Oswaldo Gonzales 'Django': "Cuando la plata llega sola, sola se va"
Oswaldo Gonzales 'Django': "Cuando la plata llega sola, sola se va"
Czar Gutiérrez

Yo asaltaba un banco en el desayuno, un banco en el almuerzo y un banco en el lonche”, dice con absoluta naturalidad, como quien se lleva un pan a la boca, . “Vengo robando desde que tengo mayoría de edad, he asaltado como 200 bancos, he estado décadas tras las rejas, he logrado juntar unos 20 millones de soles”. ¿Y dónde está todo ese dinero? Nervioso, mira a ambos costados y responde con una pulla, casi susurrando: “Mira, hermano, cuando la plata llega sola, sola se va”.

Semejante alusión política en labios del prontuariado más célebre del Perú no puede ser casual. Entre otras cosas porque algunos creen que para hacerse ricos basta con fundar un partido político. Pero años atrás —década del setenta, PIP en las calles, Guardia Republicana en las cárceles—, hasta los infractores de la ley tenían que trabajar matiné, vermut y noche. Y las cárceles también. Por eso 'Django' ha pasado 42 de sus 69 años en diversos penales del Perú, adonde no piensa volver aunque le aseguren el indulto.

“El Frontón, Cachiche, Lurigancho, Castro Castro, La Oroya, El Sexto, Huancavelica, Lampa, rayos, truenos relámpagos, tuberculosis, fuego, de todo me ha pasado allí adentro”, dice la versión peruana de Franco Nero, el primer Django del cine (1966). “Y si en mi vida pasada fui asaltante de bancos, ahora asalto al diablo y rescato vidas para Dios”. Una biblia del pastor John MacArthur, como un pescado eviscerado entre sus manos, funciona como refugio. Y ametralladora.

-Pistolero de Dios-
Travestido en hábito blanco, sandalias de pescador y escapulario amarillo, el servidor de Cristo camina cerros enteros transportando la palabra del Señor a los afligidos de espíritu. Una metralla de citas bíblicas es lo que queda del azote de bancos, casas de cambio y similares. Es difícil creer que este abuelo locuaz e irrefrenable violaba la ley tres veces al día: camisa floreada, pantalón boca ancha, zapatos macarios, tacón que hiere el cemento en sutil homenaje al spaghetti western genitor. “Yo soy Django, yo era un hombre peligrosísimo, caramba; integraba Los Destructores y Los Norteños, pero Dios me sanó, me liberó y me llevó a predicar su Evangelio”, dispara.

Inmigrante cajamarquino nacido en 1948 en Sitacocha, Cajamarca, Miguel Oswaldo Gonzales Morales quedó huérfano a los 8 años y llegó al Callao gracias a una tía bondadosa. Impulsivo, punzocortante, full salsa brava, la climática barrial operó sobre su alma. A los 18 años robó un auto y no paró hasta robar diecinueve bancos entre 1977 y 1978. Es Django, el que se escapó espectacularmente de El Sexto y Lurigancho. Django, el que se prendió fuego para evitar un cambio de celda. Django, el que cerraba Los Barracones y dilapidaba su botín en trago, mujeres y Lavoe.

“‘Pellízcame si eres realidad’, me dicen. Me han visto en la tele, en el cine y no pueden creer que soy yo, el Robin Hood. Entonces los pellizco y recién creen que estoy vivo”. Así, desde que en 1990 salió de prisión y compró un terreno en Puente Piedra, pasa sus días recorriendo penales y centros de rehabilitación. Su escoba, otrora símbolo político moralizador, reconvertida en variable evangelizadora para barrer el mal entre la gente que lo escucha. La operación tiene bastante éxito, lo único malo es que a veces no funciona con él mismo.

Oswaldo Gonzales 'Django': "Cuando la plata llega sola, sola se va"
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-No tiene perdón-
Todo indica que, efectivamente, un soplo divino calmó a la fiera. Que fue tocado por Él, pero especialmente por su esposa, Mercedes Mesones, que no es la Chica Dinamita de las películas —esa que entra al banco, muerde un cartucho de pólvora y grita: “¡Señores, esto es un asalto y esta es la receta perfecta para que todos nos convirtamos en cau cau!”—. La fiera está en reposo, pero ninguna divinidad ablanda su corazón cuando Romina aparece en el horizonte. Nacido como Alexander, Romina es un travesti de 28 años al que su padre, el pistolero de Dios, quiso hasta exorcizar para revertir su identidad.

“Mira hermano, acá Levítico 18:22 dice clarito: ‘No te echarás con varón como con mujer’. ¿Yo cómo puedo aceptar que mi Alexander haya salido otra cosa? Si quiere venir a esta casa, que entre de rodillas y pida perdón”, dice. En ese instante Franco Nero dispara a Robin Hood. Y arrastra un nuevo ataúd por el desierto de Puente Piedra.

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