Cuando se cumplen 150 años del nacimiento del novelista español Pío Baroja, escritores e instituciones destacan la vigencia de la literatura de un autor que se definía como un “hombre humilde y errante” y que, por encima de todo, defendía la libertad interior del individuo.
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Nacido el 28 de diciembre de 1872 en San Sebastián (norte español), la Real Academia Española (RAE), de la que fue miembro, el Círculo de Bellas Artes de Madrid y varias asociaciones culturales han organizado homenajes para recordar su figura y su obra.
También las instituciones de la región del País Vasco, donde nació, han fomentado este año la lectura de su obra y una editorial ha publicado con este motivo “Familia, infancia y juventud”, una edición conmemorativa de las memorias de Baroja.
En el homenaje de la RAE, la académica Soledad Puértolas explicó que el estilo del escritor “no es solo el desaliño, la poesía contenida, la melancolía” sino que, por encima de todo, destaca “la continua afirmación de la libertad interior del individuo, la irreductible independencia de sus opiniones y juicios”.
Recordó Puértolas que, para los escritores de su generación, la del 98 - una reacción a la pérdida de Cuba por España en 1898 - Baroja fue una corriente de aire fresco, “una mirada crítica impregnada con un nuevo espíritu”.
Pero a Baroja no le gustaba el término de generación del 98 porque estuvo siempre en contra de la clasificación. “Siempre alerta ante consignas y convencionalismos”, señaló la académica.
Según recuerda la RAE, Baroja, que se definía como un “hombre humilde y errante” y “un fauno reumático que ha leído un poco a Kant”, ocupó el asiento ‘a’ de la Real Academia el 12 de mayo de 1935 con el discurso titulado “La formación psicológica de un escritor”.
Luchar contra la realidad
El novelista se licenció en Medicina y ejerció en Guipúzcoa durante varios años; sin embargo, empezó a dedicarse profesionalmente a la literatura en 1898. Entabló entonces una estrecha relación con los jóvenes escritores del momento, con los que coincidió en las redacciones de revistas y periódicos.
La obra de Baroja es el reflejo de la vida del autor y de la de España, con personajes generalmente disconformes con la realidad, aunque su lucha contra ella termine resultando estéril, una literatura vigente en la actualidad.
Entre sus obras, destacan la trilogía “La lucha por la vida”, la historia de aventuras “Las inquietudes de Shanti Andía”, “Zalacaín el aventurero” o la novela autobiográfica “El árbol de la ciencia”.
Sobre la guerra civil española habló en la trilogía “Los saturnales”, de la cual solo se publicó un tomo en vida del autor, “El cantor vagabundo”, en 1950.
En 2006 apareció el segundo, “Miserias de la guerra”, y, en 2015, su sobrino nieto presentó la obra que completaba la trilogía, “Los caprichos de la suerte”, la última escrita por el autor guipuzcoano.
Según Pío Caro Baroja, su tío buscaba “la equidistancia”, pues era “antirrepublicano”, no creía en los políticos y no le gustaban tampoco los nacionales, es decir, los militares sublevados en 1936 contra el Gobierno de la II República. Mostró, eso sí, una “posición inequívoca” contra el nazismo.
“Pensaba que España necesitaba un cambio y no le gustaba la violencia. Fue una persona independiente y justa y también arbitraria, de filias y fobias”, aseguraba su sobrino.
Murió de arterioesclerosis el 30 de octubre de 1956 en Madrid; portaron el féretro hasta el cementerio civil, entre otros, dos grandes admiradores suyos, el escritor estadounidense Ernest Hemingway y el español Camilo José Cela, que fueron premio Nobel de Literatura.
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