Más bonito que recibir un regalo es desenvolverlo. Arrancarle el moño, rasgar el papel con los dedos, despegar con urgencia la cinta adhesiva, escuchar el susurro del papel seda. Y, antes de revelar el contenido, esa fracción de segundo de expectativa. Un regalo se agradece, pero un regalo envuelto con gracia singular se disfruta desde antes de saber si nos ha gustado en realidad. Somos criaturas enamoradas de la novedad, y del misterio. Yo me declaro militante del Regalo Envuelto Como Dios Manda: colecciono cajas de todos tamaños, estoy siempre a la cacería de papel y amontono tarjetas. Es cierto que no siempre hay tiempo ni don para hacerlo, pero el gesto le da valor al cliché ese de que «la intención es lo que cuenta». La intención, cuando ofrecemos un regalo, es halagar a quien recibirá el obsequio. Hay quienes dicen que las sensaciones involucradas en la apertura de una caja que contiene un objeto nuevo disparan la «respuesta sensorial meridiana autónoma», ese cosquilleo que se siente en la cabeza, la espalda, los brazos y las piernas ante ciertos estímulos visuales y auditivos. Quienes desean ese placer no necesitan ir muy lejos: en Youtube encontraremos veinte millones de oportunidades de sentirlo si tecleamos ‘unbox’ en la búsqueda: aparecerán videos de gente abriendo cajas de objetos nuevos. En castellano no tenemos aún una palabra para la inglesa ‘unbox’, que describe un fenómeno tan nuevo como bizarro «el hecho que documenta el momento en que se saca un gadget nuevo de su caja», explicaba David Gallagher en el New York Times. Hay reportes de niños que pasan horas alelados viendo videos de manos anónimas que abren empaques de juguetes y baratijas. Hay fashionistas que babean mientras miran el empaque original de un carísimo bolso italiano. Hay programadores insomnes a causa de los seductores plásticos que recubren los cables del último iPhone. Si estás pensando en hacer un regalo pronto, que esté envuelto. Un regalo envuelto crea una expectativa que nos permite atestiguar la genuina reacción de quien lo abre justo antes de que recurra a la cortesía obligatoria de agradecer y mentirte para decir que le encantó.
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