Según PPK, para prevenir cualquier tipo de desbordes o inundaciones así como que las viviendas sean dañadas en un futuro, se debe trabajar en la limpieza de los ríos. (Foto: Presidencia)
Según PPK, para prevenir cualquier tipo de desbordes o inundaciones así como que las viviendas sean dañadas en un futuro, se debe trabajar en la limpieza de los ríos. (Foto: Presidencia)
Editorial El Comercio

El fin de semana pasado, el presidente Kuczynski puso una vez más en riesgo la tregua con la oposición trabajosamente conseguida por la presidenta del Consejo de Ministros, Mercedes Aráoz. Durante una visita a Piura, y en la estela de las críticas al gobierno entre las que se encuentran las que precipitaron la salida de Pablo de la Flor del cargo de director ejecutivo de la Autoridad de la (ARCC), sentenció: “Ladran, gritan, pero avanzamos”.

La frase, en realidad, era un eco de otra que él mismo había pronunciado en mayo de este año, con ocasión de una entrega de patrulleros a la Policía Nacional (“Como Sancho le dijo al Quijote, por eso ladran, por eso estamos progresando”, sostuvo en aquella oportunidad); y esta última, a su vez, la antojadiza adaptación de una falsa cita de El Quijote que el desconocimiento de la obra de Cervantes ha permitido popularizar (“Sancho, si los perros ladran es señal de que avanzamos”).

En medio de tanta confusión, sin embargo, algo queda claro: hay un grupo de personas a las que el mandatario ha comparado con perros. Se ha cuidado por cierto de precisar a quiénes estaba aludiendo específicamente con la figura, pero adivinar su identidad general no es difícil: se trata, desde luego, de los críticos de su gobierno, ya sea que estén en el Congreso, en las regiones, en la prensa o dispersos entre los ciudadanos de a pie.

No es, además, la primera vez que el jefe del Estado arremete contra ellos. En febrero de este año, durante la fallida inauguración de las obras para el aeropuerto de Chinchero, fue muy transparente al respecto. “Todos esos loquitos que dicen que de aquí no se va a despegar […] que se tomen una pastilla”, proclamó. Para después rematar: “A los criticones les decimos: cállense la boca; déjenos trabajar”.

Y aunque es posible imaginar el estrés que ha de causar la permanente exposición a los ataques, justificados o no, que supone administrar el poder, es evidente al mismo tiempo que reaccionar con aspereza ante esa situación es del todo inadecuado. Quien se presenta a la presidencia –o a cualquier otro cargo de representación política– no solo tiene que saber y estar preparado para lo que le espera, sino que les debe a los votantes respeto, humildad y tolerancia en el ejercicio del cargo. Y a la oposición y la prensa, por lo menos el trato educado que la institución que encarna demanda. Actuar de otra forma es, sencillamente, atender a un impulso primario, o al llamado de la selva.

Existen, por otra parte, consideraciones políticas que, como sugeríamos al principio, hacen en este momento la destemplanza presidencial más inconveniente que nunca. Nos referimos, por supuesto, a las dificultades que ya ha venido enfrentando la jefa del Gabinete tras el anuncio del mandatario de que no recibiría a la comisión del Congreso que investiga el Caso Lava Jato por presumir que, al igual que cuando recibió a la Comisión de Fiscalización para abordar el Caso Moreno, aquello sería “un circo”.

No es inverosímil, por ello, que dentro de poco la tengamos otra vez tratando de explicar en el Congreso o ante los medios que el jefe del Estado no le ha faltado el respeto a nadie con sus palabras o su gesto… cuando es exactamente eso lo que ha hecho.

Si al ex presidente Humala se lo censuró en su momento por haber echado mano del mismo tipo de giros –la falsa cita de El Quijote y el apelativo de ‘jauría’– para atacar a quienes insistían en investigar a Nadine Heredia por sus vínculos con Martín Belaunde Lossio, no resultaría justo ni sensato que en este caso se opte por mirar hacia el costado para procurar que el trance incómodo pase inadvertido.