Monseñor Salvador Piñeiro, de 68 años, es desde el 2011 arzobispo metropolitano de Ayacucho. ( Hugo Pérez / El Comercio)
Monseñor Salvador Piñeiro, de 68 años, es desde el 2011 arzobispo metropolitano de Ayacucho. ( Hugo Pérez / El Comercio)
Cristina Fernández

Durante su visita al Perú, el dejó contundentes mensajes contra la corrupción, la trata, la violencia hacia la mujer, la contaminación ambiental, entre otros problemas que aquejan al país. En esta entrevista, el presidente de la Conferencia Episcopal Peruana profundiza sobre estos temas y la labor que desempeñará la Iglesia peruana para buscar soluciones.

—¿Cuáles considera que fueron los mensajes más importantes que nos dejó el Papa?
Yo pienso que la buena información. A veces pensamos que la Iglesia está desubicada, pero el Papa dio muestras de conocer el entorno social, político, las dificultades económicas. Vino a recordarnos la doctrina social de la Iglesia, cómo hay que preocuparnos de la persona, por el bien común y que la política está para servir. Él no ha venido como turista, por eso fue primero a nuestra selva, a la que estábamos de espaldas tantos años, donde hay tanta pobreza, tanta marginación.

—¿Cuál fue el objetivo de la visita de Francisco?
El Papa no vino a imponer criterios, sino a escuchar, y los primeros a los que escuchó fueron los nativos de nuestra selva. En Trujillo, golpeado por el fenómeno de El Niño costero, nos recordó que tenemos que estar prevenidos y trabajar con solidaridad. En Lima, donde hay tantos egoísmos e insensibilidad, vino a recordarnos que en el corazón de la Iglesia está el amor.

—Frente a los obispos, dijo que la política en América Latina está en crisis por la corrupción. ¿Esta es una forma de pedirles que tengan un papel más activo frente a temas políticos?
Hay esa idea de que la política es sucia y entonces no se metan. Pero el Papa nos dice que todos los que tienen responsabilidad en el gobierno tienen que estar motivados por el bien común, por la defensa de la persona, por la ayuda a los más necesitados. Por eso los hijos de la Iglesia tienen que estar. Obviamente, el obispo no va a tener una política partidarista, pero sí debe animar. Hay que escuchar a los políticos y que también ellos nos escuchen. El obispo conoce el sufrimiento de su pueblo y por eso con mucha responsabilidad debe dar a conocerlo.

—El Papa también dijo que la Iglesia peruana está tentada a la división, ¿hay división o a qué se refería el Santo Padre?
Muchas cosas nos dividen en el Perú, por ejemplo la geografía, y en el tema social las ideologías. Yo no diría que hay una división, sino una manera distinta de ver las cosas; eso es la democracia. En la Iglesia Católica unos dan más énfasis en este trabajo, o esta tarea, o este plan de catequesis. Puede haber esos énfasis, pero nunca discordias en la vida de la Iglesia.

—El comentario sobre monjas chismosas y su comparación con los terroristas de Ayacucho fue criticado. ¿Cómo lo tomó usted?
Ciertamente la maledicencia, la intriga, la chismografía son muy humanas, pero también son obra del diablo, diablo quiere decir el que desune. En cambio, Jesús nos pide que todos sean uno, que trabajemos en común unidad, en construir la vida fraterna. El mensaje fue para todos. Cuando el Papa habla, está dirigiéndose a todos. Lo dijo donde el auditorio eran las religiosas de claustro, que son todavía las más piadosas, para que todos comprendamos la desunión que genera el chisme.

—Aunque lo hizo en el vuelo de vuelta a Roma, durante la visita al Perú el Papa no se pronunció sobre el Caso Sodalicio. ¿Esperaba que lo hiciera?
Nosotros ya no esperábamos mayor aclaración porque días antes habíamos recibido la noticia de Roma de que el Santo Padre había nombrado a un comisario para intervenir en esta familia religiosa que nació en el Perú. Él mismo nos ha dicho que ha recibido un informe muy delicado, muy doloroso. Ya en mayo cuando los obispos del Perú estuvimos en Roma nos dijo que, como todo bautizado, el señor Figari había presentado sus reclamos y aclaraciones ante el Tribunal Supremo de la Iglesia y él, como Papa, no ha querido intervenir para que no hubiera interpretaciones de que está metido en este asunto. Esperemos que pronto haya la repuesta del tribunal eclesiástico.

— ¿No cree que hace falta un acompañamiento a las víctimas de este caso?
Si hay denuncias está la vía civil, nosotros ayudaremos a que las víctimas sean atendidas. El mismo Sodalicio ha puesto los medios y se ha comprometido a ayudar a sanar heridas.

— ¿Tras la visita del Papa, qué labor le tocará en adelante a la Iglesia Católica?
El martes hemos tenido la reunión de consejo permanente. Son 12 obispos que tenemos que poner en práctica las decisiones de la asamblea. En primer lugar, aunque ya se pueden bajar de Internet todos los textos de los discursos del Papa, vamos a hacer una edición crítica. Una comisión de obispos buscaremos las líneas que nos deja el Santo Padre y en la asamblea que será la primera semana de marzo incorporaremos toda esa reflexión a las conclusiones y los trabajos que vamos a hacer. Lo que queremos en la Iglesia peruana es abordar los temas que tanto le preocupan al Papa.

—Usted es arzobispo de Ayacucho, ¿cómo ha tomado que las tablas de Sarhua hayan sido consideradas apología al terrorismo?
Somos un pueblo que olvida muy rápido las tragedias de ayer y las tablas de Sarhua son un signo, un instrumento para recordar y valorar a la familia. No son apología, son una manera de recordarnos que no se debe repetir la violencia. Yo le regalé una de estas tablas al papa Francisco y aprecio muchísimo a Marcial Berrocal, que me hizo la tabla para el Santo Padre.

— El terrorismo acabó, pero Ayacucho sigue sufriendo.
Claro, hay hogares que quieren cerrar el duelo, pero no encuentran los cuerpos de sus familiares. Ahora tenemos dos mil para estudiar y en Ayacucho solo hay dos antropólogos forenses, a ese paso el estudio terminará dentro de 50 años, cuando ya todos hayamos muerto. El gobierno tiene que ayudarnos, ya lo he pedido, y también debe resarcir en parte a las víctimas. 

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