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El artista que compartía sus juguetes
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Frente a la iglesia Santa Clara, en la esquina de la calle Independencia con Junín, en el segundo piso de una antigua casona republicana, se ubica uno de los rincones más entrañables de Trujillo. La compró el artista pensando en armar su taller, pero pronto se dio cuenta que el espacio era ideal para montar allí su colección de casas de muñecas, soldaditos de plomo, carritos de metal y muñecos de hojalata.
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Su idea confesa era dar a conocer la historia del juguete y valorar el trabajo artesanal. Pero en confianza, Chávez asentía cuando le preguntábamos si coleccionar juguetes tenía algo de revancha con su pasado. El pintor podía comprar los juguetes que en su infancia solo podía ver tras una vitrina. Me dijo en una entrevista: “Siempre quise tener algo que no había tenido nunca y que había visto en los nacimientos de los niños ricos. En casa, si tenías una escoba vieja, le dabas vuelta, le ponías una soga y la hacías un caballo. La pobreza se sublima y se transforma en riqueza”.

“El Museo del Juguete te transporta a un espacio de nostalgia muy particular. Es como entrar a una casa de muñecas”, nos dice Gerardo Amador Chávez-Maza, hijo del artista, arquitecto y curador de esta entrañable institución. Cuando el museo abrió sus puertas, él solo tenía 11 años, pero recuerda perfectamente cuando su padre compró la casona en 1994 e iba organizando su colección de empírica manera. “Había en casa un montón de juguetes antiguos que papá cuidaba como piezas de arte. Obviamente, eso me generaban cierta frustración, porque no me dejaba jugar con ellos”, confiesa.
Pero su padre también le hizo comprender la importancia del proyecto, que involucraba a muchos amigos donantes. Asimismo, lo llevó de viaje con él para conocer los museos europeos que soñaba imitar: el Museo del Juguete de Cataluña, en Figueras, España; el Museo de la Muñeca en Poissy, cerca de París, o el Puppen-und-Spilzeugmuseum de Viena, con sus seiscientas muñecas y marionetas de madera, cera y porcelana.

En mayo de 2001, para la inauguración del museo, Chávez había logrado reunir cuatro mil juguetes, aunque la infraestructura solo permitía exhibir una quinta parte. La institución cerró por la pandemia, pero reabrió hace tres años con renovada museografía a cargo de Gerardo Amador. Hoy, la colección cuenta con 5000 piezas y logra exponer el 80% del total.
El Museo del Juguete es uno de los lugares más característicos de Trujillo, pero también podría confundirse con una antigua casona de París, pues hasta el papel tapiz nos lleva a los tiempos de la Tercera República. Abajo, en el café bar del museo del primer piso, llega la voz de Edith Piaf y el piano que ahora se luce en el salón, recién traído de la casa del artista en Lima, había pertenecido a Doris Gibson. Su larga barra de cedro fue salvada por Chávez de la demolición del Marini, uno de los primeros bares que abrió en Trujillo. En toda esa esquina se respira historia.
“Por cierto, la mayoría de los juguetes de la colección son europeos y llevan esa carga histórica”, dice el curador, quien comparte una hipótesis que ilumina el propósito de su padre como coleccionista: “Muchos de estos juguetes, a pesar de no haber sido comprados en el Perú, son contemporáneos a la infancia de papá. En Trujillo, en los años 40, las grandes haciendas eran de propiedad de familias alemanas, y había una gran importación de juguetes de ese país. Todo eso me lleva a pensar que el museo es también una recolección de memorias reales de mi padre. Son los juguetes que quizás él también veía en las vitrinas de las tiendas, pero que no podía comprar. Eso me parece una idea fascinante”, añade Gerardo Amador.
—Reabre el museo de arte moderno—
Cada vez que entrevistábamos al artista en su departamento de San Isidro se repetía la sensación de visitar un museo de arte primitivo: al lado izquierdo de la sala destacaba la gran vitrina que exhibía su colección de cerámica Nasca. Y sobre la mesa, las tallas africanas mandadas traer de su casa en París. En Europa aprendió a rodearse de arte primitivo, como lo hacían sus admirados Picasso y Matisse. Para él, convivir con aquellas piezas motivaban su imaginación.

“Mi papá era una persona de objetos”, recuerda su hijo con cariño. Hoy, la familia Chávez ha decidido que este legado debe preservarse, y para ello ha formado una fundación que promete ser un polo cultural importante para Trujillo. Si los juguetes tienen su propio museo, las otras colecciones, la precolombina, la de arte barroco y popular, además de sus máscaras africanas, encontrarán un lugar en el Museo de Arte Moderno que fundara el artista y que ya prepara su reapertura a mediados de setiembre.
Si bien a causa de la falta de apoyo oficial su padre se manifestaba decepcionado con el futuro del museo, para su hijo era fundamental demostrarle que la institución, cerrada desde 2017, podía convertirse en un centro neurálgico para la cultura norteña. “Él estaba tentado a venderlo todo. Sin embargo, traté de convencerlo de que si la gente no visitaba el museo, nuestro reto era generar comunidad”, afirma Gerardo Amador.
Así, el renovado Museo de Arte Moderno se presenta como un espacio de mediación, que sumará a su muestra permanente proyectos de artistas jóvenes y espacios de debate. “Trujillo es una ciudad que, a pesar de sus problemas, está preparada para espacios abiertos a la creatividad, que tenga un impacto en la transformación social y la descentralización del arte en el Perú”, afirma. Una misión emprendida en el nombre del padre.
En palabras de su curador, hay dos piezas del Museo del Juguete que podrían considerarse las obras maestras de la colección.
La primera es una muñeca de biscuit de fines del siglo XIX, una de las primeras adquisiciones de Gerardo Chávez en su colección. Tiene cuerpo articulable de madera y hermosos detalles de producción artesanal.
Otra joya es la muñeca creada por la artista Tilsa Tsuchiya para regalársela a Rosamar, la hija de su amigo, el poeta Arturo Corcuera. La pieza fue donada al museo por la conocida artista plástica.
El Museo del juguete atiende de lunes a sábado. El Café bar del museo está abierto de martes a sábado.