A Jessenia nunca le avisaron lo difícil que sería ser mamá y retomar el vóley al mismo tiempo, pero tampoco le dijeron lo bien que se sentiría. “Para el vóley hay una base de cómo jugarlo, pero para ser madre, no. Nadie te prepara para eso”, dice Uceda mientras su hijo Lautaro intenta subir solo a uno de los muebles de su casa.
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Cuando llegó a Regatas el año pasado, el técnico Paco Hervás planteó los objetivos a corto, mediano y largo plazo a cada jugadora. Todas aceptaron, incluida Jessenia. Si querían ser campeonas y acabar con el monopolio sanmartiniano, entonces había que trabajar duro. Pero lo que no le advirtieron fue lo que le demandaría su nueva faceta materna.
Tras el punto de campeonato frente a la San Martín buscó a Lautaro, lo abrazó, lo llevó al campo y festejó con él. Era la mejor muestra de agradecimiento que ella podía tener con su “pequeña pasión”, como lo llama mientras lo mira y le acaricia su alborotada cabellera. “Esta cosita hizo que volviera al vóley. Gracias a él lo logré”, explica.
Ya no es la misma de antes. Ha dejado de lado las controversias, aquella vida extradeportiva que le jugaba en contra. Tocó fondo y ya se levantó jugando el mejor partido de su vida en el que el premio es ver crecer feliz a Lautaro.
La renuncia acechó sus pensamientos en más de una vez, sobre todo en los días que era consumida por el cansancio y las lágrimas eran su único consuelo hasta llegar a su casa para ver a su hijo. “Claro que pensé en renunciar al vóley. Llegaba demasiado cansada, pero él era mi razón de continuar con esto”, nos cuenta.
Al final, todo el esfuerzo valió la pena. No solo campeonó con Regatas, sino también logró alcanzar su mejor nivel para volver a la selección, luego de seis años de ausencia. Está dispuesta a usar su experiencia de casi 20 años para guiar a sus compañeras y le ilusiona el plan de Luizomar de Moura.
Pronuncio la palabra ‘Tumbao’ y parece como si le recordara algún mal sueño y, de inmediato, la obliga a excusarse. “Han pasado muchas cosas en mi vida y el haber tenido que sacrificar todo por entregarme a mi hijo vale más que cualquier otra cosa”, asegura. “Es una persona tan chiquita que me llena de mucho amor y, sobre todo, de ganas. Por él estuve agotada por mucho tiempo, pero por él me levanté”, continúa Jessenia tratando de buscar las palabras precisas para hacerme entender lo valioso que es Lautaro en su vida.
Si habla de esfuerzo, es sinónimo de Lautaro; si habla de lucha, habla de Lautaro; si habla de vóley, está Lautaro. “Me encantaría que mi hijo llegue a una edad en la que pueda ir al coliseo y verme jugar y decirme: ‘¡Asu, mamá!’”, dice. Hoy pasará el día más especial de su vida junto a su mayor tesoro. Jessenia es madre. Ese es su logro más preciado.
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