(Foto: GEC)
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Redacción EC

En el 2017, una encuesta de El Comercio resaltó que el 71% de limeños apoya la restricción del uso de autos a través de la estrategia ‘pico y placa’. Hoy en día, en un contexto en el que Lima ya está entre las ciudades más congestionadas del mundo, este porcentaje ha sido necesario para que la gestión actual tome acción.

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El último viernes, el concejo metropolitano aprobó la ordenanza que implementa un proyecto piloto de ‘pico y placa’ en ciertas avenidas de Lima. En columnas anteriores he mencionado que la estrategia de ‘pico y placa’ es algo que puede funcionar. Sin embargo, en algunos casos solamente ha funcionado en el corto plazo. En una columna de junio del 2017, mencioné el caso de México D.F., donde la estrategia de ‘pico y placa’ ha reducido la congestión solamente en los primeros dos meses después de su implementación. Por otro lado, en algunos casos, la estrategia de ‘pico y placa’ ha servido como un incentivo para la venta de más automóviles: los que pueden, compran un segundo auto para poder tener una placa impar y otra par, y así poder manejar todos los días.

En el caso del ‘pico y placa’ aprobado hace dos días en Lima, hay que reconocer que representa un intento de hacer algo positivo por la ciudad. Algunas de las avenidas que han sido seleccionadas para el piloto son las mismas que tienen corredores de transporte público. En estas avenidas, es probable que sean los buses los que muevan a la mayoría de personas, y cualquier estrategia que busque hacer el transporte público masivo más eficiente debe ser bienvenida.

Con un buen programa de fiscalización, la reducción del tráfico a través del sistema de ‘pico y placa’ puede lograr –por lo menos en el corto plazo– una mayor eficiencia y capacidad para los buses del sistema integrado de transporte (SIT). Esta nueva eficiencia puede ayudar a la municipalidad a implementar otras estrategias para el largo plazo, incluyendo carriles exclusivos para el SIT. La generación de carriles exclusivos puede generar un sistema de transporte que, por su rapidez, empiece a competir contra el automóvil privado.

En el caso de Quito, por ejemplo, el programa de ‘pico y placa’ está directamente vinculado al sistema de BRT (tránsito rápido en bus). En el límite de la zona donde aplican el ‘pico y placa’, Quito ha ubicado estacionamientos conectados a unos paraderos del sistema de transporte masivo. De esta forma, ha facilitado la transición desde el automóvil hacia el transporte público para los choferes.

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