Diera la impresión de que el teatro nacional ya tiene una cura para el coronavirus: las transmisiones en vivo, que hasta el momento se dan por Zoom y -las más ingeniosas- por Instagram, empiezan a proliferarse. Pero la solución no ha dejado a todos contentos. Hay quienes acusan a las videollamadas de no ser teatro sino una suerte de primo cercano, una dinámica muy similar a lo que se entiende como dicho arte, quizás una solución momentánea y ad hoc a los tiempos. Por ello, consultamos a varios especialistas de las tablas peruanas y les pedimos su opinión al respecto.
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Alonso Alegría
“El teatro es un espectáculo preparado especialmente para que una multitud se reúna en un lugar específico y a una hora determinada -afirma el dramaturgo-. Allí, el público hace como que el actor es otra persona, y hace como que la escenografía es otra cosa, lo que en teoría dramática se llama suspensión de la incredulidad. Esto último también sucede en el cine, así que la diferencia es que el teatro es en vivo”.
Además, Alegría agrega: “Hay quienes dicen que obras como ‘Fanstama’ de Mariana de Althaus no son teatro porque no son presenciales. Pero, espera, habría que ver esa es una de las tantas características que dan forma al teatro. Y, ¿qué sucedería si se le permite al público reírse y participar, aun cuando sea desde su casa? De lo que hablamos ahora es de una forma de representación ante un público en tiempo natural. ¿Y si se les olvida la letra? ¡Allí está la vibración del momento! ¿Qué? ¿Quieren tocar a los actores? Esto es presencial, solo que intermediado”.
¿Y qué sucede cuando las obras no son en vivo? “Si no es en vivo, es teatro filmado, y eso es otra cosa. El vivo es crucial, si es que queremos que el teatro siga siendo teatro”, anota Alegría.
Conclusión: Sí es teatro.
María José Osorio
“No me aventuro a decir que esto es teatro, esa rama artística tan compleja a la que nadie está queriendo reemplazar, pero sí creo que hay muchas similitudes entre ambos, o por lo menos hay características de esta nueva propuesta que nos recuerdan al teatro tradicional -cuenta la guionista y dramaturga, autora de la recientemente estrenada “Amigas del cole”-. Una de ellas es que es en vivo: valoramos mucho ver las historias desarrollándose frente a nosotros con todo lo que eso implica. Por eso creo que esto es una alternativa, a la que hemos llamado teatro remoto. ¿Por qué? Decir teatro virtual nos hacía pensar en ver el teatro tradicional en las plataformas digitales, mientras que esto vendría a ser teatro remoto porque lo hacemos de lejos. Algo así como cuando uno dice trabajo remoto”.
Conclusión: No es teatro
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Carol Hernández
“¿La virtualidad también puede crear espacios en común? Sí -sostiene la actriz, quien el 14 de junio estrenará la obra de impro testimonial “El mundo iba”-. Esta es una nueva experiencia que se distancia de la televisión. Al principio era un poco escéptica, pero ahora que estoy en funciones ya no. Si bien no siento los aplausos porque el público está muteado, en el chat puedo leer los ‘bravos’ y las felicitaciones”.
Además, Hernández agrega: “Se trata de un proceso distinto, así que creo que compararlos es un error, aunque entiendo que lo hagamos por la nostalgia del pasado, pero yo no voy por ahí. La idea es que sea una experiencia diferente. Para mí es un gusto estar trabajando en una obra virtual, con personas de Uruguay o Costa Rica. Los nervios de estar improvisando con alguien tan lejos, me parece increíble”.
“Una compañera siempre me decía que le parecía raro que algunos dijeran que esto no es presencial porque ella pone su presencia. Aun así sea por Zoom, ella está presente para aquellos que están presentes”, agrega.
Conclusión: Sí es teatro
Sergio Llusera
“Desde mi perspectiva, la esencia del teatro es la presencialidad, ese estar el uno con el otro que crea una energía -anota el director del Centro Cultural de la Universidad del Pacífico-. Eso lo vuelve uno de los pocos espacios, quizás aparte de los deportes, en los que la gente se reúne a reflexionar, a compartir tiempo juntos, un ágora, para divertirse, entretenerse o pensar en un tema. Allí se genera un intercambio que va más allá de las palabras”.
“Y esa energía no solo la siente el público, que se ríe cuando el resto se ríe, o cuando se sorprende cuando el resto se ríe de algo que no le da risa. También la sienten los actores, cuando dicen que ‘el público se sintió frío’ y ven cómo hacerlo más partícipe. Pero, en realidad, de alguna manera pienso que, en este contexto, esta discusión no cabe tanto porque no hay de otra manera. A esto yo lo llamaría videoteatro, o, así como hay videoarte, esto podría ser videoescena, entendiéndolo como una expresión de lo escénico, como una variante, un juego de la propuesta madre”.
Conclusión: No es teatro
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