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Señor de los Milagros: un viaje a sus orígenes telúricos y de una devoción que permanece intacta durante siglos
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El Señor de los Milagros continuará tiñendo de morado todo lo que resta del mes de octubre. Aún le quedan tres fechas más para recorrer las calles de Lima y el Callao, llenándolas de un masivo fervor y olor a sahumerio.
Es la festividad religiosa más importante del año y todos, creyentes o no, se adaptan a ella. Los distritos organizan sus propias procesiones, el rostro del Centro Histórico cambia radicalmente, se cierran las calles, se desvía el tráfico, las líneas del Metropolitano varían de ruta. La comida callejera se pone sabor anticucho y se endulzan las tardes con el turrón de Doña Pepa. Mujeres, hombres y niños se visten de hábito.
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La carga simbólica de esta celebración es poderosa. En la imagen del Cristo crucificado, caminando al paso de los cargadores, recibiendo los cantos y rezos de sus devotos, estamos viendo siglos de historia. Y esta se puede remontar a mucho antes de que se pintara la imagen original sobre un muro de adobe en el siglo XVII, incluso a tiempos prehispánicos.

Dios Pachacámac
¿Cómo así? La historiadora María Rostworowski planteó la relación entre el Señor de los Milagros y el dios Pachacámac, cuyo poder —entre otros atributos— incluía hacer temblar la tierra. Debemos recordar que el Cristo pintado por un esclavo angoleño en Pachacamilla, en un muro que se resistió a ser derrumbado (a pesar de los terremotos que destruían Lima) ha mantenido vivo por siglos el vínculo entre el fervor morado y los temblores limeños, especialmente los de octubre.


En su libro “Pachacámac y el Señor de los Milagros. Una trayectoria milenaria” (IEP, 1992), Rostworowski resalta la larga tradición muralista de la población costeña, como en las paredes pintadas del templo de Pachacámac, costumbre que pudo heredar la población negra. “Cuando temblaba la tierra, los naturales de Pachacámac imploraban a su antigua huaca, cuyo principal atributo era dominar según su voluntad las ondas sísmicas. Es comprensible que los negros esclavos ante los movimientos telúricos se uniesen a los indígenas en sus súplicas a sus divinidades”, escribió la historiadora.

Pero ¿cómo era este dios Pachacámac? “Era un dios todopoderoso, era un dios que brindaba la vida, brindaba los alimentos, daba todo y movía la tierra. Se pensaba que si el dios movía la cabeza se producían grandes terremotos y que si caminaba, el mundo se iba a destruir”, explica Rommel Ángeles, arqueólogo supervisor del museo Pachacámac. En el templo, los españoles en busca de oro encontraron en su lugar una larga escultura de madera de algarrobo de 2,34 metros. Tiene dos rostros y data del año 800 d. C.; es decir, mucho más antigua que los incas. De hecho, se le atribuye a la cultura Wari. Al encontrar al ídolo, los españoles lo tiraron y en su lugar colocaron una cruz. Por suerte, no lo destruyeron y hasta hoy se puede apreciar en el museo Pachacámac.

Con la llegada de los españoles, se crearon reducciones y los habitantes de Pachacámac tuvieron que migrar a los márgenes de Lima, zona a la que se llamó Pachacamilla (ubicada a la altura de la actual Av. Tacna) y donde vivieron después poblaciones afroperuanas.
Tres más
Las próximas salidas del Señor de los Milagros serán el 26 de octubre en el Callao (una fecha extraordinaria); el 28 de octubre, con visitas al hospital Arzobispo Loayza y la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados; y el 1 de noviembre, en su último recorrido.
Regreso al puerto
Este domingo 26, después de casi 22 años, la imagen del Señor de los Milagros regresará al Callao. El Nazareno Móvil pasará por las avenidas Nicolás de Piérola, Óscar R. Benavides, Tingo María, Mariano H. Cornejo, Universitaria y La Marina.
Tiempo de orar
El Santuario del Señor de los Milagros de Nazarenas, ubicado en la cuarta cuadra de la Av. Tacna, ofrece once misas diarias desde las 6 a.m. hasta las 9 p.m. Además, el templo permanece abierto entre las 5:45 a.m. y las 10 p.m. para los fieles que deseen orar o confesarse.
En Roma
Las celebraciones organizadas por la Hermandad del Señor de los Milagros en Roma congregaron a miles de devotos provenientes de América, Europa y Asia. También asistieron fieles latinoamericanos.
Museo Pachacámac
Puedes visitarlo en la antigua carretera Panamericana Sur, kilómetro 31,5. Atienden de martes a sábado de 9 a.m. a 5 p.m. y los domingos de 9 a.m. a 4 p.m. Los primeros domingos del mes el ingreso es gratis.
Mural antitemblores
“Según la tradición —respaldada por fuentes documentales—, la imagen data de 1651 y fue realizada al temple por un esclavo angoleño sobre un muro de adobe en Pachacamilla, entonces un sector periférico con presencia afrodescendiente e indígena”, explica Carlos Piccone, docente del Departamento de Teología de la PUCP. “La devoción se afianzó tras el temblor de 1655, cuando la pared con el Cristo se mantuvo incólume; pero obtuvo un reconocimiento más amplio después del gran sismo de 1746, volviéndose costumbre mostrar la imagen en ceremonias cívicas e invocar su protección como patrono contra los terremotos”. De los temblores pasaron a los milagros.

Piccone nos cuenta que, en 1671, el vecino Andrés de León asumió su cuidado y afirmó haber sanado de una grave enfermedad, lo que provocó un “brote devocional”. Sin embargo, después hubo tres intentos de borrarla, pero todos fracasaron sin una explicación natural, lo que se interpretó como actos milagrosos.
Primera procesión
El historiador refiere que tras el terremoto de 1687, el devoto Sebastián de Antuñano mandó a pintar una copia y con ella se dio origen a la primera procesión del Señor de los Milagros. Sus primeros devotos fueron “afroperuanos e indígenas del entorno; muy pronto se sumaron cofradías, gremios y autoridades. Aquellas procesiones eran breves y penitenciales, con andas sencillas y un marcado sello barroco”. Esta imagen aún se mantiene en pie y es la que aún se saca en procesión, cuatro siglos después.

“La devoción se sostiene sobre dos imágenes: el muro original (1651) en el santuario y el lienzo procesional (1687) que sale en andas cada octubre”, comenta Piccone Camere para explicar la continuidad de esta celebración que persiste por siglos, además de atribuirle una gran organización laical de la hermandad y sus cofradías.
Se calculan alrededor de 200 procesiones fuera del Perú. El último gran acto público de nuestro Cristo de Pachacamilla fuera del país ha sido aparecer en una procesión en Roma, en la plaza San Pedro, siendo bendecido por el propio León XIV, el Papa con DNI peruano.
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