Vanessa Saba habla sobre su papel en "¿Sueldo bajo? ¡No hay que pagar!", que se estrena el sábado 20 en el teatro de la Universidad del Pacífico. (Video: Alex Reyes y Juan Diego Rodríguez / Foto: José Rojas Bashe)

Robar es siempre un acto condenable. ¿O no? ¿Qué sucede si no se hurta para aumentar la riqueza, sino para sobrevivir? En esos casos, ¿cómo se debe medir el acto? El dilema ético está planteado.

No pocas ficciones han tomado ese cuestionamiento para hacerlo su tema central. Víctor Hugo contó la historia de Jean Valjean, quien pago años de cárcel por robar pan para alimentar a su pobre familia. Silvio Rodríguez, en “Playa Girón”, cuestionó: “Si alguien roba comida y después da la vida, ¿qué hacer? ¿Hasta dónde debemos practicar las verdades? ¿Hasta dónde sabemos?”.

Las respuestas varían. Están aquellos que consideran que la moral es invariable y también los que están de acuerdo con la existencia de grises en las acciones humanas. En el 2016, por ejemplo, la justicia italiana absolvió a Roman Ostriakov, un ucraniano que hurtó queso y salchichas de un supermercado para satisfacer su hambre. Según la corte, robar comida no es un delito cuando se tiene hambre. Amén.

Pero la realidad a veces es más compleja. El dramaturgo Darío Fo reflexionó sobre qué pasaría si un grupo de mujeres se metiera a robar a un supermercado, molestas todas porque el empresario ha subido los precios excesivamente y ellas no tienen cómo pagarlos. “¡Aquí no paga nadie!”, gritan justo antes de llevarse todo.

Con eso en mente, Fo escribió “Non Si Paga! Non Si Paga!” –obra de teatro que llega desde este sábado al teatro de la Universidad del Pacífico bajo el nombre de “¿Sueldo bajo? ¡No hay que pagar!”–, en la que retrata a una pareja obrera que siempre llega a fin de mes a las justas. Ellos encarnan las dos posturas opuestas sobre el dilema del robo. Antonia (Vanessa Saba), ama de casa, sabe que robar es errado, pero que también está mal que los obreros sean explotados, así que cuando tuvo la oportunidad, tomó todo lo que pudo del mercado y huyó a su casa. Giovanni (Miguel Iza), por el contrario, se jacta de tener una moral inquebrantable y afirma que será pobre, pero honrado. La trama hará tambalear sus convicciones.

“Hay gente como él –cuenta Gilbert Rouvière, director de esta puesta en escena–, gente que piensa lo mismo toda su vida. En este caso, su forma de pensar funciona como su única manera de mantenerse derecho. Es el eje de su vida, porque, de otra forma, abandonaría todo. El problema es que él navega entre su utopía y el mundo real, que son difíciles de conciliar”.

—Otras miradas—
De ninguna manera se podría decir que “¿Sueldo bajo? ¡No hay que pagar!” es monotemática. Como toda buena obra (valdría recordar que Fo ganó el Nobel de Literatura), hay varios temas que se tocan y que están libres a la interpretación del público.

Rouvière señala: “Aquí también se habla de las relaciones entre hombres y mujeres, con la política, con el mundo de consumo, con la sociedad, y aparecen preguntas como ¿por qué trabajo?, ¿qué es consumir?, ¿es necesario militar, o no?”.

La obra también habla –y así lo reconoce Rouvière– de cuán agotadora puede ser la vida. Él anota: “Se ve el cansancio de la vida y cómo ellos siguen luchando hasta que, al final, se dan cuenta de que están fritos. Es una obra bien pesimista y es terrible. Ellos viven en un mundo muy duro y con sus pocos recursos tratan de sobrevivir, y encima sus conciencias se lo ponen más difícil”.

Sin embargo, “¿Sueldo bajo? ¡No hay que pagar!” no es una tragedia ni mucho menos. Es, más bien, una farsa, lo que significa que hay de todo un poco y que, por lo menos en este caso, la comedia es una de las herramientas que hacen que la obra eluda todo rezago de melancolía o mensaje político evidente, y eso último es un mérito. Como diría Fo: “Lo peligroso [del teatro] es que se vuelva un mitin”.

—Salir adelante—
La actriz Sofía Rocha iba a ser parte de “¿Sueldo bajo? ¡No hay que pagar!”. Su inesperado fallecimiento hizo que la puesta en escena retrasara su estreno y se buscara a alguien que le tomara la posta.

Rouvière comenta: “Pudimos haber parado y aceptábamos que la muerte era más fuerte que nosotros, o seguir trabajando y luchando. Justamente, el teatro es un lugar de lucha, así que la única respuesta que podíamos dar era que el show debía continuar respetando el trabajo que hicimos con ella. La vida, que también es teatro, es nuestra respuesta. Ella nos dio un mensaje y hay que aceptarlo, digerirlo y apoyarnos en nuestra fuerza”.

Vanessa Saba es ahora Antonia, una brillante mujer de barrio cuya imaginación es ilimitada, sobre todo cuando se trata de sobrevivir a la pobreza. La elección estuvo a la altura de las circunstancias. Ella comenta: “Al margen de las terribles circunstancias, ha sido un proceso muy bonito para mí. Llevaba tiempo sin hacer esto y Gilbert es muy riguroso y me ha hecho dar cuenta de algunas cosas que no sabía o que tenía oxidadas. Este es un personaje para que el que normalmente no me llamarían, así que el aprendizaje es muy grande”.

Más información
Lugar: teatro de la Universidad del Pacífico. Dirección: Jr. Sánchez Carrión 2121, Jesús María. Estreno: sábado 20, 8:30 p.m. Temporada: hasta el 3 de junio. Entradas: Teleticket.

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