Y no lo digo solo por lo poco auspiciosa que puede resultar para cualquier persona familiarizada con los usos y costumbres estatales la idea de una comisión creada para generar otra comisión (por muy inevitable que políticamente fuese). Lo digo porque cuando uno se pone a ver de cerca la conformación (probablemente también inevitable) de la primera comisión –la encargada de supervisar el proceso de selección de la junta– y nota que quedan aún por determinarse quiénes serán los dos representantes de las universidades en ellas, se hace evidente que no necesariamente serán mayoría en su seno las fuerzas a favor de un cambio radical en nuestro Poder Judicial y Ministerio Público.

Ciertamente, el presidente podría considerar una mala suerte que los retos que se le pusieron al frente fueran tan grandes y difíciles: son dos de los problemas más graves y largamente arrastrados que tiene el Perú. No en vano se trata, en el caso de la reforma política, del conjunto de reglas e instituciones que sirven para elegir y controlar a quienes crean las leyes; y, en el de la reforma del sistema de justicia, de las instituciones que sirven para hacer que estas leyes se cumplan.

Pero también podría verlo de otra manera: la oportunidad que tiene al frente es histórica. Es decir, tiene la oportunidad de pasar a la historia con el tipo de cambios estructurales que solo logran muy pocos gobernantes.

Por supuesto, esto requiere de un cierto tamaño de líder. Pero eso, la dimensión, no es más que otra faceta de la pregunta de la que comenzamos hablando: ¿Quién es Martín Vizcarra? Inevitablemente, el presidente del Perú nos dará la respuesta a esta pregunta ahora que, con gran talento, ha logrado conquistar un buen nivel de libertad.

Nota del editor: Una versión reducida .